La temporada navideña está a la vuelta de la esquina y para muchas personas, lejos de ser un momento de celebraciones, festejos e ilusión, puede convertirse en una auténtica pesadilla sobre todo en lo que a la alimentación respecta. Al tratarse de una época llena de encuentros, precisamente esto hace que la exposición a las situaciones alrededor de una mesa puedan resultar abrumadoras o agotadoras emocionalmente. Este post está dirigido a promover un mayor bienestar psicológico y un acercamiento compasivo y respetuoso hacia nosotros/as mismos.
En primer lugar, tenemos que entender que las navidades no solo traen consigo turrones, roscones y otras delicias, también muchas emociones; algunas más agradables o fáciles de manejar y otras totalmente complejas que nos pueden enredar. Ya sabemos que las emociones hay que sentirlas, se presentan y no podemos hacer nada por controlar su llegada, se experimentan, se viven. Por tanto, entender y validar como te sientes resultará crucial. Además, muchas personas podrán observar una estrecha relación entre la alimentación y nuestro estado emocional (no exclusivamente). Por ejemplo, el otro día en consulta la madre de una niña de 13 años observaba como su hija ante un día emocionalmente duro en clase, al llegar a casa abría la nevera e ingería sin apenas consciencia, incluso cuando la madre se despistaba o se ponía a hacer otra tarea ella seguía consumiendo. Esta compleja relación puede requerir de un abordaje interdisciplinar, es un camino muy duro que ni la persona afectada ni la familia tienen por qué pasarlos en soledad. Establecer estrategias psicológicas, médicas y nutricionales harán que la persona vaya mejorando. En cualquier caso, mantener la calma, poder hablar del malestar o el sufrimiento que esto nos genera, así como no permitir que nos dominen ciertas emociones como la rabia o la culpa será muy importante. Es un periodo que puede generar estrés y ansiedad y requiere de un afrontamiento.
Por otro lado, es positivo poder disfrutar de las navidades, no solo de la alimentación también de las tradiciones, no todo tiene que girar en torno al comer (aunque sea difícil). En cuanto a la comida: intenta saborearla, fíjate en la textura, el aroma de un buen plato, y aunque en algunos casos pueda haber ingesta fuera de los momentos de la mesa (ej. la típica bandeja llena de dulces), también es importante que las puedas disfrutar y que no se genere culpa al realizarlas serena y conscientemente. También cabe destacar que no tenemos que estar constantemente comiendo o comer hasta «reventar», podemos decir que NO a un plato. Sé que esto es tremendamente difícil y más en nuestro país que tiene bares y restaurantes cada dos metros de los que emanan sabrosos olores.
Asímismo recuerda que independientemente del periodo del año en el que nos encontremos mantener hábitos saludables como el deporte, el sueño o la hidratación también son aspectos fundamentales.
Por último, evitemos hacer comentarios sobre el aspecto físico de las personas, sobre lo que se come o se deja de comer, si hemos adelgazado o engordado… En muchos casos, puede agravar el malestar de las personas, generamos presiones o malentendidos que son fáciles de evitar.
Aprender a centrarnos en el momento presente (practicando mindfulness, por ejemplo) nos puede ayudar en las elecciones alimenticias que tomamos y encontraremos un equilibrio entre disfrute, bienestar y salud.
Ante cualquier duda u orientación te recomendamos que te dirijas a un/a especialista que te guíe en un proceso de cambio.
¡Felices Fiestas!