Yo Vera. Yo, Verónica
Estoy hecha del fuego del volcán y la hoguera.
De ese mismo fuego donde ardí junto a mis hermanas, en la noche oscura de la gran ceguera.
Soy del fuego que venero en el canto sagrado y el del calor de las piedras que nos sanan en la cueva.
Estoy hecha del aire, del aliento divino.
Del aire de la palabra cuidada, de la respiración de las plantas.
Y el de la mente, que viaja y vuela.
Soy del barro que llevo en la piel, con el color de tierra litoraleña.
Hija del planeta y de las estrellas.
De la tierra del borde del río, del polvo y la arena.
Soy del agua que baja la montaña cantando y se alegra.
De la que viaja en los cantos de los niños que ríen y juegan.
Estoy hecha del agua que corre en mis venas.
Y la de la sangre sabia, que de apoco se suelta.
Estoy hecha del éter, de toda existencia.
Yo soy la nada y el todo, cada instante eterno presente.
Soy el vacío ausente que me desafía a elegir el destino que quiero. Y el que creo. Y el que entonces defino.
Soy mi historia imperfecta.
El legado de mis muertos y el vientre que al niño gesta.
Soy el mundo presente y el pasado vivido.
Y soy el mundo futuro, que proyecto en mi sueño diurno.
Yo sueño la vida con alegría y sin penas, porque la vida es el río y son válidas las piedras.
Sueño la risa que río y la que falta y reclamo. Porque, aunque parezca perdida, está adentro, nunca se ha ido.
Sueño la vida, porque soñando la imagino y al nombrarla la creo de colores y en equipo.
Y el equipo lo sueño con cada une disfrutando de elevarse en sí misme.
Compartiendo proyectos sin empujes, sin tirones, con alivio.
Donde todes soñamos, donde todes seguimos recordando razones pal camino.
Yo sueño el camino, uno lleno de flores, que regala la dicha de la luz y sus bendiciones.
El camino del canto que lleva oraciones elevadas al alma de todos colores.
Sueño una tierra ascendida.
El regreso al origen.
La completitud de los seres que, sin miedo ni culpas, recuerdan que nunca fueron esclavos, ni víctimas, ni invasores.
Sueño el sueño despierto de la ilusión de la mente.
Esa ilusión problema de si puedo o no puedo ser yo quien escriba mi vida chiquita, efímera, impermanente y eterna.
Es el sueño despierto de saberme potente. De creer en mi gente. El de no esperar, pero ser paciente.
Y de mi sueño despierto doy gracias al cielo, a la tierra, a la lluvia, al viento y al fuego, por regalarme la dicha de cada respiro, de cada latido, de cada palabra y cada objetivo.
Agradezco a los guías, a los aliados, a les ancentres.
A los testigos y a los ausentes.
Yo acepto la vida, los regalos, los desafíos.
Bendigo maestres, bendigo estudiantes, a les amigues y a les enemigues.
Bendigo el ayer que me dio la forma presente.
Bendigo el hoy. Bendigo el mañana, a la forma soñada.
A las oraciones de los seres de luz encarnados en el canto de pájaros libres y en el dios de todas las miradas.
Yo soy Vera, Verónica.