Todo individuo ha nacido y pertenece a un sistema, el cual se denomina <sistema de origen>. Es aquel en el cual aprendimos las bases de la vida, de las relaciones, y en donde incorporamos patrones y creencias que nos ayudaron en mayor o menor medida a situarnos y caminar por el mundo. También es el lugar donde pudimos experimentar el vínculo, el apego, donde tratamos de buscar nuestro lugar y descubrimos lo que era dar y recibir.
Con todas estas herramientas, las cuales <siempre> fueron suficiente, salimos al mundo y pasamos a formar parte de otros sistemas, tales como: la escuela, los amigos, la pareja, el trabajo, etc. Todos ellos con sus propias reglas, con su propia alma, que determinará cómo se mueve dicho sistema y qué normas tanto implícitas como explícitas maneja.
Es importante destacar que todo sistema busca la homeostasis, lo que significa que buscará compensar, regular y volver al equilibrio, con tal de mantener la supervivencia del grupo.
Bert Hellinger en su Libro <Los Órdenes del Amor> definió tres órdenes:
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El vínculo o necesidad de pertenencia;
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El orden en el cual cada miembro llega al sistema;
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El equilibrio entre el dar y el recibir.
En esta primera parte me gustaría empezar por el tercero, aunque los tres sean igual de importantes, puesto que los tres mueven los hilos y son la base de muchísimos desequilibrios, bloqueos y conflictos que vivimos en la vida. Si logramos poner atención y descubrir en qué medida nos afectan, si están bien colocados o si en algún punto están vinculados con hechos dolorosos, será el primer paso para alcanzar el equilibrio y la paz interna que tanto ansiamos.
¿Qué entendemos por dar y recibir?
En cualquier intercambio que efectuamos, estamos moviendo energía. Energía que se concreta en la materia, ya sea con actos que llevamos a cabo por otros o que otros hacen por nosotros, ya sea a través de objetos que intercambiamos. El dinero con el que compramos bienes y servicios también supone un intercambio de energía. ¿Alguna vez lo habías visto de esta forma? Es importante saber y poner consciencia en cómo intercambiamos con los demás, de qué forma y qué movimiento interior ponemos al servicio de cada intercambio.
El dar y recibir puede parecer un hecho sin importancia, sin embargo, genera muchos más problemas y conflictos de los que te puedas imaginar.
Te pondré algunos ejemplos:
- Una madre de familia, María (marido y 3 hijos, de 15, 10 y 5 años) en donde sólo ella organiza a la familia, se encarga de comprar, cuadrar horarios, cocinar, limpiar, etc. Además, tiene un trabajo de 9 a 15h. El marido trabaja de 9h a 18h, pero no colabora en las tareas del hogar ni con la organización de los niños. Se casó con una mujer que lo asumió todo con buena actitud, y para el hombre también estuvo bien esa regla implícita. Esto hace que María viva con la sensación de que nadie la cuida, que nadie se ocupa de saber si está bien, si está cansada… o sin un día no puedo con las tareas.
María, cuando era pequeña, se encontró con 10 años cuidando de sus dos hermanos pequeños. Sus padres trabajaban todo el día, y puesto que era responsable, asumió el rol de cuidadora demasiado pronto.
Este patrón de atender a los demás se instaló en ella y en su inconsciente pensó que tenía que hacerlo todo. Los padres se acostumbraron a no atenderla a ella y se tuvo que espabilar sola.
- Iván trabaja en una oficina, se le da bien organizar, el jefe lo sabe, y lo ha dejado al cargo de toda la oficina (3 compañeros más) sin reconocer el cargo ni en categoría ni en salario. Iván inició su trabajo en esta empresa, contento por la responsabilidad que se le entregaba, pero con el tiempo empezó a sentir que no se le reconocía y esto generó en él un enfado continuo además de insatisfacción.
De niño, Iván perdió a su madre con 5 años, su padre se hizo cargo de él, pero trabajaba todo el día, por lo que Iván pasaba muchas horas en el colegio, se preparaba el desayuno y la cena y con el tiempo, se ocupaba él mismo de todas sus cosas.
En ambos casos, el patrón se instala desde pequeños. Leen el ambiente, y lo que reciben es que tienen que situarse en el patrón de dar, que para ellos no hay apenas nada en la familia. Tienen que aportar si quieren pertenecer y ser amados.
En sus relaciones posteriores, van a ser personas que siempre van a estar dando y dando sin medida. Las personas de su entorno percibirán que no dejan espacio para recibir porque se han acostumbrado a dar solamente.
Seguramente estos ejemplos te suenen, o bien de ti misma o bien de personas con las que convives en tu día a día. Pues bien, estos patrones implantamos, lo único que generan son desequilibrios e insatisfacción.
Quizás te preguntes por qué…
Porque aquel que siempre está dando, está generando una deuda energética continua con su entorno. A través de sus actos, no permite que le den nada, por lo que va enemistándose con los demás o perdiendo relaciones. La única relación que parte de un desequilibrio que por más que demos nunca se podrá compensar, es la relación de padres e hijos, ya que nos han dado lo más grande que existe, que es la VIDA. Posteriormente, necesitaremos salir de nuestro sistema de origen para entregar en otros sistemas, aquello que hemos recibido ya sea mucho o poco.
Exceptuando la relación de padres e hijos mencionada, para el resto de relaciones es necesario que estén más o menos equilibradas en el intercambio energético. Cada vez que entregamos algo y posteriormente nos entregan, quedamos libres de deuda, por tanto, libres de continuar con la relación o salir de ella. Esto se ve muy claro en los intercambios comerciales, puesto que voy, compro un producto o servicio, pago y me lo entregan. Ahí acaba el intercambio, por lo que estoy en paz con la persona que me ofrece el servicio. Luego decidiré si me interesa volver libremente a la misma persona porque necesito más de aquello que me ofrece. A más intercambio, obtendríamos más vínculo con la persona. Como es el caso de la pareja, puesto que los intercambios que llevamos a cabo a medida que la relación crece, son intercambios profundos que nos van a vincular en gran medida.
¿Se puede llegar a equilibrar nuestro patrón del dar y recibir?
Por supuesto, se puede. Lo primero y más importante es poner consciencia de lo que sentimos cuando damos y cuando recibimos. Si nos sentimos en paz, o si por el contrario sentimos que hay algo que está desequilibrado. El primero en darnos la voz de alarma será nuestro cuerpo que, como canal de todas nuestras memorias, nos pistará de si vamos por buen camino, ya que es nuestro mejor Pepito Grillo.
Si nos hemos observado, notamos incomodidad, enfado, tristeza, etc. Y no podemos cambiarlo por nosotros mismos, es un buen momento para ir a consultar con un terapeuta, que nos podrá ayudar a poner luz sobre el patrón de origen, para así poco a poco, irlo cambiando, en nuestro beneficio y para beneficio del conjunto.
Espero que estas palabras hayan puesto un poco de luz en tu funcionamiento interno, porque cuando ponemos luz a dentro, esa luz se irradia a fuera, convirtiéndonos en puntos de Luz para la Humanidad.
Recuerda… sé amor en acción.