En la monogamia o relaciones cerradas puede pasar que te gusten otras personas. Aunque nos hayan dicho y repetido que esto no es natural, que si ocurre es que no quieres a tu pareja de verdad, ya que no se pueden querer a dos personas a la vez. Ah, ¿no? Cuando haces una nueva amistad, ¿dejas de querer a tus amistades anteriores? Yo diría que no. ¿Por qué no podemos aplicar esto mismo a las relaciones sexo-afectivas? ¿Es un cuento que nos han contado el ser humano es monógamo por naturaleza? ¿La monogamia es cultural o biológica?
Sobre esto hay diversas teorías y se ha investigado mucho sobre el tema. No obstante, no es de eso de lo que quiero hablaros hoy. En este artículo quiero hablaros de las relaciones abiertas, qué entiendo yo por relación abierta y qué es lo que implica, y si te cuadra, que empieces a plantearte cómo abrir tu relación de pareja, en el caso de que ya la tengas. Si es el caso contrario, es decir, no tienes pareja, pero es en la no monogamia como quieres vivir tus vínculos, también puedes empaparte de lo que te cuento.
¿Qué es una relación abierta y qué implica?
Existen muchas definiciones de lo que es una relación abierta, al igual que distintas autoras y autores que escriben sobre las no monogamias tienen distintas y más complejas clasificaciones. Para mí, una relación abierta es aquella en la que no existe exclusividad sexual, pero sí hay exclusividad afectiva. Es decir, cada una de las partes puede tener relaciones eróticas con otras personas, pero no pretenden crear un vínculo afectivo o romántico a parte de su relación principal. Y digo que no pretenden porque no crear afecto a través de cualquier tipo de relación o que ese afecto no evoluciones es difícil y, sobre todo, algo que se escapa a nuestro control. Es por esto que, en las relaciones no monógamas, en general, existen una serie de normas, límites y acuerdos para que se lleve a cabo de la manera más ética posible.
Vemos, entonces, que en las relaciones abiertas hay una jerarquía, es decir, hay un vínculo principal en la relación. Esto significa que se le brindan más cuidados, más tiempo y más implicación. Ojo, esto no te exime de no cuidar tus vínculos secundarios. Cuidar no tiene por qué ser lo siguiente: ser un apoyo emocional incondicional o dedicar tiempo que no te apetece compartir. Pero sí hay que tener un mínimo de responsabilidad afectiva, como puede ser dejar claras las expectativas, comunicar o no engañar.
Si quieres saber más sobre tipos de relaciones no monógamas puedes leer este artículo: Relaciones no monógamas: qué son y qué tipos hay.
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Antes de abrir tu relación o de tener una relación abierta hay muchas cosas de las que hablar y poner en claro. Siempre digo que cuando tenemos una relación monógama esto no lo hacemos porque, en la monogamia, vienen las normas ya dadas. Aunque pienso que también se debería hacer.
La monogamia y sus normas no escritas
Para tener una relación abierta te dejo aquí unos pasos esenciales que no te puedes saltar:
- No abráis la relación como solución a los problemas de pareja.
Lo primero sobre lo que tenemos que reflexionar es sobre por qué y para qué nos planteamos tener una relación abierta. Hay personas que no están cuidando su relación, les va mal a nivel sexual, a nivel comunicación o tienen otros conflictos y lo mejor que se les ocurre para solucionar esto es abrir la relación. Nunca decidas tener una relación abierta pensando que los problemas en tu relación principal se solucionarán. Spoiler: no sale bien. Si tienes una relación abierta que sea porque así lo elijes y deseas. De lo contrario, tu relación, cerrada o abierta, está abocada al fracaso. Primero, cuida tu relación principal y, más adelante, ya hablaremos si una relación abierta es lo que quieres.
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- Hablad de vuestras expectativas.
Una vez tengáis claro que una relación abierta es lo que queréis y lo que os puede encajar, es importantísimo que habléis de cómo queréis vivirla. La experiencia que deseas tener tú de la relación abierta puede no coincidir tanto como piensas como con la de tu pareja. Por eso, es importante hablar de las expectativas de cada cual. No os imagináis la de gente que decide abrir la relación con un mini diálogo, sin pararse a pensar qué implica:
—Oye, ¿abrimos la relación?
—Vale.
Y fin de la conversación. Esto es caldo de cultivo para que se masque la tragedia. Os imaginaréis que así, en algún punto, estallará por la falta de comunicación. ¿Soy la única que lo ve?
- Estableced acuerdos y límites.
Una vez sabéis cuáles son las expectativas de cada cual, también tendréis sobre la mesa los puntos que no compartís. Ha llegado la hora de establecer acuerdos y límites. Un acuerdo es todo aquello que define cómo va a funcionar la relación. Un ejemplo de acuerdo es consensuar que se podrá quedar con otras personas los fines de semana o que se tendrán los encuentros eróticos con otras parejas. Los límites y normas son aquellas barreras que no se pueden traspasar. Por ejemplo, no se puede traer gente ajena a la vivienda en común o hay que usar preservativo en todas las relaciones sexuales.
- Negociar y repasar las normas.
Los acuerdos, los límites y las normas son algo que se puede renegociar. Quizás tengamos en la cabeza que cuantos más acuerdos y límites consensuemos, mejor va a salir la relación abierta. Sin embargo, esto no tiene por qué ser así. A veces, las parejas que quieren abrir su relación ponen límites y normas demasiado rígidos que, más adelante, pueden llevar a conflicto. Si se establece todo eso sin la posibilidad de cambiarlo, pueden aparecer problemas ante la falta de flexibilidad. Es conveniente hacer un repaso cada cierto tiempo. He conocido parejas que incluso lo hacen por escrito y quedan en una fecha para repasar sus acuerdos y hablar de cómo han estado en el último tiempo.
- Atenerse a las normas.
Aunque la flexibilidad no sea del todo mala, al principio, es aconsejable atenerse a las normas a raja tabla. Tened en cuenta que cada cual ha expuesto sus expectativas y que las normas, acuerdos y límites están para que esas expectativas no se vean, más adelante, frustradas. En cualquier tipo de relación se necesita una base de seguridad. Esa seguridad es la confianza de saber que tu pareja se va a ceñir a lo acordado. Si esta base no existe, lo siento, pero no es momento de abrir la relación.
Conclusiones.
Cuando se abre una relación lo más habitual es cometer errores al principio. Sin embargo, aunque parezca artificial, cuanto mejor y más hablados estén las normas, acuerdos y límites, más se reduce la probabilidad de equivocarse y hacer daño o que nos lo hagan. Creo que tenemos demasiado arraigada – e idealizada – la idea de que en las relaciones hay que fluir. Está bien dejarse llevar, claro que sí, pero por muy cool que suele el término fluir, no te exime, insisto, de tener responsabilidad afectiva.
Una relación abierta puede ser algo muy divertido y se parte de la base de que se abre porque se va a estar mejor que si estuviera cerrada. Lo primero en lo que pensamos es en el miedo y en el desastre, es decir, en todo lo que puede salir mal. Sin embargo, como terapeuta que trabaja con parejas cuya relación es abierta, si esta se cuida puede ser algo muy enriquecedor y tener muchas ventajas. En realidad, no estoy diciendo nada nuevo. Tengas el tipo de relación que tengas (una follamistad, una pareja estable o un casi algo) tienes una responsabilidad con tus vínculos. Aunque sea que esa responsabilidad cumpla una ética de mínimos: no engañar y ser coherente con lo que dices y lo que haces, así de sencillo.
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Referencias bibliográficas.
Taormino, T. (2008). Opening up: A guide to creating and sustaining open relationships. Cleis Press.
Easton, D., & Hardy, J. W. (2020). Ética promiscua. Melusina.
Carrillo, A., Espinoza, M., Gutiérrez, I. R., & Cortés, J. M. (2019). Disposición en la participación de relaciones no monogámicas consensuadas. Revista Electrónica de Psicología de la FES Zaragoza-UNAM, 9(17), 27-34.