Los niños necesitan que se les pongan límites para poder reconocer y respetar los derechos de los demás. Si no es así, no aprenderán a distinguir lo que deben hacer o no en cada momento, lo que está bien o mal.
Si se ponen límites, normas, el niño se siente seguro y protegido; las normas ofrecen al niño criterios claros de referencia; ve a los padres fuertes; se siente más seguro, inclinado a identificarse con ellos; aprende a renunciar, aceptar el “no”, preparándose para afrontar y aceptar frustraciones con las que diariamente se enfrenta; aprende valores como orden, respeto, tolerancia,..
Los límites enseñan al niño a organizarse y tener buenos hábitos, de gran importancia para su vida.
Y ¿A quién corresponde poner límites? Son los padres los que deben ejercer ese papel. No es fácil, no es sencillo, por eso a menudo encontramos padres que no ponen límites a sus hijos. Esto es debido a que en la actualidad la educación que se basa en la autoridad se rechaza. “Disciplina” y “autoridad” se identifican con castigo, imposición y represión, características de la educación autoritaria sufrida en el pasado. Los padres evitan ejercer su autoridad porque tienen miedo a parecer anticuados, cofunden “autoridad” con “autoritario”.
“Autoritario” significa despótico; “autoridad” viene del latín, del verbo “augere”, significa ayudar a crecer. Este es el objetivo de los padres: ayudar a que sus hijos crezcan. Los padres deben educar con autoridad, deben ayudar a sus hijos a aprender, a madurar, a ser autónomos e independientes para poder crecer.
Cuando los padres no ejercen éste, que es su deber, atentan contra éste, que es el derecho de sus hijos. Marcar límites, ayudar a crecer, pautar normas, ayudar a crecer. Ayudar a crecer es educar y hay que hacerlo con autoridad.
Hay muchos padres que no saben fijar límites a los comportamientos de sus hijos: padres con una educación autoritaria; con poco tiempo, falta de autoestima, inconsistencia educativa entre los padres, superprotectores, cómodos, autoritarios, no saben mantener el no,… A veces, dependiendo de los momentos, la edad del niño, incluso del estado emocional, combinan diferentes tipos: permisivo-autoritario, superprotector-perdida de control,…
Los niños educados sin límites adecuados suelen presentar las siguientes características: entre 3 y 18 años, son inteligentes y manipuladores; egocéntricos, egoístas, intolerantes, caprichosos; no toleran el “no”, no piden, exigen y amenazan; se enfadan y discuten con los adultos con frecuencia; no respetan, son rencorosos; irresponsables; culpan a los demás de sus actos; no toleran la frustración; tienen todo lo que quieren,…
Son niños que exigen cada vez más y que viven las negativas cada vez peor. Los padres quieren que sus hijos no se frustren, que no sean agresivos, que sean felices. La falta de límites y normas hace que estos niños se conviertan en lo contrario de lo que sus padres desean para ellos, se convierten en niños frustrados, quizá violentos, apáticos, desmotivados,…
No es fácil marcar límites. Cuando los padres ponen normas los hijos se rebelan, se enfrentan a ellos, se saltan las normas,… todo ello es necesario para aprender. También el niño quiere probar, con su actitud y comportamientos, hasta dónde puede llegar, cuál es el límite de los padres. En estos momentos no es el comportamiento del niño lo más importante, sino la actitud, la respuesta de los padres. Deben mostrarse firmes porque si ceden costará recuperar el respeto por las normas y, lo más importante, hacia ellos.
Saltarse los límites, no respetar las normas ni las personas, debe tener consecuencias claras, concretas. Los niños deben saber que no cumplir las normas tiene consecuencias. No hay excusas. Pueden elegir cumplir o no cumplir las normas, pero deben aprender a responsabilizarse de sus actos. Si no cumplir las normas tiene consecuencias, cumplirlas también las debe tener. No hay que olvidar que tan importante como aplicar las consecuencias cuando se saltan lo límites, es valorar, reconocer y recompensar al niño cuando las cumple.
Y todo ello porque los padres quieren a sus hijos, les quieren enseñar, quieren que crezcan, quieren que sean adultos responsables.
Porque les quieren tienen que marcar límites y hacerlos respetar con autoridad; porque les quieren les enseñan a ser responsables de sus actos y sus consecuencias; porque les quieren les ayudan a crecer.