El Amor Incondicional, ese gran desconocido, es un Estado Interno, que no depende de nada ni de nadie. Y por eso es tan desconocido…
Hablamos mucho de él, pero casi siempre estamos mirando hacia fuera, al exterior, a lo que tenemos, lo que queremos, las personas que nos rodean. Ordenamos el mundo de una determinada manera, eso nos da seguridad, y desde allí pueden formar parte unas cosas u otras. Si estás leyendo este artículo seguramente ya llevas un gran recorrido de trabajo interior, creciendo o ya de vuelta de esa sensibilidad o naturalidad perdida, y por ello tu sentir es diferente a como lo sentías hace tiempo, cuando te dejabas arrastrar por las emociones y entrabas en los dramas, los enfados y los vaivenes de la vida. Estás muy lejos de allí, ¡bravo! Pero quizás te sigas preguntando qué te falta, por qué te sientes aún vacío/a en parte, si ya todo lo ves desde una posición neutral, objetiva, con altura de miras, hoy en día diríamos con consciencia.
El Amor Incondicional es en última instancia la finalidad de todo Ser Humano, pues cuando lo siente y vive a través de él, la coherencia que lo envuelve, formando parte de él, hace que todo tenga sentido, hasta lo que a los ojos más encarnados parezca fuera de lugar. Y allí radica su secreto, ese gran desconocido que es ser tú mismo. No se trata de aceptación ni de rendición, que también, pero no únicamente, esa es sólo una parte del camino, de ese aprendizaje. Se trata de que esa mirada no contemple aquello que pretendes aceptar o a lo cual pretendes rendirte. No significa que no esté, claro que está ya que ese exterior existe, pero cuando tu mirada no pretende aceptarlo, debido a que sencillamente es así, se vuelve realmente como es, sin más. Ni tan siquiera hay la necesidad de rendirse, parte del camino, porque ya es.
¿Y si es tan sencillo… por qué nos cuesta tanto? Desde pequeños nos han enseñado a mirar de una determinada manera, básicamente hacia fuera, para entender el mundo que nos rodea, podernos mover en él con soltura y triunfar, sea lo que sea triunfar para cada uno. Aprendemos de lo que nos sucede, de las relaciones que tenemos, de lo que poseemos y/o queremos, etc. y vamos conformando nuestra estructura, quienes somos. Ese quienes somos no es ni mejor ni peor, sencillamente es con quien nos identificamos, el que nos ayuda a sobrevivir y por tanto desde dónde nos proyectamos. La palabra sobrevivir tiene su relevancia, ya que no se refiere a Vivir en mayúsculas. Desarrollamos habilidades, pero nos perdemos por el camino ya que nos definimos en base al exterior.
Cuando nos damos cuenta de este hecho, sea tarde o temprano, empezamos a desandar ese camino, volviendo la mirada hacia dentro, y empezando seguramente un proceso de crecimiento personal, que puede ir desde el yoga, la meditación, la gestión de las emociones, un cambio de alimentación… ya no nos planteamos lo que sucede fuera en sí, sino cómo nos afecta lo que sucede fuera y por qué. Este es el gran punto de inflexión donde todo empieza a cambiar, el mundo ya no controla cómo estoy, empiezo a ver que puedo estar de una determinada manera, aunque el mundo esté de otra. Empezamos a descomponer nuestra identidad, a ver que las cosas no son tal y como las vemos porque las miramos desde un determinado lugar, y si cambiamos esa mirada en nosotros/as esas cosas suelen cambiar.
Así pues, no puedo saber cómo es el mundo porque si yo cambio este también cambia. Entonces, ¿cómo me puedo mover en él, con que habilidades, estrategias, bajo qué formas? ¡Que inseguridad genera ese vacío! La respuesta es sencilla, no puedo… Acepto una parte de esa nueva mirada, que me permite vivir más en paz, pero sigo viviendo a través de una parte de mi estructura, de mi identidad, que me da seguridad. ¿Es un buen equilibrio, no? Y entonces por qué sigo sintiendo ese vacío, en el fondo de mí, que me dice que ese equilibrio no está bien del todo… Eres tan consciente y tu mirada tiene tanta altura que lo analizas todo para no juzgar, para ser equitativo/a, para entenderlo todo en 3ª persona y así poder ser neutro/a y objetivo/a… pero cuanto más vives desde aquí más entras en las formas que esto representa, construyendo una nueva identidad a través de la cual poder seguir relacionándote, y por ende mirar de una determinada manera. Y pretendes aceptar lo que ves porque eres una buena persona, y quizás incluso rendirte ya que sabes que esa es la dirección, pero no puedes dejar de verlo como lo ves, y desde aquí relacionarte con el exterior, que en gran medida sigue definiendo quién eres, aunque no te des cuenta.
¿Cuál es la solución entonces? Ya la estás aplicando porque ya tienes todas las herramientas en ti, aunque no lo sepas, o sí. Ya estás andando en la dirección adecuada, sólo que no ves el camino, aunque a veces sí la dirección. Seguir desaprendiendo para dejar de mirar cada vez más, hasta que desde ese no mirar nazca una realidad desconocida, pero anhelada desde tiempos inmemoriales… ese vacío que lo llena todo porque no está sujeto a ninguna forma. Esa reconexión con tu esencia completa, realizada, y como una flor que regala su perfume, proyectarla por doquier. La realidad de por sí no es de ninguna manera, porque la creamos según la percibimos, y nuestros sentidos filtran y almacenan una ínfima parte de esta, recordándola luego desde nuestra experiencia o forma de mirar. Por tanto, si queremos cambiar el mundo, hacerlo mejor, más Humano, la única manera es que nuestra manera de mirar cambie, y al percibirlo diferente permitamos que se construya según una nueva mirada, que no mira en la forma, sino que Vive en la Esencia, y como tal Es, sin más.
El amor incondicional no es dejar de sentir o de actuar, lo cual sería huir de la experiencia que nos hace ser humanos, renunciando a esta en pro de una espiritualidad a la forma a través de la cual lo vivimos. Más bien al contrario, es Sentir plenamente, desde la vivencia, sin más. Todo cambio empieza en la forma de mirar, de sentir, ya que no hay una voluntad de cambio en el exterior, sino el avance de la Vida en este a través de su interior que siempre, de una manera u otra, le empuja a avanzar. Construimos la realidad que proyectamos, formando parte de este avance de la vida en todo o frenándolo buscando ese cambio. El mundo no necesita ser cambiado para ser mejor, sólo necesita que lo miremos desde un lugar mejor para poder cambiar.