1.- La confianza es por principio inevitable. Si no queremos vivir aislados tenemos que confiar en los demás, y eso significa que debemos renunciar al deseo de ser los dueños absolutos de la situación. Si necesito pan y no voy a cultivar yo el trigo necesito confiar en el agricultor, el fabricante y en el panadero, para acabar comprándole a este último una baguette. Confiar es depender del otro; depender del otro es lo contrario de ser totalmente independient
2.- La confianza viene de serie. La confianza no es un invento; es algo básico que viene de nacimiento, sin la cual no es posible una vida sana, y tiene su fundamento en la confianza del niño pequeño en su madre. No es la confianza lo que se aprende, es la desconfianza.
3.- Una dosis de control es necesaria pero no puede haber un control absoluto. Los costos de querer controlar algo de manera absoluta son demasiado altos, nos vuelve ineficaces, nos paraliza, nos llena de ansiedades y de conductas contraproducentes e incluso absurdas. Si tengo que examinar la harina con un microscopio cada vez que la compro y hacerle pruebas con reactivos y yo que sé, y eso con cada producto que compro mi vida será un asco. Es mejor confiar en una tienda que me parezca digna de confianza. En definitiva, el control sin confianza no es eficiente.
4.- Sin una elemental confianza no hay posible cooperación. El que no se atreve a entregar esa prestación previa que supone la confianza se priva a sí mismo de la posibilidad de una relación con los demás. La relación no puede basarse en “es obligatorio que hagas exactamente lo que quiero”, porque esa actitud generará tensión, rechazo y una lucha por el poder si el otro quiere hacer lo mismo. Nos conviene a los dos una relación basada en la confianza. Confiamos que saldremos todos suficientemente satisfechos sin necesidad de obtener exactamente lo que queremos en cada momento.
5.-. Confiar significa hacerse vulnerable. La confianza supone ofrecer algo por adelantado a la espera de recibir reciprocidad pero ésta última no está garantizada, por ello la confianza nos vuelve irremediablemente vulnerables. El que confía acepta voluntariamente una situación de debilidad, esperando obtener una situación de fuerza. Confiar supone un riesgo que hay que correr.
6.– El que confía se arriesga a fracasar. Como no existen garantías absolutas sólo puede confiar aquel que está dispuesto a aceptar el fracaso. Fracasar será una experiencia más de la que aprender. El verdadero éxito no consiste en ganar (objetivo volátil), sinó en tener la capacidad de arriesgar. Si estoy dispuesto a arriesgar me puedo ir acercando al éxito cada vez más. El riesgo sin inteligencia no es sino temeridad. El que lo arriesga todo puede pecar de soberbia.