La aceptación es una palabra que escuchamos seguido, pero que, a menudo, nos resulta difícil de lograr, especialmente en situaciones difíciles o dolorosas, cómo puede ser tener un hijo con alguna discapacidad.
La aceptación puede ser difícil de lograr, si nos resistimos a lo que está pasando, pero es fundamental para encontrar la paz y el bienestar familiar. Como dice Eckhart Tolle en su libro «El Poder del Ahora»: “la aceptación es el primer paso hacia la paz”.
Aceptar la realidad de que estamos atravesando una situación difícil, un problema o lo que sea, no significa que tengamos que resignarnos. Aceptar no es ceder ante la situación, sino reconocerla sin juicios ni etiquetas. Este cambio de perspectiva nos permite ver que, aunque hay aspectos de la vida que no podemos cambiar, hay mucho que sí podemos hacer para atravesar la situación.
Eckhart Tolle habla de la aceptación cómo una entrega que implica dejar fluir la vida y aceptar el momento presente incondicionalmente. Esta entrega no significa soportar pasivamente cualquier situación; más bien, es un acto de reconocimiento y acción. Si imaginamos que estamos atrapados en un pozo, la aceptación no se trata de resignarnos a quedarnos allí, sino de reconocer nuestra situación y actuar para salir de ella.
Por lo tanto, aceptar algo, por ejemplo, que mi hijo tiene un problema de conducta, que tiene dificultad en el habla, que no comprende bien, etc. no implica juzgar esta realidad. Es decir, no implica decir que esto no debería estar pasando, o porque a mí, o que tiene que ser diferente, etc. Si logramos aceptar lo que está pasando en este momento, podemos encontrar la paz necesaria para buscar soluciones, adaptaciones, o las actuaciones que sean necesarias en ese momento. Podremos enfocar nuestros esfuerzos en cómo ayudar a nuestros hijos. Las acciones que realicemos serán más efectivas que quedarnos atrapados en la ira, el resentimiento o la frustración. La aceptación nos permite dejar de lado esos sentimientos negativos y canalizar nuestra energía hacia acciones constructivas.
Cuando no aceptamos, tendemos a juzgar lo que nos pasa y a culpar al mundo que nos rodea. Sentimos dolor cuando nos oponemos a lo que “es” a lo que está pasando. Si soltamos, liberamos ese dolor aceptando lo que está pasando sin juzgarlo cómo algo bueno, malo, que no debería, que tendría que ser diferente, que porque a mí, que porque no, que etc.
Cuantas veces decimos: no quiero esto, no quiero estar acá, no quiero que pase esto, no quiero que mi hijo haga este berrinche, no quiero que tenga está actitud, que no aprenda, que me tenga que ocupar de todo, que los profesores no se responsabilicen, etc., cuando no podemos hacer otra cosa, el frustrarnos o ponernos mal, no nos sirve, es lo que nos genera el dolor. No nos hace bien ni a nosotros ni a nuestro hijo ni a nadie.
Simplemente diremos, “estoy aquí y esto está pasando” lo acepto y también lo suelto. Es decir que no digo nada más, me olvido de los que no quiero o que quiero. Acepto que esto está pasando. Respiro y desde esa aceptación me voy tranquilizando y desde ahí veo que puedo hacer en este momento. Es decir, paso a paso. Comienzo a hacer una cosa a la vez, pongo la atención en hacer una sola cosa. Al aceptar lo que pasa sentiremos paz y comenzaremos a confiar en la vida. Y es ahí cuando comienzan a cambiar las circunstancias para poder ir resolviendo los obstáculos que se van presentando. Al hacerlo creamos un entorno de paz y bienestar.