Muchas veces me toco ver en consulta que a los niños se les ocultaban situaciones dolorosas o difíciles de llevar como la muerte de algún ser querido, separaciones/divorcios (se les llega a decir que el padre o madre se fue de viaje), enfermedades (del propio niño o de alguna persona significativa), por mencionar algunas.
Entiendo que sean temas bastante complicados y que desearíamos nunca tener que hacerlo, que no tuvieran que pasar por momentos de sufrimiento y dolor de este tipo, quisiéramos protegerlos y verlos siempre felices. Pero esto es un ideal, es nuestro deseo y necesidad, pero no es real.
El duelo es el proceso emocional por el que uno pasa para poder asimilar una pérdida de cualquier tipo. Cada persona lo vive de forma diferente, dependiendo de sus recursos emocionales y del medio en el que se desenvuelve.
En la vida los niños van a pasar por muchas pérdidas y muchos duelos, desde el duelo por el destete, por empezar a ir a la escuela, al nacer un hermano o hermana, o simplemente por el hecho de crecer y dejar atrás etapas significativas.
También es cierto que no es lo mismo vivir un duelo por dejar de tomar el pecho a un duelo por la muerte de alguien significativo o por un divorcio. Cuando es una pérdida tan grande y significativa el dolor es mucho más intenso y más difícil de llevar. Aún con todo eso, es muy importante que a los niños se les hable siempre con la verdad, y entre más pronto mejor.
Creo que algunas de las razones por las que cuesta tanto trabajo abordar con ellos este tipo de situaciones pueden ser que pensamos que en la medida que aplacemos más la noticia o se las maquillemos, sufrirán menos. Sentimos que les hacemos más bien que daño al no decirles la verdad o incluso podemos pensar que no se dan cuenta al ser tan pequeñitos, que si no verbalizamos lo que está ocurriendo, no se darán cuenta y por lo mismo no lo pasarán mal.
Esto no es así, los niños perciben el ambiente emocional que les rodea, perciben nuestros estados de ánimo, los cambios que conlleva una pérdida y aunque intentemos ocultar nuestra tristeza o malestar, ellos lo sienten y los podemos llegar a confundir sino les ayudamos a encontrar una clara explicación a lo que están percibiendo y sintiendo.
Recuerdo un día en consulta que yo estaba pasando un mal momento personal, pero al recibir a mi paciente la recibí con una sonrisa y, ella de inmediato detectó que yo no estaba bien y me lo dijo: “¿estás bien? ¿estás cansada o triste?”. En este caso, ella percibió mi estado de ánimo y lo pudo verbalizar. Y así pasa con la mayoría de los niños, sienten nuestros cambios emocionales, aunque no siempre sean capaces de ponerle palabras.
Creo que una de las razones para ocultar la verdad, y de la cual no siempre somos conscientes, es nuestra propia dificultad para acompañar a los peques en su sufrimiento, en sus tristezas y dolores. Cuando los vemos tristes, muchas veces queremos que se pongan contentos/as enseguida, no damos tiempo y espacio para la tristeza y el dolor.
Tal vez en el fondo tememos que si los acompañamos en sus sentimientos dolorosos no vamos a ser capaces de sostenerlos porque a nosotros mismos ya nos está costando trabajo sobrellevar la situación, muy posiblemente porque desde pequeños no nos brindaron las herramientas necesarias para lidiar con este tipo de emociones.
Sin embargo, al hablar a los niños con la verdad, sentirán mayor confianza en nosotros, que somos honestos con ellos, que pueden confiar en nosotros, que tenemos la suficiente fuerza emocional para hacer frente a las situaciones difíciles y salir adelante.
De igual forma, les ayudaremos a que desde pequeños vayan desarrollando herramientas y recursos emocionales para hacer frente a pérdidas por las que pasen y situaciones complicadas que se les presenten. Cuando vivan algo que les sea difícil lo pueden pasar mal, sentir dolor, tristeza o enojo, pero muy posiblemente cuenten con más recursos para hacer frente a la situación y reconciliarse con la vida.
Ahora bien, cómo abordar estos temas con los niños va a ser también crucial, porque también es cierto que dependiendo de cómo se hable, qué información se dé y el acompañamiento que se brinde; la manera de afrontar este tipo de situaciones puede ser mucho mejor o, por el contrario, más difícil. Algunas pautas generales al tratar temas complicados con los niños son:
- En primer lugar, tenemos que tener en cuenta la etapa evolutiva, así como los recursos emocionales y de su contexto. Por lo mismo, es importante contar con información al respecto, investigar o buscar asesoría para que nos puedan orientar.
- Ser empáticos, validar y aceptar las diferentes y variadas reacciones emocionales que puedan llegar a tener. Estar abiertos a cualquier reacción que surja y acompañarlos, permitirles llorar, enfadarse, estar tristes, no querer hablar, etc.
- Escuchar e intentar aclarar cualquier pregunta que les surja, y si no sale de ellos, intentar indagar nosotros cómo se sienten después de recibir la noticia, siempre respetando su silencio y dándoles el tiempo que necesiten para abrirse.
- Una cosa que ayuda mucho a los niños para que puedan expresarse es que nosotros, como adultos, no temamos expresar nuestras propias emociones. No ocultar si lloramos, nuestra tristeza y dolor, no negar nuestras propias emociones. Recordemos que somos sus modelos a seguir, y en la medida que nos permitamos expresar todo el abanico de emociones sin desbordarnos, ellos también aprenderán que, por ejemplo, estar triste y llorar no tiene nada de malo. Si nosotros también les compartimos cómo nos sentimos con lo que está pasando, para ellos será también más fácil hacerlo.
- Después de hablar sobre una situación complicada cada persona necesita diferentes tiempos para poder asimilarla, pasa lo mismo con los peques, así que durante este tiempo es nuestra tarea acompañarlos de cerquita, ser pacientes, escuchar y estar atentos a sus comportamientos (la mayoría de las veces los niños no verbalizan lo que sienten, sino que lo actúan), ser sensibles a sus necesidades.
- El juego es el medio por el cual los niños se expresan y canalizan lo que sienten, por lo mismo es la mejor herramienta para ayudarlos a que expresen sus emociones. Favorecer mucho el juego simbólico, estar atentos al contenido de sus dibujos, brindarles momentos de expresión artística a través de pintar con temperas, acuarelas, o moldear plastilina, barro, arcilla, etc. son herramientas muy útiles que ayudan a expresar sus emociones.
Y finalmente, si sentimos que hay alguna situación que nos rebase y que no sepamos manejar, lo mejor es buscar ayuda, informarse de cómo podemos actuar y/o asesorarse con un especialista.