Hay un momento en la vida en el que echas la vista atrás y te preguntas si eso es todo lo que la vida tiene que ofrecerte, si has elegido bien tu camino y si ese camino tiene sentido de ahora en adelante.
Empiezas a cuestionarte decisiones que has tomado o simplemente te invade una sensación de vacío o tristeza que no sabes de dónde viene.
Es probable que si eres de los primeros empieces a replantearte hasta lo que considerabas más básico, y hagas cambios vitales importantes como abandonar una relación de pareja, cambiar de trabajo, irte a vivir al campo… Y si eres de los segundos, es fácil que caigas en el inmovilismo, la tristeza y la apatía.
¿Qué me pasa?
Hacer este balance cuando nos sentimos en el ecuador de nuestra vida es casi inevitable. Si la idea que teníamos de nosotros mismos llegada esa edad no concuerda con la realidad del momento es cuando viene el conflicto.
Probablemente en nuestra imaginación tampoco contábamos con las responsabilidades y la rutina y si además nos faltan estímulos, no es raro que muchos sientan la necesidad de pegar un volantazo para recuperar lo que creen como tiempo perdido, dando lugar incluso a infidelidades, huida del compromiso y de las responsabilidades y actitudes infantiloides.
Se me pasa el arroz
Llegado este punto de la vida, si no has sido madre, es posible que sientas la presión de la maternidad, el tiempo apremia, y aunque lo hayas sido, ves acercarse la sombra de la menopausia, es momento de decidir si quemar ese último cartucho de la maternidad o despedirse de esa etapa de la vida para siempre, ahora o nunca.
Además puedes ver cambios en tu cuerpo que te resulten difíciles de aceptar, parece que los mejores tiempos ya pasaron y la publicidad nos bombardea con cremas antiarrugas y productos reafirmantes, no está permitido envejecer, uy, la sola palabra ofende.
Tener un hijo, escribir un libro y plantar un árbol
Tengo que tener un hijo (mejor dos, la parejita), y si puede ser dentro de una casa con jardín, un marido ideal y un perro, mucho mejor, eso da puntos extra!
Escribir un libro y plantar un árbol, dejar mi huella para la posteridad, vaya. Venir al mundo ya con esas obligaciones a mí no me hace mucha gracia, qué presión por favor.
Y si hago esas tres cosas, qué? ¿Qué gano? ¿Dónde está mi premio?
Yo me quedo con plantar un árbol como símbolo de la preservación de la naturaleza, pero también me sirve poner mi granito de arena en contribuir para que no se talen más.
En mi versión de escribir un libro lo que importa es descubrir ese potencial o esa habilidad que tengo y potenciarla, sea escribir, bailar o hacer croquetas.
El propósito de vida
Mi madre siempre me ha dicho que los 40 son la mejor edad, quizás por eso nunca los he temido, aunque eso no ha evitado que haya hecho mi valoración y una vez hecha, orientado mi vida hacia mi propósito.
Sí, el propósito de vida, ahí está la clave, el motivo por el que te levantas cada mañana y lo que le da sentido a tu existencia. Dicho así suena muy trascendental pero tener claro tu propósito y dirigirte hacia él es clave para una vida plena y con sentido.
¿Y cómo sé cuál es mi propósito?
Piensa en qué te gusta hacer, qué hacías de pequeño que te encantaba? ¿Qué harías aunque no te pagaran por ello? ¿Qué te apasiona? ¿Cuáles son tus valores? Ahonda, céntrate en ti, piensa más allá de lo que te han ido inculcando y has asumido como propio.
Te animo a hacer una “vision board”, así que prepara tijeras y pegamento, hazte con revistas o fotos y ves enganchando en una cartulina imágenes con cosas que quieres lograr, desde un coche nuevo hasta el trabajo de tus sueños. ¡Diviértete y apunta alto! Puede que descubras deseos que ni conocías. Y permítete evolucionar, este panel no es inamovible, modifícalo todas las veces que haga falta.
Y lo más importante: Toma acción.
Ahora que tienes clara la dirección, toma tu camino, avanza hacia tu propósito, por lejano que te parezca, si cada día das un pequeño paso y tus acciones están dirigidas hacia tu objetivo, lo alcanzarás y durante el trayecto todo irá tomando sentido.
Porque la crisis de los 30, 40, 50… Como cualquier otra crisis no es más que una oportunidad para reconducir tu vida hacia donde quieres estar.
¡Disfruta del camino!