Festín de Sancho Panza en la ínsula Barataria. Pintura de Moreno Carbonero
Hace ya varias semanas un amigo (@HijodelasFrutas) por Twitter me pidió ayuda para la redacción de un articulo sobre el tema “Amar a través de la comida”.
Me solicitaba algo de literatura sobre el “comer emocional” así que me puse manos a la obra y fue tal cantidad de contenido y de ideas asociadas que me he permitido, con su diligente consentimiento, escribir un post donde no quedaran en saco roto.
Asociar amor y comida a priori no parece difícil. Así podemos establecer relaciones de amor con uno mismo, con la familia, con amigos y con personas a las que queremos conquistar.
El amor está dentro del elenco emocional con el que somos dotados al nacer y lo desarrollamos durante toda la vida. Pero como emoción que es, no está sola y va a coexistir con el resto de emociones, para bien o para mal. Pero, ¿somos capaces de tener presente todas las emociones que sentimos en todo momento? O, ¿somos capaces de relacionar las emociones que experimentamos con los acontecimientos o circunstancias que nos están ocurriendo en un momento dado?
La respuesta puede ser afirmativa cuando se trata de emociones de alta intensidad que no nos ocurren muy a menudo, pero probablemente si se trata de emociones cotidianas, estas se automaticen por pura estrategia economizadora.
También identificar emociones puede resultar muy difícil porque quizás nos hayan enseñado a minimizar o negar lo que sentimos. Cuando los niños muestran una expresión o emoción negativa, sus padres o tutores tratan de corregirla inmediatamente, como si fuera inaceptable sentir miedo o tristeza.
Pero hablemos de comida y como apunta Isabel Menéndez en su libro “Alimentación Emocional” (2006), el acto de alimentarse está estrechamente ligado, desde los primeros días de vida, al establecimiento de emociones. Casi todos los conflictos de nuestro mundo interno tiene un reflejo en el modo en el que nos alimentamos. Podemos intentar compensar por exceso o por defecto un vacío insoportable, mas ligado a necesidades psíquicas que biológicas.
En este sentido la comida nunca es sólo comida, es también el vehículo a través del cual, cuando éramos pequeños, recibíamos el alimento afectivo de las personas que nos cuidaban. Además de con alimento, los padres alimentan con afecto, con palabras, con el tono, con la forma de acurrucarle en sus brazos, con las canciones, etc…
Todo esto lo vamos aprendiendo desde pequeños y durante el viaje de la vida se va reforzando como presumen las leyes del aprendizaje.
Por ello y en relación a la alimentación y los estados emocionales, no voy a descubrir nada nuevo. Así pues existe una relación entre el descenso del ánimo a media tarde y la “ganas” por los hidratos de carbono (vehículo del triptófano para atravesar la barrera hematoencefálica para su posterior conversión en serotonina). Por otro lado la digestión de las grasas hace que se “desvíe” riego sanguíneo al estomago y a los intestinos que produce un enlentecimiento de las funciones cognitivas al restarle ese aporte sanguíneo al cerebro, produciendo a su vez un estado letárgico y somnoliento. Otro escenario de esta relación se da en la activación de la vía mesolímbica, y las áreas ventral tegmental y el núcleo accumbens (que son circuitos de recompensa) cuando las personas ingerimos azucares que pueden inferir en nuestro humor.
Si colocamos estos condicionantes y sus efectos en un contexto sociocultural, podemos también entender o relacionar ciertas conductas familiares con efectos placenteros a favor de la prole, o personas cercanas. Por ejemplo, preparar comidas copiosas que generen una elevación de los estados emocionales positivos, o que nos inviten a sestear después de la comida, costumbre muy extendida a la vez que muy agradable.
Ahora se entiende un poco más porque estas conductas se han ido reforzando a medida que las consecuencias han sido siempre positivas.
La niñez es una época en la vida de las personas en las que nos relacionamos con el medio a través de la boca. Esto es un concepto muy psicoanalítico y desde esa disciplina se defiende que la primera relación de afecto entre el bebé y la madre se establece en torno a la comida.
Edward Abramson en su libro “El comer emocional”(1993) dice que el contacto físico, el sentirse amorosamente abrazados y nutridos mientras ingieren su comida, hace que surja una relación entre el amor y la comida. Si el desarrollo de la persona continua con normalidad, la experiencia del niño se amplía y estas actividades orales placenteras se convierten en parte de un numeroso grupo de experiencias sensoriales. A la mayoría de los adultos les siguen gustando las actividades que tienen que ver con su boca, comer, besar, hablar…
Si desde pequeños estamos familiarizados con el amor a través de la comida, sería muy fácil que de mayores “aceptemos” situaciones que lo promuevan como las que he explicado antes.
El entorno familiar no se escapa tampoco a estas relaciones entre las emociones y la comida.
Bernard Lyman es un psicólogo que ha descrito algunos patrones de interacción familiar que pueden explicar las conductas de comer emocional. La comida puede ser utilizada como arma ofensiva o defensiva.…”cuando existen constantes luchas por el poder entre los padres y un hijo, un modo de ejercer el control sobre éste sería decirle: “come las verduras” o “ no te daré postre hasta que hayas recogido tu habitación”. Los niños también utilizan la comida, aunque su forma de hacerlo sea menos obvia, para resistirse al control paterno, para establecer la independencia de sus padres, y posiblemente para controlarles….”
Según el Dr. Lyman: “ los padres dicen: si eres bueno, tomarás postre, El niño piensa: si sois buenos, comeré, si no, no. El ejercicio de poder puede estar detrás también de esas conductas por parte de la figura materna de la casa. Culturalmente a las madres se las hacía responsables solamente del cuidado de los hijos y de la casa. Sus obligaciones se veían relegadas tan solo a la casa y a la crianza. En todo lo demás, es el padre quien ejercía el poder. No es acaso una lucha de poder lo que las madres, relegadas a tareas concretas de la casa, intentan con la comida. Saben que ellas en el momento de sentarse a la mesa tienen la sartén por el mango. Preparan suculentas comidas donde animan a los comensales a comer y a comer y eso no deja de ser por unos momentos, el ejercicio de poder que en cualquier otra situación se le tiene negado.
Pero veamos como podríamos encajar todo esto en un marco cultural y evolutivo.
Pecando un poco de simplista, y desde un enfoque Darwiniano, la función de la reproducción es la perpetuación de la especie, y para llevarlo a cabo, necesitamos sobrevivir adaptándonos al medio. La comida es un medio para ese fin. A partir de ahí, cultural y socialmente el significado que se le ha dado a la comida varia considerablemente.
Según María Isabel Casado Morales en el libro “Obesidad y trastorno por atracón”(2013) no siempre estar obeso supuso un problema, es mas, hubo momentos en que fue un privilegio.
Una breve revisión histórica nos ayudará a comprender mejor este fenómeno.
LA PREHISTORIA: ….”A través de un proceso de selección natural, el progresivo dominio de aquellos individuos portadores de “genes ahorradores” que favorecieran el depósito de energía, estarían dotados de una ventaja para la supervivencia hasta la edad de reproducción…. El arte prehistórico nos deja constancia de la importancia de tener un cuerpo rollizo que garantice la supervivencia y la prolongación de la especie. Ejemplo: La Venus de Willendorf.
En un paso posterior, hace unos 12000 años, algunos grupos cambiaron el habito cazador-recolector para iniciar la producción de alimentos….Esta nueva organización puede ser considerada un lejano antecedente de las sociedades modernas que favorecen la obesidad.
LA EDAD ANTIGUA: …En el antiguo Egipto se encuentran restos cadavéricos que atestiguan la presencia de la obesidad en la cultura egipcia. La dieta de al época era rica en calidad y variedad, dándose la obesidad en personas de rango elevado….También en el antiguo testamento encontramos descrito como el Faraón, agradecido a José, le promete toda a grasa de la Tierra, o párrafos en que se dice:” el virtuoso florecerá como el árbol de la palma….ellos traerá abundante fruto en la edad avanzada: ellos serán gordos y florecientes. (Salmos XCII,13) No me quiero imaginar el peso que ostentarían estas ideas en las culturas creyentes como lo son todas las mediterráneas.
LA EDAD MEDIA: …En la edad media la iglesia desaprobaba la glotonería y por ende al obesidad y aunque le adjudicó, a la primera, el estatus de pecado, los artistas seguían pintando un cuerpo obeso como algo hermoso. Incluso la obesidad era frecuente entre los monjes y la glotonería era un pecado mas bien común entre los nobles, que consideraban la obesidad un signo de bienestar. Me pregunto aquí si la desaprobación de la obesidad por parte de la iglesia tendría algo que ver con el concepto de cuerpo rollizo y atractivo para el pecado que se tenía de la mujer por aquel entonces.
LA EDAD MODERNA: …Avanzando en el tiempo, llegamos en el comienzo de la Edad Moderna, a la Europa de final del siglo XV. Encontramos entonces una época de mayor disponibilidad de comida entre el pueblo llano, y por tanto, por influencia de la iglesia, ese pecado capital de la gula ya se relacionaba claramente con la obesidad. Es por ello que la obesidad, y por ende, la persona obesa es estigmatizada al identificarse la un sujeto que come y bebe sin mesura….Pero la disociación sigue existiendo, el pueblo sigue viendo con buenos ojos a la persona entrada en carnes (Ejemplo: Las tres gracias de Rubens)….Se comentaba que para ser una modelo de Rubens, la mujer debía de pesar, por lo menos 200 libras ( 90,7 kilos). Este hecho resulta muy significativo para definir la valoración positiva, cultural y social de la obesidad en esta época. Puedo entender ahora un poco mas porque las “mammas” de la Italia, refieriendome al ejemplo que me exponía en su consulta @HijodelasFrutas, fomentaban la glotonería entre los suyos, puesto que hacían una valoración positiva del sobrepeso. Este hecho ha sido contemporáneo con nuestra generación. El modelo de mujer de los años 70 era el de mujeres rollizas, entradas en carnes y con tendencia al sobrepeso.
Aunque todos pensáramos en algo diferente cuando he establecido la relación entre la comida y la emoción, no cabe duda que nuestra forma de alimentarnos estará muy influida por nuestro mundo emocional, y que nuestras emociones se pueden modificar a través de la forma de alimentarnos.