Antes de ser madre en algunas ocasiones me sentí con la autoridad de criticar a alguna familia, sin tener en cuenta su contexto y situación particular. Ahora que soy madre tengo muy claro que hay muchas variables que influyen en cómo afrontas una situación.
Al inicio de la maternidad, te puede llegar a sorprender cómo la gente puede empezar a opinar sobre cómo crías a tu criatura. Este cambio se puede resentir mucho, pues antes la gente no opinaba tanto sobre lo que hacías, dejabas de hacer o sobre cómo lo hacías, pero en cuanto te ven con tu bebé recién nacido, los consejos y opiniones caen en cascada: si lo llevas mucho en brazos o si poco, si les das pecho o no, si está muy tapado o destapado, si te está tomando la medida y un largo etcétera.
Cuando acabas de ser madre es un momento en el que te encuentras más vulnerable, acabas de dar a luz, estás en pleno puerperio con todos los cambios fisiológicos y emocionales que conlleva, adaptándote como puedes a tu nueva realidad y muy posiblemente, y más si eres primeriza, necesitada de que alguien te guie y te inicié en esto de la maternidad.
Convertirte en madre es un rito de paso, que requiere de sostén emocional, contención, apoyo, cuidados. Tal vez por eso muchas veces, las personas mal entienden este proceso y en lugar de acompañar desde el respeto y amor, lo que dan son críticas o comentarios que no ayudan a que la mamá se empodere y se sienta cada vez más segura su rol de madre.
Conforme los peques van creciendo y una ya está más acomodada en su nuevo rol, estos comentarios no disminuyen. Los consejos u opiniones siguen, incluso a mi me ha pasado que hasta el carnicero ha opinado sobre si mi hijo ya tiene que ir al colegio con menos de dos años.
Y estoy segura de que muchos de estos comentarios las personas los hacen sin mala intención, con ganas de ayudar. Pero por otra parte, creo que como sociedad nos cuesta mucho empatizar, ampliar nuestra mirada, aceptar la diferencia y ser más sensibles, además de que puede remover que nos salgamos de ciertos esquemas, de lo tradicional, de cómo se ha hecho siempre en la familia de esa persona o de lo que ellos consideran que es lo correcto.
Ahora bien, creo que lo importante es cómo afrontamos estos comentarios o críticas con las que nos podemos topar. Tal vez lo que nos podría ayudar sería:
- Trabajar en tu confianza como madre, hay que recordar que tú eres quien mejor conoce a tu hijo o hija, que lo haces lo mejor que puedes. Contacta con el gran amor que sientes por tu hijo/a y desde ahí seguramente las cosas que hagas las harás bien.
- De vez en cuando, haz un balance sin fustigarte. Observa a lo mejor en qué cosas te sientes con más dudas (muchas veces son sobre esos aspectos que las críticas que nos pueden llegar a hacer nos duelen más), y busca a alguien de tu entera confianza para poder plantearlas. A veces la mirada de otra persona que nos quiere nos ayuda a darnos cuenta si hay algo que podemos mejorar y cómo le podríamos hacer o si por el contrario lo estamos haciendo genial.
- Observa a tu hijo/a, él o ella te van a indicar si está bien. Si los ves niños/as sanos/as que disfrutan, que gozan la vida y la viven con plenitud, seguramente vas por muy buen camino.
La maternidad despierta una fuerte necesidad de estar más en tribu, de compartir dudas, experiencias, anécdotas. Es un momento en el que podemos estar muy abiertas a escuchar consejos, formas de hacerlo mejor como mamás, pero siempre que sean desde el respeto, la empatía, la comprensión, el amor. Y sobre todo lo que más necesitamos es sabernos contenidas, sostenidas, que se nos reconozca y que de vez en cuando (o muchas veces) nos digan que lo ESTAMOS HACIENDO GENIAL.