A principios de enero dejaré mi trabajo en una multinacional, después de 18 años dentro del mismo grupo de empresas. A día de hoy, aunque reconozco que este paso tiene poco sentido desde el punto de vista económico y por el hecho de abandonar la “seguridad” de la gran empresa, hay algo dentro de mí mucho más fuerte que toda esa racionalidad, que me dice que estoy haciendo lo correcto. Una intuición que me indica sin duda alguna que este es el camino a seguir. Así pues, hoy por hoy estoy muy ilusionado y sin ningún arrepentimiento de haber dado el paso, o mejor dicho, de estar a punto de darlo.
Uno de los pensamientos que más me carcomían por dentro y que me han ayudado a dar el paso, ha sido el de ponerme en el escenario “do nothing” (quedarme en la empresa toda la vida como estoy). Esta alternativa supondría pasarme los siguientes años de mi vida en “modo hámster”, corriendo dentro de la rueda, llevando una vida monótona y controlada por los sueños de otros, que no los míos, con la mayor motivación de poder disfrutar de las vacaciones anuales. Me sentiría como ir consumiendo los años de mi vida, esperando una jubilación, donde teóricamente podría entonces cumplir mis sueños. Sería como vivir la vida pero sin vivirla de verdad.
Y lo que tengo claro es que la vida de la gran empresa ya no es mi vida. Y sobre todo me he dado cuenta de que, ¡basta ya de engañarme a mí mismo poniéndome excusas para justificar por qué no debería dar el paso!
¿Y qué voy a hacer cuando deje el trabajo? Pues durante esta nueva etapa de mi vida quiero llegar a conseguir dos cosas relacionadas entre sí:
- Intentar crear un trabajo que me guste y que me permita ser dueño de mi tiempo.
- Poder hacer aquellas cosas que siempre he querido hacer.
Soy muy consciente de que esta es una oportunidad única y no la quiero desperdiciar. El tiempo que me puedo permitir que dure este intento está restringido por colchón de ahorros que tengo. Y eso me pone cierta presión a la hora de montar el modelo de vida sostenible, que al inicio significará mucho trabajo, mucho sacrificio, y poco tiempo libre para hacer las cosas más lúdicas que siempre he querido hacer.
Soy consciente también que tengo que encontrar la balanza entre idealismo del tipo de vida que quiero tener y el realismo de lo que es factible. Pero sé que ser idealista me dará la dirección del camino que debo seguir, y el ser realista me dirá cuando debo coger otro camino o incluso abandonar. Y aunque algún día tenga que abandonar, no significará nunca haber perdido, ya que sólo por el hecho de haberlo intentado, habrá sido ya una victoria. Que sólo lo aprendido durante el camino, habrá hecho que haya crecido como persona. Y que carajos, que la vida va de esto, de crecer, de tener experiencias diferentes, de soñar y permitirse vivir los sueños, ¡y de levantarse cada mañana ilusionado pensando en que lo que vas a hacer ese día es lo que te gusta y lo que te da la gana!
Pero existe la otra cara de la moneda y sé que no va a ser un camino de rosas. Uno de mis retos principales va a ser el no dejarme llevar por los miedos, prisas o ansiedades debidas a las inseguridades e incertidumbres que la vida del emprendedor conlleva. Será también intentar no controlarlo todo, y dejar espacio para que las cosas fluyan. Porque el exceso control me crea ansiedad, ya que las cosas nunca salen como las planifico, y eso hace que no las disfrute. Y si no voy a disfrutar, ¿para qué entonces meterme en este percal?