“La vida es una comedia para quienes piensan y una tragedia para quienes sienten” (Horace Walpole)
NUESTRAS DOS MENTES
Todos tenemos dos mentes, una que piensa y otra que siente, y estas dos formas fundamentales de conocimiento interactúan para construir nuestra vida mental.
Una es la mente racional, con la que comprendemos y somos conscientes de ello, más despierta y pensativa, con capacidad de reflexión. El otro tipo de conocimiento, más impulsivo y poderoso es la mente emocional.
La distinción entre emocional y racional se asemeja a la distinción entre corazón y cerebro. Cuanto más intenso es un sentimiento, más dominante llega a ser la mente emocional…y más ineficaz, en consecuencia, la mente racional.
Habitualmente, hay un equilibrio entre ambas, de forma que las emociones alimentan y dan forma a las operaciones de la mente racional y la mente racional ajusta y, a veces, censura las entradas procedentes de las emociones.
En todo caso, forman facultades relativamente independientes que se deben a circuitos cerebrales diferentes.
¿CÓMO SE DESARROLLARON ESTAS DOS MENTES?
La región más primitiva del cerebro es aquella que compartimos con todas aquellas especies que sólo disponen de un rudimentario sistema nervioso, el tallo encefálico, en la parte superior de la médula espinal. Este cerebro primitivo se encarga de las funciones vitales básicas (respiración, metabolismo de otros órganos corporales, reacciones y movimientos automáticos…). Es el llamado cerebro reptiliano.
Desde este cerebro primitivo emergieron los centros emocionales. La raíz más primitiva de nuestra vida emocional radica en el lóbulo olfatorio. En tiempos pasados fue clave para nuestra supervivencia (percepción olfatoria de alimentos, veneno, parejas sexuales, predadores o presas). A este cerebro se le denomina cerebro límbico.
A partir del lóbulo olfatorio se comenzaron a desarrollar los centros más antiguos de la vida emocional, que fueron estructuralmente recubriendo por competo la parte superior del tallo; el sistema límbico. “Límbico” deriva del latín limbus y significa “anillo”. El sistema límbico se encarga de agregar las emociones propiamente dichas al repertorio de respuestas del cerebro.
La evolución del sistema límbico puso en marcha el aprendizaje y la memoria, que permitieron ir más allá de respuestas automáticas predeterminadas y afinar respuestas para adaptarnos al contexto cambiante.
Por último, nos encontramos con el neocórtex. Esta es la región de nuestro cerebro encargada de planificar, desarrollar estrategias, comprender lo que se siente y coordinar los movimientos. Esta estructura también nos permite un aumento de la sutiliza de las respuestas emocionales. Por ejemplo, tener sentimientos sobre nuestros sentimientos.
El neocórtex del Homo sapiens es mucho mayor que el de cualquier otra especie. Así, a medida que ascendemos en la escala filogenética que conduce de los reptiles al mono Rhesus y, desde ahí, hasta el ser humano, aumenta la tasa del neocórtex.
Esperamos que os haya gustado,
Psicología Fonseca y Figar.