Tomar la decisión de dejarlo todo para emprender una aventura como una vuelta al mundo conlleva muchas reflexiones y muy vitales acerca de si estás haciendo «lo correcto», «lo que se espera de ti la sociedad» y otra serie de corsets o presiones sociales que, quien nos iba a decir, pesan. Muchos en situaciones de desencanto cualquiera se puede plantear el «pues a voy a dejarlo todo y largarme» pero una cosa son las tertulias con los amigos al calor de una cerveza y otra planteártelo en serio y más aún verte en la situación. Y más con la presión de que «ya tenemos cierta edad». Al final el aprendizaje de una vuelta al mundo lo compensa.
En fin, que todo depende de tu actitud: cualquiera es el mejor o peor momento para emprender retos vitales, todo depende de como se mire. Lo que llegara a pasar con nuestra carrera profesional (ambos abandonábamos nuestros trabajos seguros), es algo que ya veríamos a la vuelta de nuestro viaje. Nos lanzábamos al vacío. Qué miedo pero que reto tan ilusionante. Al final que más importante puede haber en la vida que la adrenalina de nuevos proyectos en los que no somos expertos.Tras el año de viaje, te das cuenta que todo aquello a lo que tenías «miedo» no estaba fundamentado.
El reto diario
Cada día en un viaje así, supone una continua sucesión de retos a superar en situaciones totalmente desconocidas, fuera de nuestro tradicional confort. Y muy básicos: donde ir, cómo llegar a los sitios que queríamos visitar, dónde comer, dónde dormir, cómo solventar los pequeños problemas que te van surgiendo, etc, sin tener nada previamente ni mínimamente planificado.
Al principio te sientes un poco despistado o confundido pero poco a poco te vas acostumbrando o simplemente le vas encontrando el «gustillo» y te sientes cómodo. Cada día es distinto y acostumbras a tu mente a solventar las distintas situaciones no previstas.
Adaptación al cambio
Por si acaso nos llegábamos a acostumbrar, cada 3 semanas de media, cambiábamos de país con todo lo que ello supone: cambios de moneda (adaptas tus cálculos a la moneda local y te olvidas del euro), costumbres, carácter y valores de la gente, comidas, visados, concepto del peligro, etc.
Muchas veces desconocíamos qué hora era y el día de la semana en el que estábamos e incluso el mes nos hallábamos. Y lo mejor, no nos importaba esa sensación de “inseguridad”. Podíamos pasar en unas horas de ir en bañador, por ejemplo en Bali, a tener que llevar un abrigo polar en Nueva Zelanda y volver de nuevo al cabo de un mes al puro verano en Estados Unidos, en cuestión de otras 11 horas. Cuando descubríamos un sitio impactante, nos decíamos «es que todavía nos queda por conocer tal y tal…». Son sensaciones increíbles, al menos para nosotros. El cambio y la adaptación continuos se convierten en tu rutina, bendita rutina, sobre todo para personas inquietas y curiosas como nosotros. Una motivación para continuar. El viaje empieza a cobrar un sentido distinto: pasas de viajar a vivir viajando, nuestra frase favorita y sientes que realmente la vida es lo que ocurre mientras viajas. Empiezas a disfrutar el viaje de otra manera, mucho más intensa. Cada cambio de país se convierte en una oportunidad de descubrir nuevas maneras de entender la vida, en ser más conscientes de lo diverso que es este mundo y su gente. Y te vas haciendo más rico…en experiencias.
La conviviencia
En ese tipo de viajes la compañía resulta fundamental. Vivir sin compartir no tiene sentido y en nuestro caso, hemos tenido mucha, mucha suerte. Somos dos personas tolerantes y nos conocemos perfectamente. Ha habido momentos tensos pero los hemos superado perfectamente al minuto. Además cuando uno estaba más de bajón, era el otro el que tiraba del carro. Aprendes a empatizar con tu compañero: sabes cuándo tienes que pedir las cosas, en qué momento es mejor guardarte tu opinión, cuándo adoptar una posición firme, cuándo ceder, etc. en cada situación. Se trata de disfrutar de la experiencia plenamente y no has de olvidar que la persona que viaja contigo es quien lo hace posible en gran medida.
Los aprendizajes
Nuestro viaje ha sido como respirar profundamente y sentir que aire fresco recorre todo tu cuerpo y tu alma. Te sientes ciudadano del mundo. Y ya no te cuento como persona. Te «simplificas» mucho: aprendes que no hace falta casi nada para vivir, ni a los niños para jugar, ni a la gente en general para ser feliz. Aprecias el valor de lo sencillo. En nuestras mochilas hemos transportado todo lo imprescindible para vivir un año. Y si ahora repitiéramos viaje, aún serían más pequeñas. Y realmente no necesitas más. La valoración de lo realmente importante en la vida de repente te queda totalmente clara: tener un sitio donde dormir, algo que comer, tu salud y la de tu gente y realmente, poco más, si te paras a pensar. Descubres países donde la mayoría de la gente sonríe espontáneamente, la palabra «respeto» aún tiene sentido, la «amabilidad» se sigue practicando y la gente se ayuda desinteresadamente y te hace pensar que recuperar esos valores y ponerlos en práctica de nuevo es muy necesario. Y observas países con mucha diversidad, países con mucha tolerancia y muy ricos culturalmente.
También aprendes que viajar es muy sencillo, en general. Un país o zona mínimamente turística tiene siempre gente local dispuesta a ofrecerte todo lo que necesitas: alojamiento, comida, transporte…aunque es verdad que muchas veces intenten sacar demasiada tajada. Pese a lo que cree la gente también, es seguro, evitando ciertos países, ciudades o zonas y ciertos momentos del día. Por supuesto el riesgo siempre está ahí y hay momentos que estas más expuesto, sobre todo en los transportes.
La vuelta de la vuelta
Y después de casi un año, volver a tu casa, a tu zona de confort, te descoloca. Te das cuenta que prácticamente todo está igual que cuando te fuiste. Y bueno es, pues sigue estando la gente a la que quieres y te quiere.
El verdadero problema es que no parece que haya un sitio adecuado para ti en este estilo de vida de rutina y estrés. Ya no eres el mismo o sí, pero no deseas volver a la «rueda». Tienes la sensación por ejemplo que el pagar una hipoteca es el mayor error de tu vida pues no quieres anclas que no sean la salud de los tuyos. Pero también respetamos a la gente que decide o la vida le ha llevado a ese estilo de vida. Cada uno es feliz de una manera distinta.
En cualquier caso HA SIDO LA EXPERIENCIA MÁS INCREÍBLE DE NUESTRAS VIDAS. Salirse de la famosa «zona de confort» ha tenido su recompensa.
Juanjo&Anna
Fruto de este viaje, entre otras muchas cosas, ha visto la luz nuestro libro: «Vuelta al mundo sabrosa». Podéis saber más de él, y de nuestros viajes y recetas culinarias del mundo en: