La vejez es una etapa de la vida especialmente difícil para la persona, ya que sus condiciones tanto a nivel físico como psicológico y social pueden llegar a ser muy adversas.
La probabilidad de problemas de salud es muy alta y la persona de edad muy avanzada se enfrenta a continuas pérdidas: de facultades físicas y psicológicas, afectivas, de familiares y seres queridos, y en último término de su propia vida.
No resulta fácil poder mantener el sentimiento de bienestar personal, de integridad, y pueden aparecer sentimientos de desesperación en el presente y ante el futuro, dominado por el temor angustioso ante la muerte, por el sentimiento de que lo que queda de vida es poco y que ya no será posible la elaboración de todo lo perdido, ni tampoco quedan fuerzas para un nuevo estilo de vida, ni nuevas formas de relación.
Envejecer forma parte de la vida, es el resultado de los años recorridos, de las experiencias vividas, de nuestras alegrías más intensas o de nuestras decepciones más marcadas.
Este camino que debemos de aceptar y construir para la Organización Mundial de la Salud (OMS) tiene que ser activo, con el fin de mejorar la calidad de vida a medida que las personas envejecen; es decir, si se quiere hacer del envejecimiento una experiencia positiva, una vida más larga debe ir acompañada de oportunidades continuas de salud, participación y seguridad.
Debemos ser agentes activos en la elaboración de nuestro propio envejecimiento y siempre en pos de mejorar la vida de los años a través de una vejez sana, participativa e inclusiva.
Al final, lo que importa no son los años de vida, sino la vida de los años.
Envejecer es un fenómeno inevitable y un proceso natural; pero distinto según las personas y su situación. Cada individuo tiene su forma particular de envejecer que tiene características personales y sociales diferentes.
Es un proceso que no comienza en las últimas etapas de la vida, sino que se inicia desde que nacemos.
El ser humano alcanza la edad vital entre los veinte y los cincuenta años, a partir de ahí comienza un declive, un proceso de cambio progresivo y acumulativo que ocurre a lo largo de nuestras vidas, relacionado con numerosos factores (enfermedades, estilo de vida, medio ambiente, etc.).
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define el envejecimiento activo como el proceso en que se optimizan las oportunidades de salud, participación y seguridad a fin de mejorar la calidad de vida de las personas a medida que envejecen.
El envejecimiento activo permite que las personas realicen su potencial de bienestar físico, social y se centra en las personas mayores y en la importancia de dar una imagen pública positiva de este colectivo.
El envejecimiento activo pretende mejorar la calidad de vida de las personas a medida que envejecen, favoreciendo sus oportunidades de desarrollo para una vida saludable, participativa y segura.
El envejecimiento activo implica entender esta etapa de la vida como un ciclo más de crecimiento personal, añadiendo «vida a los años y no solamente años a la vida».
Significa mantenerse con la mayor independencia y autonomía posible.
Los factores que van a contribuir al bienestar de las personas a medida que envejecen son:
- Su capacidad llevar a cabo las actividades cotidianas, tal y como las ha llevado siempre (ser independiente)
- Decidir y ser el protagonista de su propia vida (ser autónomo)
El envejecimiento no es un mero declive, sino que supone tanto pérdidas como ganancias, es decir, existe también posibilidad de desarrollo y mejora de habilidades.
Se trata de desarrollar estrategias de afrontamiento para encarar esos “declives” o procesos de deterioro normales del envejecimiento a nivel físico y cognitivo.
Que la persona sea capaz de fijar sus objetivos vitales, valore sus capacidades y busque cómo llegar a sus metas a pesar de las limitaciones que pueda sufrir.
Cosas que te hacen sentir bien, mejoran el estado de ánimo y frenan el envejecimiento:
- Ejercicio físico: cualquier edad es un factor de protección, mantenimiento y promoción de la salud, el bienestar y la calidad de vida al reducir los niveles de estrés y mejorar la cognición, la capacidad de pensar y de no perder las habilidades funcionales que nos permiten sentirnos joviales y aminorar el nivel de dependencia con respecto a otras personas.
- Dieta equilibrada: las vitaminas del grupo B y E, el potasio, el magnesio, el fósforo y el zinc mejoran la capacidad de concentración y memorización, la comprensión, el rendimiento intelectual… Está demostrado que hay alimentos que ayudan al cuerpo a segregar hormonas como las endorfinas y la serotonina que provocan directamente sensación de bienestar
- Dormir bien: La falta de sueño es uno de los factores dañinos para la salud física y psicológica, entre las que destacan el deficiente rendimiento durante el día, alteraciones en el estado de ánimo, menor concentración, irritabilidad y mayor propensión a las caídas o accidentes.
- Actividades sociales agradables placenteras: Está demostrado que la socialización en las personas mayores tiene efectos favorables en patologías como dolores articulares, control de las enfermedades crónicas, hipertensión arterial, diabetes, y la prevención de patologías de la esfera psico-social como la depresión, ansiedad o empeoramientos en los mismos.
Características facilitadoras de un buen envejecimiento:
- Poder decidir sobre el propio cuerpo y la propia vida.
- Adaptación a las nuevas condiciones biológicas y sociales
- Tener vínculos de intimidad, afecto y cariño
- Tener un proyecto de vida: Buscar nuevas metas, motivos de satisfacción y orgullo.
- Permanecer activo y buscar nuevas actividades
- Promover la integración social del individuo y la participación activa en la sociedad
- Estar formado y aprender cosas nuevas.