La mitad de las empresas encuestadas a nivel mundial afirman que han fracasado en sus procesos de transformación digital. Según el estudio de SoftServe Digital Transformation Report de 2017 sólo el 33% de estas empresas o instituciones han conseguido implantar procesos completos de transformación digital en sus negocios. En base a estos datos podríamos pensar que una de cada tres organizaciones está preparada para afrontar un proyecto de cambio digital. Sin embargo, muy probablemente el porcentaje sea menor. ¿Por qué? ¿Qué comporta estar preparados?
A estas alturas todos estaremos de acuerdo que cualquier proceso de cambio depende de las personas que componen la organización. Y si esto es así, se necesitan managers que impulsen la transformación digital a través de un nuevo liderazgo. Provocar la apertura al aprendizaje (y al desaprendizaje), propiciar espacios colaborativos y de innovación, o potenciar comportamientos adaptativos y flexibles, son algunas de las claves para afrontar este tipo de procesos. A nivel estratégico, se trata de crear una cultura positiva con el objetivo de desarrollar hábitos que sirvan de cimiento para la construcción de la nueva “era”. ¿Cómo detectar culturas positivas?
Existen empresas en dónde proponer ideas nuevas y mejoras es bienvenido, y otras que cualquier idea nueva es un “marrón” que nos despista del día a día. Seguro que adivinamos en cuál será más exitoso un cambio.
Pensemos cuántas reuniones hemos tenido esta semana. Cuántas de ellas hemos empezado y acabado a la hora prevista. Cuántas de ellas han acabado con planes de acción nítidos, con responsabilidades y timings En definitiva, si más de la mitad no nos han resultado productivas, no estaremos en el camino hacia lo “positivo”.
Una vez un director general me dijo: “el único plan de comunicación interna que necesitamos en la empresa es transformar el canal B en el canal A”. Y tenía razón, provocar que las conversaciones informales entre personas de diferentes jerarquías o departamentos sean la base de ideas innovadoras, es reflejo de culturas avanzadas y preparadas para nuevos entornos.
¿Cuántas veces se prometen promociones, salarios o incentivos y luego no se cumplen? En una cultura positiva no se promete nada que no se selle en un compromiso, y éste siempre se cumple por menor que parezca.
Cuando el notario de la empresa es el correo electrónico estamos muy lejos de una cultura sana. Hablar, informar, compartir con las demás áreas y departamentos sobre nuestras actividades, no sólo es positivo sino necesario. Y si conseguimos un “face to face” mejor.
En empresas digitales e interconectadas, “hacer las cosas bien” está más valorado que las normas y los procedimientos internos. Como dijo en su día Herb Kelleher (fundador de Southwest) “Tenemos un plan estratégico. Se llama hacer las cosas bien”
El modelo de liderazgo que se basa en rodearse de súbditos adeptos a nuestra “religión”, no propicia el crecimiento y el desarrollo de nuestros colaboradores. La cuál cosa nos supondrá las primeras resistencias al cambio y la defensa férrea de seguir haciendo las cosas como siempre. Si queremos cambios, huyamos de ése modelo e impulsemos un liderazgo emocional e innovador.
Estos comportamientos son algunos ejemplos que nos pueden ayudar a detectar lo que necesitamos transformar, para impulsar proyectos de cambio en nuestra empresa. Si no queremos fracasar en la era digital, hagamos que la primera fase de nuestro proceso sea diagnosticar nuestro liderazgo y nuestra cultura. Nuestra mejor inversión será establecer las acciones necesarias para convertirlas en positivas e innovadoras.