Me permití comer más dulces porque por la tarde iría al gimnasio
Soy un desastre, me han mandado una dieta y aun así me doy atracones, así no adelgazaré en la vida.
¿Quién me va a querer con este cuerpo?
Si estas frases no te rechinan del todo seguramente sea porque habrás escuchado o dicho versiones similares. Esto sucede porque vivimos dentro de una cultura de dieta que premia la delgadez ante la diversidad de cuerpos que tiene el ser humano. Y justo este fenómeno, hacer una dieta, es un factor precipitante para desarrollar un Trastorno de la Conducta Alimentaria (TCA).
Con motivo del día internacional de la lucha contra los TCA, aprovecharemos para hablar sobre los factores que pueden hacer que una persona empiece a desarrollar este trastorno y qué podemos hacer tanto si vivimos estos factores como si lo vemos en la vida de personas cercanas.
Además, hablaremos sobre lo que podemos hacer en nuestro día a día para tener una mejor relación con nuestro cuerpo, la comida y que, por ello, nuestra autoestima no se vea perjudicada.
Factores Precipitantes
Para desarrollar el trastorno, es necesario que sucedan uno o más eventos en tu vida que lo precipiten. Estos eventos pueden ser de diversa índole. Pueden ser por haber pasado una enfermedad grave, una ruptura de pareja, sufrir discriminación por tu corporalidad, altos niveles de estrés o, como comentábamos anteriormente, hacer una dieta.
Veamos con más detalle algunos de estos factores:
• Cambios vitales
A lo largo de nuestra vida vamos viviendo diferentes etapas y pasamos por momentos de adaptación a situaciones nuevas. Estos cambios en nuestra vida pueden ser desde pasar a la adolescencia con todo lo que ello implica como una ruptura sentimental o un cambio de trabajo.
• Dietas
Hacer una dieta es el precipitante más común para desarrollar un TCA. Cuando hacemos una dieta, sobre todo si es restrictiva, alteramos nuestro organismo de tal manera que podemos perder la sensación de hambre o de saciedad. Dejan de aparecer de manera natural.
Además, a no ser que establezcamos un cambio de hábitos que sea duradero en el tiempo, es muy posible que recuperemos el peso perdido o ganemos más, el famoso efecto rebote.
Haciendo una dieta nos arriesgamos a tener riesgos físicos para la salud, problemas emocionales como apatía o irritabilidad, alteraciones cognitivas como obsesión por la alimentación o falta de concentración o cambios sociales al perder el interés por actividades antes gratificantes.
• Críticas a la imagen corporal
Los comentarios sobre la corporalidad que vienen de personas cercanas pueden afectar a la percepción que se tiene del cuerpo. Aunque no tengan la intención de dañar, sucede igualmente. Un caso muy común es el de los entrenadores hacia los y las deportistas entrenados.
• Influencia del entorno social
Los grupos de adolescentes pueden influir en la conducta de alguno de ellos cuando hablan de corporalidad o hábitos alimentarios. En la población adulta puede venir de la mano de una recomendación de una persona inexperta o por una conversación sobre una dieta milagro.
• Situaciones estresantes
Los estudiantes pueden tener dificultades para sobrellevar emocionalmente la época de exámenes. En el caso de los trabajadores, esto se puede dar en el momento de afrontar nuevos retos como el comienzo de un proyecto o un cambio de departamento. Para ello, pueden obtener seguridad a través del control de la ingesta.
• Ser víctima de abusos
Vivir violencia sexual puede desencadenar en muchas dificultades psicológicas para las que conviene llevar a cabo un proceso terapéutico. En el caso de los TCA, las personas que lo sufren pueden sentir un rechazo hacia su cuerpo maltratándolo de alguna manera. Además, pueden utilizar la comida para sentir control o paz por medio de la restricción o atracones.
¿Qué hacemos si sentimos que alguien cercano puede estar en riesgo?
- Apoya a la persona, que sienta que puede contar contigo
- No estés hipervigilante, procura que, en el momento de la comida, haya una conversación distendida.
- No hagas comentarios sobre tu corporalidad o la de otras personas en su presencia. Tampoco comentes sobre la cantidad de comida que ingiere la otra persona. Esto hará que esté más pendiente y que el malestar pueda aumentar.
- Recomienda ir a profesionales especializados si se da el caso de que en la conversación se hable de hábitos o dietas.
- Si esta persona se abre a ti, muéstrale tu apoyo y anímale a acudir a profesionales especializados. Puede ser su médico de familia en un principio quien le derive a un servicio de salud mental.
¿Qué hacemos si nos vemos en riesgo de padecer un TCA?
- Pide ayuda profesional de psicólogos y/o nutricionistas con especialización en TCA. Si no hay en tu pueblo o ciudad, puedes buscar de manera online.
- Pon límites: si escuchas en tu entorno social o familiar comentarios sobre tu corporalidad o la corporalidad de otras personas que pueden afectarte, puedes decirles cómo te sientes y pedirles que no lo hagan.
- Revisa qué herramientas de gestión emocional tienes para así sobrellevar situaciones estresantes. Puedes empezar hablándolo con amistades. Sino siempre tendrás ayuda profesional a la que acudir.
El desarrollo de un Trastorno de la Conducta Alimentaria (TCA) puede estar influenciado por múltiples factores, desde cambios vitales y dietas restrictivas, hasta la presión social y las críticas sobre la imagen corporal. Vivimos en una cultura que promueve la delgadez y la apariencia física, lo que puede llevar a situaciones de vulnerabilidad emocional y física.
Sin embargo, es crucial recordar que existen formas de prevenir y tratar estos trastornos. El apoyo emocional, la búsqueda de ayuda profesional y el establecimiento de límites saludables son pasos fundamentales para mejorar nuestra relación con la comida y el cuerpo. De esta manera promovemos una autoestima sólida y positiva.
Si te encuentras en riesgo o conoces a alguien que lo esté, no dudes en buscar el apoyo adecuado y dar el primer paso hacia el bienestar.
Referencias:
Alonso Vaquerizo, I. (2016). Ana y Mía no quieren ser princesas. Meridiano Editorial.