Mi trayectoria vital ha pasado por varias experiencias de acompañamiento, muchas al lado de personas en situaciones difíciles. De todas ellas me llevo el estar cerca de la realidad humana, siendo cada vez más respetuoso y amable con quien acompaño. He acompañado a niñes y adolescentes con diversidad funcional, con diagnósticos, con sufrimiento, y en situación de exclusión, algunos con una particular forma de estar en el mundo, un mundo mucho más frágil en su caso. También he acompañado a migrantes en su camino legitimo de encontrar un lugar más seguro y prospero para vivir, organizando también dispositivos, no solo clínicos, sino políticos para conseguir sus derechos. He trabajado con gente mayor, personas que llevan mas tiempo que yo en este mundo. He estado al lado de personas en la fase final de vida, en la perdida y apoyando a las personas que cuidan y acompañan ese particular dolor. También con gente que no tiene lugar al llegar la noche, sin hogar, que te muestran lo frágil que es la solidaridad humana. He acompañado a personas que han sufrido violencia y también a personas que la han ejercido. Acompaño a muchos hombres a revisarse la masculinidad y la violencia, la responsabilización y prender lo central del cuidado. Acompaño cada día a personas que sufren, que no se encuentran o simplemente quieren ser más felices, un buen vivir y sacar todo su potencial. En todas me he visto a mi mismo, me han hecho de espejo, de maestras y maestros de lo bello, de lo fuerte y frágil que es al mismo tiempo la condición humana. Me han ayudado a ser yo mismo, a mi pensamiento crítico, a mi humildad, a aceptar pedir ayuda, de ser acompañado también en mis momentos difíciles, de abrir mi debilidad y mi fuerza, de ser visto y querido cuando yo no me quiero. A eso me dedico, a abrir una mirilla en nosotros mismos pera ver a los otros, y al revés, poder abrir una ventana a los otros para que proyecten luz en nuestro interior. Me acompaño a mi mismo y mis personas queridas que están a mi lado.