En la clínica nos enfrentamos a multiplicidad de situaciones con los pacientes. Historias diversas en las que aprendemos a descubrir historias, a devolver retazos de pasado reelaborados. Porque en las sesiones el trabajo se construye a partir de lo que trae el paciente, de aquello que dice y también de lo que calla. Los silencios son parte importante de cómo se cuenta el -casi siempre- pasado y presente del sujeto.
El trabajo es compartido. El paciente llega con interés de reeditar, descomponer, comprender y construir una vida nueva. Esto el que viene con ganas de trabajar. Porque, hay que decirlo, hay que tener deseos de trabajar y de cambiar para que el psicoanálisis prospere. Hay un profesional que pone un conocimiento y herramientas y debe de haber un paciente dispuesto a encontrar(se) con una parte de sí a la que no quiere conocer. Sin embargo, es quizás el único camino para que algo cambie.
Hemos hablado en otros artículos cuándo acudir al psicoanalista. En esta ocasión quiero hacer énfasis en la importancia que tiene hacerlo con convicción y no porque alguien externo lo pide o lo sugiere. Y me explico: en tanto y en cuanto no exista verdadero interés, no habrá progreso.
Aunque puede verse desde otro punto de vista… el que llega, siempre (desde algún lugar) quiere. Dirá que lo mandó alguien, que es porque Fulano le recomendó que lo hiciera, porque Mengano le habló bien del profesional…. Si llegó, es que había deseo. Deseo de algo y habrá que dilucidar de qué. Quizás incluso, de fracasar en el intento. ¿Cómo…?
Porque es complejo posicionarse en el centro del deseo, en el centro de la escena de la propia vida. Es arduo “tomar cartas” en el asunto y hacerse responsable (con lo bueno y con lo malo) de aquello que pasa.
El trabajo de análisis apunta a eso, a sacar del lugar de objeto (“me manda mi pareja”) y poner en el lugar de sujeto que decide, que elabora, que produce algo diferente. Que cambia las palabras para moverse de lugar y que no carga a otros de la responsabilidad sabiéndose productor de su propia vida.
Es colocarse en el lugar de comprender que la vida se construye y cada decisión cuenta. Incluso esas acciones, pensamientos u omisiones que se repiten. Cada paso tiene un impacto en la propia persona y con los otros (porque somos con otros).
El proceso de análisis dura lo que el paciente decida, dependiendo de su voluntad y deseo por producir una vida mejor siempre posible. Hay quienes temen mover ficha, porque eso implica reconocer circunstancias o acciones que sería mejor revisar. Hay quienes prefieren creer que las casualidades existen y que somos -simplemente- marionetas a las que las circunstancias nos someten.
El psicoanálisis permite otra manera de vivir.
Te invita a animarte, porque otro camino es posible.