En el escenario laboral contemporáneo, la salud mental de los trabajadores suele estar desatendida, no por desinterés, sino porque vamos demasiado deprisa y no paramos a recalibrarnos. Tampoco nos han enseñado.
Todavía recuerdo cuando un coachee, muy reconocido en su sector y que trabaja en televisión, me dijo: Tony, es que me tumbo en la cama y aparezco en el trabajo; al día siguiente me levanto agotado.
¡Esta persona se pasaba toda la noche trabajando porque no le habían enseñado a gestionar su flujo mental de pensamientos!
La falta de sueño es uno de los problemas que va en aumento con repercusiones significativas. Esta carencia de descanso adecuado no sólo merma la eficacia en el trabajo, sino que también conlleva riesgos para la salud mental y física. El sueño insuficiente puede desencadenar irritabilidad, ansiedad, y aumentar el riesgo de enfermedades graves. El NHLBI (The National Heart, Lung, and Blood Institute), estima en sus estudios que el problema del sueño afecta en EEUU a 150.000 accidentes automovilísticos por año, lo que causa alrededor de 1500 muertes. Cifras para tomarse en serio el problema de la falta de sueño.
Pero parece que algo estamos haciendo mal antes de incorporarnos al mercado laboral, porque en un estudio de Juan F. Díaz-Morales & Cristina Escribano (2015) en (doi.org) leemos que los adolescentes en la escuela secundaria sufren de desalineación circadiana, duermen poco entre semana y duermen demasiado los fines de semana. Dado que las escuelas secundarias generalmente imponen horarios tempranos, los adolescentes sufren de jetlag social permanente (SJL).
El impacto de la privación del sueño en la capacidad de tomar decisiones y resolver problemas es notable. La falta de sueño afecta negativamente la concentración y el cerebro, lo que reduce la capacidad de reacción y aumenta el riesgo de errores y accidentes en el trabajo. Esto no solo afecta al individuo, sino que repercute en el entorno laboral en su conjunto.
Frente a estos desafíos, y cuando voy a formar o dar una conferencia a una empresa, uso el mindfulness como una de esas herramientas que no pueden faltar en la caja de herramientas. Esta práctica, que promueve la atención plena y la conciencia del presente, ofrece beneficios tangibles en el ámbito laboral, al trabajador y también a la empresa. Ayuda a aliviar el estrés, mejora la concentración, favorece una toma de decisiones más acertada y potencia la creatividad. Todos son beneficios para la cultura del bienestar que tenemos que trasladar a los empleados.
La incorporación del Mindfulness en la rutina diaria puede ser una estrategia eficaz para mejorar la salud de los trabajadores y aumentar la productividad. Al practicarlo regularmente, se pueden mitigar los efectos adversos de la falta de sueño y empezar a dormir mejor, regula los ritmos circadianos, gestiona los pensamientos nocturnos en bucle y aumenta la resiliencia y la habilidad para manejar el estrés. Además, contribuye a crear un ambiente laboral más sereno y enfocado entre personas, lo que a su vez mejora la productividad y la satisfacción en el trabajo.
Por tanto, es crucial que las empresas reconozcan la importancia de cuidar el sueño y el bienestar mental de sus empleados. La implementación de prácticas de Mindfulness y el fomento de hábitos de sueño saludables no solo benefician a los empleados individualmente, sino que también tienen un impacto positivo en el rendimiento y éxito general de la organización. La salud integral de los trabajadores debe ser una prioridad, y el Mindfulness es una de las herramientas para alcanzarla.
¿Qué opinas al respecto? ¿En tú organización se cuenta con una cultura del bienestar?