La falta de educación emocional y la rapidez que buscamos en nuestras vidas, nos ha llevado a desarrollar unos cuantos mitos sobre las emociones que nos llevan a creer que hay emociones malas, que las debemos evitar y que no deberíamos sentirnos como nos sentimos. Si lo hacemos, es que hay algo mal en nuestra forma de pensar o que tenemos una mala actitud.
En este artículo queremos hablaros de cuáles son las creencias falsas sobre las emociones, por qué no son verdad y cómo influye pensar así en tu salud mental y en tu bienestar emocional. Haremos hincapié en cómo podemos tratar de derribar estos mitos para que empieces a cambiar tu manera de ver las emociones y que no te hace bien.
Algunas cositas sobre las emociones.
En primer lugar, deberíamos aclarar qué son las emociones y algunas de sus características. Las emociones son reacciones fisiológicas que tiene nuestro cuerpo ante una determinada situación. A muchas personas les cuesta sentir, pero, sí, las emociones las sentimos en el cuerpo, no las pensamos ni las racionalizamos. En definitiva, el cuerpo es la vía que tienen nuestras emociones de expresarse.
Hambre emocional vs. hambre fisiológica: ¿Cómo distinguirlas?
Por lo tanto, para tener una adecuada regulación emocional va a ser muy importante que pongamos la atención en el cuerpo. ¿Dónde se localiza esa tristeza?, cuando siento rabia, ¿dónde la siento?, ¿cómo sé si es miedo esto que siento o es otra cosa?
¿Y por qué tenemos emociones? Más bien la pregunta sería: ¿para qué tenemos emociones? Pues bien, todas las emociones tienen una función. Por ejemplo, si sentimos miedo es para que nos alejemos del peligro o si sentimos vergüenza es para que veas si está en riesgo tu imagen pública. Las emociones nos permiten saber cómo deberíamos actuar. Otra característica particular de las emociones es que son pasajeras, cosa que se nos olvida. Las emociones van y vienen, ninguna dura para siempre.
10 creencias falsas sobre las emociones más comunes.
1. Hay que estar siempre alegres.
Redes sociales y medios de comunicación se encargan muy eficazmente de transmitir este mito. Nos venden que hay que estar siempre bien y que si estás mal es porque quieres, ya que hay un montón de cosas que puedes hacer para no estar mal. En primer lugar, hablar de estar “mal” o “bien” no son emociones y deja fuera a un amplio rango de emociones. En segundo lugar, no permitirte estar bien y tener que fingir una emoción que no sientes (alegría) te va a generar mucha angustia o ansiedad, ya que estás reprimiendo o tapando lo que realmente sientes.
2. Si le hago caso a una emoción me invadirá.
Existe este temor generalizado de que si escuchamos lo que sentimos vamos a estar peor. Como si hacerle caso a una emoción fuese abrir un embalse que se desborda y que no tiene control. Esto puede suceder cuando, después de haber estado un tiempo reprimiendo emociones, finalmente, estallas. Las emociones siempre tienen que salir, de una manera u otra. Sin embargo, si vas dejando salir tus emociones (escuchándolas, validándolas, no juzgándolas o expresándolas) poco a poco, no se desbordarán, sino que podrás gestionarlas mucho mejor.
3. Es mejor aprender a ignorar las emociones.
Esta creencia suele partir de personas que se han criado en entornos donde las emociones no se han tenido en cuenta. Sus emociones han sido ignoradas o se ha transmitido la idea de que, si se quiere seguir adelante, no hay que pararse a ver qué emociones estás sintiendo. Esto tiene su parte de verdad: cuando hemos vivido situaciones difíciles, hemos tenido que dejar nuestras emociones de lado para poder sobrevivir en un entorno hostil y doloroso. Esto se va transmitiendo de generación en generación y, al final, lo que ocurre es la disociación. Efectivamente, has acabado aprendiendo a ignorar tus emociones y lo sigues haciendo aun cuando ahora estás en un entorno más seguro.
4. No debería sentirme como me siento si los demás no aceptan mi emoción.
Vivimos demasiado a menudo situaciones en las que se nos dice “no es para tanto”, “no deberías ponerte así” o el mítico “míralo de otro modo”. Has de saber que esto nos lo dice la gente (sobre todo, la gente que nos quiere) porque no son capaces de soportar la incomodidad de verte sufrir. Sin embargo, aunque podríamos vivir en una sociedad que nos permita sentir emociones desagradables o dolorosas, cada cual es responsable de validar sus propias emociones. Que los demás no lo hagan no significa que no deberías sentirte así. De hecho, las emociones no entienden de “deberías”, simplemente están ahí.
5. Para cada situación hay una emoción.
Parece que existe una manera correcta de sentirse para cada tipo de situación. Cada persona siente de una manera diferente y una misma situación a una le puede conectar con la rabia y a otra con la tristeza. Este mito nos puede llevar a creer que si no reaccionamos de la manera más común, es que hay algo que no concuerda y no nos permitimos sentir lo que estamos sintiendo. Por ejemplo, si hemos perdido a alguien, decimos que “lo normal” es estar triste, pero hay personas que se enfadan.
6. Si te sientes mal es porque quieres.
Hay tantas y tantas maneras de distraerse hoy día y tantos y tantos recursos para no conectar con lo que sentimos (móvil, alcohol, deporte, series, pelis, etc.) que este mensaje puede llegar a calar muy hondo. Ahora bien, esto tiene un pero bastante grande y es que la distracción puede estar bien siempre y cuando sea temporal. Hacer cosas nos puede ayudar a resetear, pero tiene consecuencias negativas si lo utilizamos como estrategia de evitación.
5 estrategias de regulación emocional que utilizamos cuando las emociones nos sobrepasan.
7. Hay emociones positivas y negativas.
Ninguna emoción es mala o buena. Como decíamos antes, todas las emociones tienen su función y nos pueden estar avisando de algo útil y bueno para nosotros. Estamos de acuerdo en que unas son más dolorosas y otras menos. Por lo tanto, nos gusta más dividirlas en emociones agradables y emociones desagradables. Por ejemplo, la envidia sería una emoción desagradable y la gratitud una emoción agradable. Clasificarlas en positivas o negativas o buenas o malas, nos lleva a juzgarlas y, si las juzgamos, no las podemos validar.
8. Si soy racional, las emociones se aliviarán.
Un error muy común que cometemos cuando una emoción nos desborda es tratar de racionalizarla. Esto es buscar argumentos que nos cuadren más o menos que nos ayuden a justificar por qué nos sentimos como nos sentimos. Las desventajas de esta estrategia son dos: por un lado, en esa búsqueda encontrarás argumentos que no te parecerán nada válidos y, por otro, no te permitirás sentir la emoción, dejarla salir, sino que tus pensamientos actuarán de tapón, oprimiéndolas.
9. Hay que evitar enfadarse.
El enfado es incómodo y molesta a quien te ha hecho enfadar. Estamos muy acostumbrados a que nos digan eso de “pero no te enfades conmigo”. Hemos aprendido que no es bueno enfadarse, que aleja al otro. Sin embargo, el enfado tiene una función muy importante: defenderse o poner límites. Es cierto que el enfado origina confrontación, pero, tenemos que aprender que los conflictos se pueden resolver. Como cualquier otra emoción el enfado se pasa si lo dejamos estar. Desde luego, hacer como que no nos enfadamos lo único que hará es alimentar la rabia.
10. Si me distraigo, la tristeza se irá.
Como ya hemos comentado, la distracción es una estrategia de afrontamiento de las emociones muy útil si sabemos que es temporal. Si no es así, no estamos gestionando la tristeza, solo la estamos apartando, ignorándola y no dejamos que se libere. La tristeza está para decirnos que hemos perdido algo o que algo nos ha dolido, si no le hacemos caso, no podemos hacer nada, no buscaremos apoyo o intentaremos arreglar lo que ha sucedido.
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En conclusión…
Esperamos que en estas líneas hayan quedado claras la importancia de la validación y la tolerancia a nuestras emociones. Es cierto, que, a veces, las emociones se presentan con demasiada intensidad o de manera desadaptativa (ej.: sentir ansiedad cuando tienes que hablar en público, cuando hablar en público no conlleva ningún peligro). No obstante, ello no quita que las escuchemos. Las emociones están ahí para que podamos comunicar deseos o necesidades, nos protejamos en caso de que nos hagan daño, nos vinculemos con los demás o nos ayuden a tomar decisiones.
Todos estos mitos sobre las emociones contribuyen a que un montón de gente tenga grandes dificultades para manejar o tolerar sus emociones. Además, aunque parezca una tontería, estas dificultades pueden llevar a problemas en la salud mental como trastornos de ansiedad, adicciones o disfunciones sexuales. Además, genera problemas en las relaciones familiares, amistades y de pareja.
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¿No sabes cómo gestionar tus emociones?
Por eso, te animamos a que des el paso y comiences terapia si sientes que no sabes gestionar tus emociones, sientes que te desbordan o crees que no las sientes. Es tan importante que no nos desborden como sentirlas en una medida sana y adaptativa. En Vervana Psiología, contamos con psicólogos especialistas en la regulación emocional y en trastornos psicológicos. Puedes ponerte en contacto con nosotras y te asesoramos o puedes reservar tu primera sesión aquí.
Referencias bibliográficas
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