La extirpación de amígdalas que sufren cada año millares de niños (y adultos), se debe en gran parte a la constante fermentación originada por una alimentación compuesta, generalmente, de carne y pan, cereales y azúcar, pudines y frutas, pasteles y frutas, etc., todo esto mezclado en una misma comida. Hasta que los padres no aprendan a alimentar a sus hijos con el debido respeto a las limitaciones de las enzimas y cesen de darles las llamadas “comidas equilibradas”, ahora tan de moda, sus hijos continuarán sufriendo no sólo de resfriados y amigdalitis, sino también de gastritis (indigestión), diarrea, estreñimiento, fiebre, poliomielitis y otras muchas “enfermedades de la infancia”.
Las combinaciones más comunes son las de pan y carne (perros calientes, bocadillos, hamburguesas, jamón con pan, y cosas por el estilo); pan y huevos; pan y queso; patatas y carne; patatas y huevos; cereales con huevos, etc. Estos alimentos se toman juntos y se arrojan al estómago de la forma que vengan, sin discriminación, sin asumir las consecuencias catastróficas que vienen a continuación.
Resulta corriente tomar en el desayuno los cereales primero y luego huevos con tostadas. Considerando lo difundido que está este desayuno entre la mayoría de la población, no deberíamos sorprendernos de que vaya seguido de indigestiones.
Los platos de origen italiano, muy de moda hoy en día, son mezclas de espaguetis y bolitas de carne, espaguetis y queso, espaguetis y gambas, etc. El espagueti se sirve, generalmente, con salsa de tomate y pan blanco. La pequeña ensalada picada que lo acompaña está aliñada con vinagre y gran cantidad de sal. Otras salsas nocivas se sirven también con la ensalada. El pan blanco se suma casi siempre a esta abominable mezcla. En los restaurantes más modestos se utiliza margarina. Y para completar la comida, frecuentemente se recurre al vino o a la cerveza. Literalmente solemos usar la expresión de “estoy pateando a mi estómago”.
La propaganda radiofónica y televisiva informará a las pobres víctimas de tales antifisiológicos hábitos alimentarios que, cuando sufriesen de “acidez de estómago” deberían tomar alguno de los populares fármacos en venta. Sin embargo, a ningún anunciante se le ocurre avisar que tal “alivio” favorece la continuidad de los hábitos alimentarios erróneos, y predispone infaliblemente a graves trastornos de salud.
“Los grandes robles crecen de las pequeñas bellotas” dice el refrán, pero en patología este principio no es reconocido por aquellos que presumen de sabios.
Por eso, repito: ¿No será mejor ir a la causa y suprimirla en vez de tomar fármacos que lo único que hacen es intoxicar aún más un organismo ya debilitado? Insistimos en que para tener una óptima y eficiente digestión y para que no se den a continuación las carencias vitamínicas tan común en la población mundial, ES NECESARIO APRENDER A COMBINAR CORRECTAMENTE LOS ALIMENTOS.
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VEHYS