Hablamos mucho de poner limites como si fuera la clave infalible del autocuidado y como si fuera algo sencillo. Sin embargo, el autocuidado compromete más cosas. Poner limites y decir no, a veces, es complejo. Existe una delgada línea entre poner límites y el no tener responsabilidad afectiva hacia los demás.
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En este artículo os quiero hablar de la importancia de poner límites pero también de su complejidad. Hablaré también de cómo establecer límites sanos que te alejen de los demás cuando lo necesites, pero también que te ayude a sentir la conexión necesaria en tus vínculos.
¿Por qué es importante saber poner límites sanos?
Si una persona se siente segura y tiene confianza en que sabe poner límites su relación con los demás será más sana y mucho más satisfactoria. Os lo explico con un ejemplo. Imagina que invitas a alguien a tu casa y te preocupa que ensucie o desordene tus cosas. Si tú confías en tu capacidad para poner límites como “por favor, no descoloques mis cosas” o “ten cuidado que se está manchando la mesa, no la ensucies”, estarás mucho más tranquila cuando esa persona llegue. Además, te podrás relacionar con ella desde esa calma y pudiendo disfrutar de su compañía. Por el contrario, si solo te preocupas porque no ensucie ni desordene nada porque no saber poner límites a tiempo, estarás pendiente todo el rato de su conducta: de si desordena o no, de si mancha o no. No podrás disfrutar de su compañía y además estarás nerviosa por si pasa algo que yo no quieres.
La complejidad de poner límites sanos está en valorar si nuestros límites son demasiado rígidos o demasiado laxos. Esos límites dependerán del nivel de cercanía que tú deseas con los demás. Eso sí, establecer límites sanos implica asumir las consecuencias de esos límites. Los límites son de utilidad tanto para separarnos como para estar conectados con nuestra gente. Se trata de valorar en qué casos merece la pena y es necesario ponerlos y en cuáles no. Todo esto puede resultar confuso, pero los límites son esenciales para el autocuidado y para vincularnos de manera sana con los demás.
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El equilibrio entre la cercanía y la distancia en las relaciones.
Cada cual tiene su propia percepción sobre la cercanía o la distancia emocional, con lo cual es difícil establecer cuál es el punto óptimo. En la búsqueda de ese equilibrio, a veces, surgen conflictos en nuestras relaciones. Sin embargo, unos límites en equilibrio son esenciales para poder establecer una intimidad sana. Por norma general, si las personas son intrusivas o insistentes, agobian, y si evitan el contacto o son distantes se les percibe como personas desapegadas.
Cuando ponemos límites o cuando nos los ponen, hemos de recordar que esta percepción de lejanía o cercanía es subjetiva. No significa que cuando alguien pone distancia es porque le hemos dejado de importar. Por el contrario, cuando alguien pide más tiempo contigo, no está tratando de agobiarte. De nuevo, vemos que si ponemos límites equilibrados se reduce el miedo a la intimidad (o a eso que algunos llaman agobio).
A continuación, trataré de explicarte cómo poner límites sanos. Recuerda que ninguno de estos consejos son infalibles y que de lo que se trata es de valorar cada situación.
¿Cómo saber poner límites?
1. Conoce tus límites.
Aunque parece algo obvio, a muchas personas les cuesta mucho identificar donde están las líneas rojas. Algunas temen ser demasiado controladoras, otras temen que, por mucho que los pongan, los demás van a seguir aprovechándose de ellas. Para conocer tus límites, antes tienes que saber cuáles son tus necesidades, tus deseos y cómo funcionan tus sentimientos. Pregúntate cómo te quieres relacionar con los demás. Por ejemplo, “¿cuánto tiempo necesitas pasar con tus amistades o con tus familiares?”, “¿cómo te sientes si no pasas ese tiempo?”.
2. Pregúntate de donde viene tu dificultad.
¿Por qué crees que te cuesta tanto decir no? ¿Te han criado en la obediencia? ¿Tienes una parte de ti que quiere complacer a los demás? Esta es la dificultad más común, y la primera que sale en consulta, como causa de la dificultad a la hora de poner límites. El querer complacer siempre no nos permite medir cuándo estamos dejando de lado nuestras propias necesidades y deseos.
3. Comunica tus límites.
Salvo límites que son obvios, como los físicos (ej.: no tocar el cuerpo de nadie sin su consentimiento), los demás no pueden adivinar tus límites. Damos por hecho que los demás saben nuestros límites o, peor aún que deben adivinarlos. Ej.: “No me llames si has bebido, si estás ebrio no quiero hablar contigo así”. Además, se pueden comunicar los límites sin ser agresivo y no eres egoísta por hacerlo.
4. Intenta comunicarlos de manera asertiva.
Mantén la serenidad. Estás en tu derecho de poner límites. Hazlo de manera clara, sin generalizaciones. Asimismo, es muy recomendable no caer en los ataques. A veces, pensamos que estamos poniendo un límite y, en realidad, estamos acusando. Por ejemplo, no es lo mismo decir “es que siempre me estás gritando” a “no quiero hablar contigo si me gritas”. ¿Se ve la diferencia?
5. Respeta los límites de los demás.
Escuchar y saber cuándo otra persona te está poniendo un límite es señal de que también los sabes poner tú. Como ya he mencionado, los límites sanos están para acercarnos más a los demás, alejarnos si lo necesitamos y vincularnos con otros desde la empatía y la conexión. Cuando respetamos los límites de otra persona le estamos diciendo: “Eres importante para mí y te veo”.
En conclusión…
Todas las personas necesitamos ser vistas. A quienes les cuesta decir no o marcar un límite relacional suelen tener debajo creencias sobre su identidad como que no merecen ser vistos o de indefensión, es decir, que hagan lo que hagan no van a ser respetados.
Saber poner límites no es tan sencillo como parece. Es fácil confundir límites con deseos o con falta de responsabilidad afectiva. Recuerda que los límites no son amenazas y, sobre todo, no los utilices como comodín para desresponsabilizarte de tus actos en tus vínculos. Úsalos bien. Quienes establecen límites sanos saben cuándo tienen que decir no y cuándo decir sí valorando cada situación y contexto.
¿Quieres construir relaciones sanas en tu vida?
Como he comentado los límites no son lo único necesario para construir relaciones sanas. Como siempre digo las relaciones son complejas, pero las relaciones sanas enriquecen mucho nuestra vida y aportar un bienestar muy valioso. Si sientes que necesitas apoyo para fortalecer tus vínculos, estaré encantada de acompañarte. Si quieres más información sobre la terapia, puedes escribirme aquí.
Referencias bibliográficas
Boon, S. (2015). Vivir con disociación traumática. Desclée de Brouwer.
Ogden, P., Minton, K., & Pain, C. (2009). El trauma y el cuerpo. Un modelo sensoriomotriz de psicoterapia. Bilbao: Desclée de Brouwer, 257, 332-341.
Erskine, R. (2020). Presencia terapéutica y patrones relacionales: conceptos y práctica de la psicoterapia integrativa. Routledge.