En nuestro día a día funcionamos de manera mental, conectadas en gran medida con nuestra parte racional y muy poco o nada conectadas con nuestras emociones y sentimientos. Y esto tiene un sentido ecológico. El Ser Humano es absolutamente ecológico y aunque nos parezca que no, todo lo que hacemos tiene un sentido, ya sea a nivel consciente o inconsciente. Esto lo aprendemos desde el nacimiento o incluso la concepción, puesto que el instinto de supervivencia va a trabajar por mantenernos vivas y superar todas aquellas situaciones con las que nos iremos encontrando a lo largo de la vida. Pero cuidado, porque está forma de funcionar tiene que ver con la parte del cerebro más primitiva; aquella que sólo atiende a la supervivencia y no al bienestar integral (mente cuerpo y espíritu).
¿Y cuál es el sentido ecológico de ese funcionamiento?
Bien, empecemos. Cuando sufrimos algún hecho doloroso, en muchas ocasiones tendemos a disociarnos de la emoción y del sentir porque duele demasiado, y… a quién le gusta sufrir? Pues a nadie.
Entonces, nos situamos en la mente que tratará de dar una explicación racional a ese hecho traumático. O bien, tratará de ponerse práctica y sacarnos del dolor rápidamente volviendo a los quehaceres de la vida diaria; lo cual está muy bien en un primer momento, ya que si no, nos hundiríamos en la tristeza. Pero ¿qué pasa si no atendemos ese dolor en ningún momento, si lo damos por liquidado en el baúl de los recuerdos? Que no desaparece, sólo queda tapado o escondido en algún lugar interno. Y este modo de protección inicial que nos ha salvado, si se prolonga, puede convertirse en una trampa, porque podemos ir acumulando heridas más superficiales o más profundas, una tras otra sin atenderlas, de manera que luego generen una madeja en la que ya no sepamos dónde estuvo el inicio ni el final de ese gran hilo.
A modo de herida en la piel… imagina que te haces una herida caminando por la calle y en ese momento sólo tienes a mano un pañuelo con el que mirarás de cortar la sangre que caiga. Verdad que cuando llegues a casa ¿vas a desinfectar y cuidar esa herida para que el cuerpo haga su trabajo de sanación? Pues ahora llévate eso a una herida emocional. <Estás en casa y decides prepararle una cena especial a tu pareja porque lo/la amas y te apetece, o porque es un día especial. Lo haces con todo mimo y amor. Y cuando llega tu pareja viene de mal humor, no quiere cenar y desprecia la cena que con tanto mimo has preparado. Este hecho, que llevado a la racionalidad, le podrías dar una disculpa debido al estado emocional que trae tu pareja, se convierte en un hecho doloroso para ti porque además, este patrón se repitió en tu niñez. Esa niña se sintió despreciada en muchas ocasiones por su entorno, hacía cosas que en su mente de niña eran importantes, y los adultos de referencia despreciaban ese gesto sin dar importancia al mismo; sin DARLE importancia a ella.
La VIDA está llena de <causalidades>
Cuando vivimos una situación que nos hace sufrir en el presente, podrías pensar que es un hecho aislado en tu vida, que es casualidad… vamos, una mera coincidencia, y seguir con tu vida. Pero con los años, el conocimiento y la experiencia, he llegado a la conclusión que no existe ningún hecho en nuestra vida que sea casualidad. Siempre está impresa toda nuestra historia, a modo de muñecas rusas; dentro de mí, por ejemplo, está esa niña triste que fui, que no se sintió mirada, esa adolescente enfadada que fui, esa joven buscadora… y así sucesivamente con cada etapa de la vida. Y en nuestra memoria está impregnada cada experiencia vivida, la recordemos más o menos , o nada.
Os pondré un caso real en consulta: <una mujer me cuenta que va a una entrevista de trabajo, y a medida que se desarrolla la misma, se va dando cuenta de cómo su cuerpo se revuelve, se le gira el estómago y se siente incómoda e inquieta; es curioso porque no conoce de nada al entrevistador. Cuando finalmente termina el encuentro, da por perdida la oportunidad de trabajo pensando que no la cogerán, ya que sus sensaciones han sido poco positivas en general. Pero… cuál fue su sorpresa, que al día siguiente la llaman comunicándole que había sido seleccionada. El señor que le hizo la entrevista resultó ser su jefe y después de dos años en la empresa, sigue sintiendo el mismo malestar cuando habla con él, siente que existen injusticias, que no se le valora igual que al resto, se siente en cierta forma maltratada>.
En el desarrollo de la sesión le pregunté si sentía o había sentido esas mismas sensaciones con alguna persona allegada a lo largo de su vida, si le resonaba algo similar, ya que no era normal tanto malestar con una persona con la que apenas tiene vínculo afectivo. Se paró a pensar, y se dio cuenta de algo que no había atendido hasta ahora; la relación con un familiar allegado era muy similar y había sido muy dolorosa, hasta el punto de no mantener relación en la actualidad. Fue como destapar la caja de Pandora. De ahí seguimos trabajando, y este hecho, aparentemente tan trivial y aislado del terreno laboral, resultó ser el mecanismo que activó un dolor antiguo de pequeña y que la ha acompañado durante muchos años, que sigue sin cerrar, simplemente aparcado. De niña sintió que su entorno era injusto con ella, no se sintió valorada y se sintió maltratada por un familiar muy allegado; este último echo se dilató por muchos años.
¿Y para qué sanar esas heridas de la infancia?
Como habéis podido comprobar en caso anterior, y como decía una profesora que tuve <el alma también va al trabajo>. La vida está llena de señales y mensajes que, si estamos atentas y viviendo una vida consciente, podremos observarlas, detectarlas y darles sentido, como una pieza más del puzzle de nuestra vida.
Lo explicaré de otra forma para que pueda llegar mi mensaje de la forma más comprensible. Y para ello volveremos al ejemplo que os ponía antes. Esa niña que sintió que su entorno era injusto con ella, que no se sintió valorada, etc., vivió la situación desde su mente de niña de 5 años. Todas sabemos que una niña de 5 años no puede razonar adecuadamente las decisiones y actuaciones de los adultos, porque no tiene esa capacidad. Sólo se mueve por sus 5 sentidos, pero la capacidad de razonar aún no la tiene desarrollada, por lo que esa vivencia se le hace difícil e incomprensible. Además, y no menos importante, que no tiene la capacidad de defenderse, y no puede rebatir porque no serviría de nada.
¿Entonces qué hace la VIDA?
Nos pone situaciones y experiencias, que en nuestro cuerpo y campo energético se sienten igual que las vividas en la infancia. Pero con una gran diferencia; ahora somos adultas, somos sabias y tenemos la capacidad de parar, observar y meditar sobre lo que estamos viviendo; como hizo mi clienta. Empezó a ver los grandes paralelismos que existen entre lo que está pasando con su jefe y lo que pasaba en su niñez y con la relación de su familiar. Es desde ahí, que podemos empezar a sanar, porque la VIDA nos da la oportunidad de vivir lo mismo pero atenuado y con muchas más herramientas para hacerle frente. Esta mujer puede poner límite a su jefe, puede hacerse valer, puede atenderse y escucharse cuando se siente mal, puede reformular y reelaborar ese dolor y darle un lugar sano a todo lo que pasó… y es curioso, porque he visto cientos de casos en que poco a poco la situación de partida que traían como problemática, va cambiando y mejorando, a medida que vamos trabajando la raíz del dolor antiguo y en su interior van reformulando y resituando aquello que vivieron, desde la racionalidad, desde el sentir y el alma como mujer adulta.
La vida está llena de oportunidades para soltar
La aventura de vivir está llena de oportunidades para sanar y soltar todo aquello que nos dolió, para tirar del hilo de la madeja que nos llevará a indagar sobre las profundidades de nuestro inconsciente, y siempre digo que estamos en un tiempo bueno y especial de despertar, en cuanto a que tenemos todas las terapias que se adaptan a cada necesidad, a cada persona. Esto nos permite <si estamos realmente dispuestas> poder sanar y soltar todo aquello que nos bloquea el camino. Sólo hace falta estar atentas, y sobre todo, querer trabajar por nuestro propio bienestar, por TU bienestar.
Ya no hay excusas, si en tu vida hay alguna cosa que no te hace sentir bien, tienes dos opciones; seguir viviendo haciendo ver que no te enteras, o pararte y pedir ayuda. Porque… verdad que si se te rompe un armario y valoras que es posible arreglarlo, llamarás al carpintero para que venga a repararlo? Pues tu corazón y tus sentimientos también se merecen que los sanes, los mires y los atiendas, o sea, tu niña interior. Todo el dinero y tiempo de cuidado que inviertas en ti, también revierte en tu familia, ya que si tú estás bien ellos también; por lo que es dinero bien invertido,. Porque… ¿qué hay más importante que TÚ misma? ¿si TÚ no te cuidas quién lo va a hacer por ti? ¿A qué esperas…?