Me Presento
Mi nombre es Cristina Molina y decidí dedicarme al mundo del bienestar porque creo profundamente que todos merecemos sentirnos bien. Mi primer empleo fue en el sector de la belleza, donde descubrí mi verdadera pasión.
Mi nombre es Cristina Molina y decidí dedicarme al mundo del bienestar porque creo profundamente que todos merecemos sentirnos bien. Mi primer empleo fue en el sector de la belleza, donde descubrí mi verdadera pasión.
El masaje Kobido, que significa «antiguo camino de la belleza», es una técnica de masaje facial de origen japonés que tiene una historia fascinante. Se dice que se originó en el siglo XV como terapia para tratar a los samuráis, para calmar su mente y espíritu, potenciando su fuerza interior.
Una emperatriz japonesa observó que este masaje tenía otros efectos y empezó a utilizarlo como tratamiento de belleza de los miembros de la familia imperial, donde se transmitió de generación en generación, y se mantuvo como un secreto bien guardado durante siglos. Sin embargo, en el siglo XX, fue introducido al público en general y comenzó a ganar popularidad en Japón y en todo el mundo.
Los beneficios del masaje Kobido facial son numerosos. Es como un lifting facial que, además de relajar y rejuvenecer la piel, estimula la circulación sanguínea y linfática, lo que ayuda a eliminar toxinas y aporta nutrientes a las células de la piel. También puede reducir la tensión muscular en la cara y el cuello, lo que puede aliviar el estrés y mejorar el estado de ánimo.
Además, se considera una terapia holística, ya que no solo beneficia la piel, sino también el cuerpo y la mente en su conjunto. Al promover la relajación y el equilibrio energético, este masaje puede contribuir a una sensación general de bienestar y armonía.
Mi nombre es Cristina Molina y decidí dedicarme al mundo del bienestar porque creo profundamente que todos merecemos sentirnos bien. Mi primer empleo fue en el sector de la belleza, donde descubrí mi verdadera pasión.
Sin embargo, tras unos años, tuve un paréntesis y trabajé en una fábrica. Fue entonces cuando me di cuenta de que mi vocación no era estar en una línea de producción, sino en el sector del bienestar.
Empecé a formarme en todas las áreas posibles y, después de seis años de dedicación y esfuerzo, he logrado establecer mi propio centro, que hoy está lleno de clientes y de una energía muy positiva. Mis clientes afirman que, al entrar, ya sienten una profunda paz, y al salir, experimentan una relajación máxima. Este es el mayor testimonio de que he alcanzado mi propósito: brindar bienestar y armonía a quienes nos visitan.
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