Las emociones forman parte de nuestro día a día. Lo queramos o no, las emociones juegan, al igual que los pensamientos y las conductas, juegan un papel muy importante en las decisiones que tomamos. Del mismo modo, nuestros pensamientos y conductas influyen en la manera en la que nos sentimos.
La psicología se ha intentado encargar de estudiar cómo funcionan las emociones en los seres humanos. No obstante, seguimos arrastrando una serie de creencias y mitos sobre las emociones que hacen que estas sean mucho más difíciles de sobrellevar. En el artículo de hoy, quiero hablar de cuáles son esas creencias y mitos sobre las emociones, que más que ayudar nos atascan y nos hacen entrar en bucle.
¿Qué son las emociones?
Antes de nada, quiero aclarar qué son las emociones y mencionar algunas características de ellas. Las emociones son, básicamente, reacciones que tenemos ante el entorno, una determinada situación o ante un determinado estímulo. Se trata de una reacción fisiológica, es decir, las notamos en el cuerpo.
La principal función de las emociones es mandarnos un mensaje para que hagamos algo con aquello que sentimos, ya sea, protegernos si sentimos miedo, defendernos si nos enfadamos o alejarnos si sentimos asco. Para mandarnos ese mensaje utiliza como vía el cuerpo. Por lo tanto, tienen un impacto en nuestros pensamientos y en nuestros comportamientos. Esto puede sonarnos raro y, por eso, hoy os comparto qué creencias sobre las emociones solemos tener y cómo derribarlas para entendernos un poquito mejor.
10 creencias falsas sobre las emociones.
1. Las emociones no sirven para nada.
Ya he explicado que todas las emociones tienen una función. Aunque sean desagradable la manera en que nos mandan ese mensaje, debemos escucharlo. Las emociones nos ayudan a identificar pensamientos, creencias sobre nosotros o sobre cómo creemos que funciona el mundo. A lo mejor te has puesto triste porque alguien te ha cancelado un plan que te apetecía mucho y has interpretado que a esa persona no le importas. Es una creencia sobre tu identidad (”No soy importante”) que modificando esa creencia podrás manejar mejor esa tristeza.
2. Mostrar emociones te hace débil.
Hay quien no expresa sus sentimientos por miedo a que le juzguen. Se tiene la idea generalizada que alguien que se deja llevar por sus emociones es alguien débil. Esto hace que al sentir emociones (algo que pasa o debería pasar a diario) nos juzgamos solo por sentirlas. Imagínate lo que reprimirás el expresarlas. Que alguien muestre emociones no le hace débil, le hace un ser humano. ****
3. Las emociones son peligrosas.
Por otro lado, hay personas que temen a las emociones pero no son conscientes de ello. Por lo general, sucede en personas con ataques de pánico, ansiedad o ira. Temen que si sienten lo más mínimo la emoción se desborde y acaben gritando, hiperventilando o encontrándose físicamente mal. No voy a decir que las emociones se puedan controlar como tal, pero sí podemos aprender a gestionarlas de otra manera que no sea mediante el desbordamiento, sino a través de la aceptación, el sostenerlas y darles un espacio.
4. Puedo elegir mis emociones.
Se vende mucho en algunos libros de autoayuda que sonrías, que relativices. También, generalmente, se escucha eso de “si estás mal es porque quieres”, “tómate las cosas de otra manera”, “no llores”… No podemos elegir cómo nos sentimos ante una determinada situación. Piensa que si eso fuera posible, ¡todo el mundo elegiría sentirse bien! Nos decantaríamos, obviamente, por las emociones agradables.
5. Las emociones me definen como persona.
Otro error que cometemos cuando sentimos emociones es identificarnos con las emociones. No nos permitimos estar mal por miedo a que eso se convierta en parte de nuestra identidad. Sin embargo, estar triste no te convierte en una persona triste, al igual que sentir envidia no te convierte en una persona envidiosa. Has tenido esas emociones, sí, ya se pasarán, como veremos en el siguiente párrafo.
6. Las emociones son duraderas.
De igual modo, este mito sobre las emociones hacer que algunas personas desarrollen cierta fobia a las emociones. Es mejor ignorarlas que luego no se pasan. Y sí, se pasan. Se puede pasar autorregulándote tú o corregulándote, es decir, regularte a través de otra persona (ej.: un abrazo, hablarlo con una amistad, compartir, distrayéndote, etc.).
7. Ante las emociones, lo mejor es razonar.
Cuando sientes una emoción, está bien pararse a pensar, porqué te sientes así. Eso te ayudará a ponerle nombre a la emoción y a validarla. Sin embargo, hay ocasiones que no sabemos porqué nos sentimos como nos sentimos, solo sentimos. Tu mente se pone a divagar porque ha aprendido que si rumias sobre ello llegarás a una conclusión que te alivia y cuando tengas un motivo de peso para sentir culpa, rabia o frustración, entonces te permitirás validar cómo nos sentimos. Dale nombre a la emoción si puedes y permítete sentirla. Razonar solo te va a llevar a entrar en un bucle de pensamiento sin fin.
8. Si no hago caso de mis emociones, no me afectarán.
Esto de ojos que no ven corazón que no siente, al menos en lo que a emociones se refiere, no funciona. Repito que las emociones se sienten en el cuerpo (un nudo en el estómago, una punzada en el pecho, tensión en la garganta, etc.). Si no hacemos caso a nuestro cuerpo o nuestro cuerpo está, por alguna razón, acostumbrado a no sentir, a reprimirse o ignoramos nuestras sensaciones, el mensaje que nos quiere dar la emoción no llegará y se quedará atascado en algún lugar, implorando salir por otro (lo cual puede dar lugar a somatizaciones).
9. Hay emociones buenas y malas.
Como todas las emociones tienen una función no hay ni buenas ni malas, ni positivas ni negativas. Las emociones las podemos clasificar en función de su agradabilidad. Por ejemplo, la alegría, la satisfacción, la gratitud o la esperanza son emociones agradables, mientras que el enfado, la vergüenza, la ansiedad o la culpa son emociones desagradables. Si las clasificamos como negativas o positivas, entendemos que las que “debemos” sentir son las segundas, demonizando las primeras y tratando de evitarlas a toda costa. Y ya hemos hablado de las consecuencias que eso puede tener.
10. La alegría es la única emoción válida.
Parece que tenemos que mostrarnos siempre alegres. Esta idea se refuerza mucho en las redes sociales, y no me gusta nada. Tenemos derecho a sentir todo tipo de emociones. Además, como creo que ha quedado claro a lo largo de estas líneas, no solo tenemos derecho, sino que debemos dejarlas sentir y aprender a gestionarlas.
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En conclusión…
Estamos de acuerdo en que no todas las emociones son agradables. A veces, lo pasamos mal pero también son nuestras amigas. Nos ayudan a conocer mejor nuestro mundo interior y comprender nuestro entorno.
Ahora bien, los mensajes de las emociones no tienen porqué ser literales. Si sentimos miedo, no significa que tengamos que salir corriendo o luchar para defendernos. Hemos evolucionado lo suficiente para evaluar si nos podemos enfrentar a la situación a pesar del miedo.
Gracias a los mensajes que se difunden en medios de comunicación y en la sociedad en general como “sonríe, disfruta”, “no estés mal” o “tómate las cosas de otra manera”, negamos nuestras emociones en lugar de darles el espacio que se merecen, aprender a sostenerlas y aceptarlas.
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Referencias bibliográficas
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Guacanéz, M. A. A., & Forero, I. A. U. (2021). Terapia de Aceptación y Compromiso y uso de metáforas para promover flexibilidad psicológica. Indagare, (9).
Samperio, G. S. S. (2023). Relación entre la inteligencia espiritual y la flexibilidad psicológica en el marco de la terapia de aceptación y compromiso. MLS Psychology Research, 6(1).