El otro día, en mi trabajo de atención al público en el Consulado, tuve una conversación con una estudiante colombiana que había llegado hace 4 meses a Barcelona para estudiar un máster. En medio de nuestra charla, ella compartió conmigo la batalla que estaba librando contra numerosos ataques de ansiedad. Después de un rato de conversación en donde profundizamos en lo que le pasaba, me contó que en Colombia había sido víctima de violencia de género. La decisión de dejar Colombia, en busca de un nuevo comienzo, estaba motivada por la esperanza de escapar de esa situación emocional y del peso que la agobiaba. Sin embargo, descubrió que, sin importar que tan lejos te vayas, tu carga emocional te sigue. Tu historia personal, tus miedos, tus ilusiones, tus prejuicios, tus traumas, todo, viaja contigo. Esa maleta emocional nos acompaña a dónde vayamos y tarde o temprano aparece lo que llevamos guardado en ella. Por eso no es del todo cierto que cuando nos mudamos de país, empezamos de cero. Migrar es una oportunidad para poner perspectiva, sanar heridas, eliminar las voces o mandatos que traemos y que no nos sirven y también para abrazar con fuerza esos aspectos de nuestra historia que nos dan fuerza y que se convertirán en nuestra mejor compañía. En definitiva, es una oportunidad para que nuestra maleta emocional florezca.
Si estás viviendo este proceso, te invitamos a que mires tu maleta
- ¿Qué cargas estás dispuesto a soltar para sentirte más ligero?
- ¿Qué elementos de tu pasado te dan fuerza y pueden ser tu ancla?
- ¿Qué herramientas necesitas para manejar las emociones que la migración después?
Recuerda que no estás solo en este camino. Existen espacios, como Migra-Ando