La ansiedad, el estrés y otros problemas relacionados con la salud mental son realidades muy comunes en nuestros días. Todas las personas en algún momento de nuestra vida hemos experimentado alguno de estos estados y, cuando éstos son sostenidos en el tiempo, pueden afectar a nuestro bienestar tanto físico como emocional de manera drástica.
He decidido escribir sobre este tema ya que mi profesión como psicóloga y mi enfoque en psicoterapia integrativa, me ha permitido analizar la práctica del yoga desde esta mirada holística, experimentado en primera persona los beneficios que ha continuación detallaré más en profundidad, considerándolo una herramienta imprescindible en mi ejercicio profesional para el abordaje terapéutico.
La premisa desde la que parto es la siguiente: «sólo podemos cambiar aquello de lo que somos conscientes». La neurociencia ha demostrado que allí donde situamos nuestra atención, el modo en cómo lo hagamos, los pensamientos que tenemos y el hecho de observar nuestra respiración, son estrategias que pueden cambiar la estructura física de nuestro cerebro.
Al focalizar nuestra atención en la respiración, logramos apaciguar una mente llena de pensamientos intrusivos y muchas veces disfuncionales, comenzamos a ver con mayor claridad lo que esta sucediendo en nuestro interior y, desde un mayor equilibrio y comprensión, logramos una actitud más serena y un análisis más profundo y certero sobre nuestro mundo interior.
“El hecho de estar plenamente presentes en este momento es lo único que puede dar lugar a un momento futuro más caracterizado por la comprensión, la claridad y la bondad”. J. Kabat-Zinn
La práctica consciente de yoga integrando todos sus elementos (Yoga sutras de Patanjali) permite sentirnos, explorarnos, crear espacio a través del movimiento e ir hacia dentro, a través de la respiración y la instrospección, para dar cabida a nuevas experiencias más conscientes y sanas en nuestro presente.
A través de yoga logramos cultivar el hábito de la atención plena y, sin duda, esta herramienta es probablemente la más poderosa para evitar quedar atrapados en el impulso que emerge de patrones pasados, nos permite una conciencia más compasiva y presente, y brinda una actitud de calma, firmeza y serenidad ante la vida. Todas ellas constituyen claves fundamentales para tratar los síntomas del estrés y promover una mejor gestión emocional.
¿Y cuáles son los efectos del yoga en nuestro cerebro?
Como mencionaba anteriormente, diferentes prácticas de yoga como las asanas, los mudras y pranayamas proporcionan mayor conciencia interior (interocepción), lo cual es imprescindible para poder promover estos cambios estructurales en el cerebro y crear nuevas redes neuronales que rompan con esos patrones emocionales y cognitivos que ya no sirven.
En ocasiones, nos quedamos anclados en patrones y hábitos disfuncionales (estado rajásicos de agitación o cólera o, por el contrario, estados tamásicos de inmovilidad y letargia).
Diferentes estudios neurocientíficos explican, que gracias a la plasticidad de nuestro cerebro, la práctica de yoga posibilita cambios a nivel fisiológico y cognitivo en nuestro cerebro:
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Se refuerzan áreas clave de la corteza frontal, lo que nos ayuda a reconocer y regular las emociones de una manera más eficaz.
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La práctica continuada de la meditación demuestra una disminución de la actividad de la amígdala, relacionada con emociones negativas y miedo. Además de un aumento de la materia gris en la corteza cerebral.
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Se favorece una mayor sincronización entre el hemisferio izquierdo y derecho.
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Aumenta la actividad de las ondas alfa, asociadas a la relajación.
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Reduce los niveles de cortisol (la hormona del estrés) y de norepinefrina
en sangre.
En conclusión:
La práctica de yoga es similar a un estado de meditación en movimiento. Es una disciplina que nos proporciona una actitud más presente y nos ayuda a cuidar tanto nuestro cuerpo físico como nuestra mente a través de la práctica de diferentes posturas (asanas, mudras) y diferentes técnicas de respiración (kriyas y pranayamas) que equilibran nuestra energía vital y serenan nuestra mente.
Considero fundamental integrar el trabajo mente-cuerpo en la práctica terapéutica de manera complementaria dentro del ámbito de la salud mental, ya que para tener una relación más plena y armoniosa con nosotros mismos y nuestro entorno, es fundamental cultivar la atención, sentirnos, explorarnos y crear espacio a través del movimiento, para desbloquear antiguos patrones y dar cabida a experiencias más conscientes y sanas.
Namasté