La frustración es el sentimiento que se genera cuando no se cumplen nuestras expectativas, objetivos o deseos. Cuando esto ocurre, solemos sentir malestar o incluso ira, ya que es una de las emociones más asociadas con el sentimiento de frustración.
Para lidiar con esta serie de emociones, es necesaria la tolerancia a la frustración, que se refiere a la capacidad que tiene cada persona para gestionar la frustración y sus sentimientos asociados. Una baja tolerancia a la frustración se traduce en que una persona puede frustrarse más rápidamente y de una manera mucho más intensa.
Pero ¿y cómo podemos mejorar nuestra forma de gestionar la frustración? Hay muchas formas de hacerlo, pero hoy vamos a destacar tres.
- La primera de ellas es tomarse el tiempo necesario para lidiar con las sensaciones desagradables que nos genera la frustración.
Pensemos en que hay emociones que son como una tormenta que aparece y, tras mucha intensidad, al final termina. Esto va a ocurrir con la frustración. Necesitamos identificar la emoción cuando aparece y dejar que nos acompañe, permitiendo su presencia, hasta que se desvanezca. Observa cómo la emoción vendrá, subirá y, si simplemente la dejamos estar con nosotros, acabará desapareciendo antes.
- La segunda forma de mejorar nuestra tolerancia a la frustración es trabajar en nosotros mismos para estar abiertos al cambio.
Cuando nos proponemos un objetivo o una meta, imaginaremos los pasos que vamos a dar para lograrlo (expectativas). Sin embargo, en la vida serán muchas las ocasiones en las que el camino esté lleno de obstáculos que nos dificulten llegar a nuestro objetivo. Eso no significa que no se vaya a cumplir, puede que sea necesario reformular cómo llegar a él, cambiar expectativas y revisar la viabilidad de lo deseado y/o relativizar las dificultades. En el peor de los casos, puede darse que no se pueda cumplir aquello por lo que andamos luchando. Es por esto que será importante estar abiertos a los cambios que nos ofrece la vida, revisando frecuentemente nuestras expectativas y aceptando sin aferrarnos.
Además, nunca se sabe, y puede que esos cambios acaben siendo una oportunidad que nos acerque a otros resultados positivos para nosotros.
- La tercera forma es tener una vida rica en actividades, que nos ayude a sentir que si una de nuestras áreas vitales se tambalea, el resto nos ayuda a seguir adelante.
Son recomendables las actividades que tengan que ver con los deportes (tanto en equipo como contigo mismo), las actividades en la naturaleza, las actividades artísticas como manualidades, pintura, música,… y las actividades de meditación que nos ayuda a conectar con el aquí y el ahora. Todo ello nos aportará una liberación de neurotransmisores en nuestra mente que nos acercarán a un estado de bienestar y autocuidado, lo cual facilitará nuestra capacidad para relativizar y mejorará la gestión de la frustración.
Por lo tanto, la frustración será una emoción que nos acompañe en diferentes momentos vitales, la cual, si llegamos a comprender, aceptar y flexibilizamos la mente para la adaptación al cambio, conseguiremos vivir de una manera más gratificante.