La depresión, tal y como la entendemos hoy, no existía antes. Los pacientes se quejaban de desidia y cansancio, de agotamiento físico y mental. La depresión se refiere al conjunto de sentimientos dolorosos e ideas que tiene la persona ante la pérdida o la frustración. La pérdida de un ser querido y el duelo por las partes perdidas del yo llevan a dos tipos de culpa: la culpa depresiva y la culpa persecutoria. La depresión es una defensa contra la desconexión total, donde se lucha por preservar las relaciones y las imágenes internas buenas de los objetos amados. Para la persona depresiva, es preferible tener una mala relación a no tener ninguna, al igual que los niños prefieren tener padres, aunque estos los traten mal o sean negligentes, antes que verse solos.
La culpa y los duelos mal elaborados son el origen de muchas enfermedades mentales y físicas.
La neurosis es un conflicto entre la moral y la parte instintiva de la personalidad. Cuando hay un self estructurado, se tiene una buena capacidad de sublimación y unas condiciones adecuadas para elaborar el duelo y poder repararlo.
En terapia, la persona conoce su lado bueno reprimido y acepta lo malo reprimido. Cuando no hay un sano equilibrio entre las partes de la personalidad, una toma el mando y la otra es sometida. El analista ayuda al paciente a ver la verdad acerca de sí mismo, a conocer sus creencias, valores, fantasías e ilusiones que provocan angustia y ansiedad cuando no se consiguen. Una de las situaciones más dolorosas es aquella en la que se tiene que enfrentar a la verdad. El mecanismo de negación elude la realidad que provoca ansiedad y angustia.
La culpa se genera por una tensión entre el yo y el superyó. Las personas buscan satisfacer de forma inmediata sus instintos acumulados. Al no lograrlo, se genera una tensión que crece por estímulos externos y también del psiquismo interno. El yo debe percibir esta tensión y adaptarse a la realidad, actuando como amortiguador de estímulos que resultan dolorosos y angustiantes. Tiene que darse una buena introyección y proyección, tarea difícil porque el niño se identificó con ciertos aspectos de sus padres y no con otros, con deberes, prohibiciones y maneras inculcadas de cómo hay que ser. La introyección se utiliza como una forma de tolerar la pérdida; el yo se defiende incorporando y estableciendo dentro de sí al objeto.
La persona que siente culpa percibe que no es buena y merece ser castigada. Ella misma se castiga. La persona se siente culpable cuando ha cometido algo que considera malo o pensó en hacerlo. Bajo la culpa, se hacen cosas por miedo a perder el cariño y protección de otros o de uno mismo.
En la angustia y la ansiedad se da una reacción frente al peligro, donde el yo se prepara para luchar o huir. Se relaciona con situaciones futuras. La angustia funciona como una señal de alarma frente a peligros. En la depresión, el yo está paralizado porque es incapaz de enfrentar el peligro, es causada por ataques reales o fantaseados y se relaciona con experiencias pasadas. Sentimos angustia ante el peligro de la pérdida y tristeza cuando se da la separación. La respuesta normal ante una pérdida es la depresión. La depresión es una agresión contra uno mismo, una señal que avisa de un conflicto en la personalidad. Es una reacción de emergencia frente a una situación crítica. Es importante el grado de impotencia y desesperanza sentida; el yo necesita superar la situación en la que se encuentra, recuperar el objeto y repararlo para repararse a sí mismo.
La persona deprimida debe recuperar su autoestima y disminuir sus sentimientos de debilidad. Toda pérdida es vivida como una parte de nosotros, ya que la persona se asegura de que el objeto exista introyectando una parte dentro de él. Perder algo o a alguien es una privación, se siente como un déficit y se experimenta culpa por la pérdida de las partes del self que se habían puesto en la otra persona.
En el acto suicida, de forma inconsciente, la persona piensa que agrede y mata a las partes de su cuerpo y mente donde están las partes malas. La muerte es vivida como una verdadera liberación de estas partes negativas (partes que generan dolor y sufrimiento). Es un pensamiento mágico de aniquilar las partes que no nos gustan o de los objetos persecutores que nos hicieron daño, donde se juntan sentimientos maníacos que niegan también las partes buenas, y la propia muerte. Se vive el suicidio como un deseo de escapar, de dormir, de huir, donde la culpa lleva a la necesidad de autocastigo. Personas que se quieren suicidar suelen decir que lo sienten por el daño causado, evidencia del sentimiento de culpa persecutoria y del deseo de venganza y de control que se escapa tras la muerte. Es un método desesperado para expresar sentimientos de desesperanza y desamparo. La persona no se siente capacitada para enfrentar los problemas y piensa que los demás no ven todo su dolor ni su necesidad real de ser ayudada.
Se necesita una integración donde se introyecte a la madre y al padre como totalidades, aceptar la ambivalencia para reparar el objeto interno dañado. Hay que sintetizar los sentimientos de amor y odio. Mientras tanto, las defensas maníacas sirven para proteger al yo del dolor y la desesperación a la espera de que se dé una reparación mediante elaboraciones e insights. Vivir implica necesariamente pasar por muchos duelos. El yo necesita elaborar sus pérdidas; los pacientes tienen su identidad afectada, conflictos que los aquejan y, por eso, necesitan consolidar su sentimiento de identidad. Son necesarias las regresiones para volver atrás, deshacer el falso self y restaurar un self auténtico.
La terapia es una forma de renacer, de nacer de nuevo con otra identidad buscada.