NUESTRO CUERPO ES EL GUARDA DE NUESTRA VERDAD.
Nuestro cuerpo, es la casa que ha acogido todas nuestras experiencias de vida, como decía Therese.. AY!!!! Si las PAREDES DE NUESTRA CASA HABLARAN!!!
La ocultación de la verdad de aquello que nos pasó, de nuestro sufrimiento, se contradecía con aquello que vivíamos y sabía nuestro cuerpo. Nuestro cuerpo se ciñe a los hechos…y ahí estarán guardados, aunque nosotros no tengamos recuerdos de aquello que nos pasó. Nuestro cuerpo tiene sus «Razones” y guarda memoria de todo lo que nos aconteció.
El dolor encierra el camino a la verdad, si rehusamos aceptar que no nos quisieron siendo niños, nos ahorramos mucho dolor, pero bloqueamos el camino que nos lleva a la verdad. Generalmente preferimos negar que no hemos sido amados, y es así que los trastornos alimentarios, las adiciones……como el alcoholismo, las drogas….tabaco.. son pruebas indudables de las necesidades no satisfechas en nuestra infancia.
Son pruebas de todo lo que vamos negando, pero el CUERPO NOS GRITA, nos pide ayuda, pero no lo escuchamos. Son gritos del cuerpo, que quiere ser escuchado y que requiere que prestemos atención al padecimiento sufrido en los primeros años de nuestra vida, y en lugar de escuchar y comprender sus gritos de socorro, nos escondemos, huimos hasta que enfermamos o caemos en las adicciones. Y es que nuestro cuerpo se pasa la vida anhelando llenarse de esa sustancia materna, que necesitó en su infancia, anhelo que proyectaremos sobre otras personas.
¿Y cómo podemos reconciliarnos con nuestro cuerpo?
Pues lo que estamos haciendo aquí, en la BIOGRAFIA, no eludir la VERDAD. Tenemos que poner conciencia que esto no nos va a matar, sino que probablemente nos va a traer ALIVIO.
La construcción de nuestra biografía nos da la oportunidad de madurar emocionalmente, dejando de negar la VERDAD, de conocer nuestra historia que el cuerpo ya conoce. Y en esa verdad, descubrir a nuestra «madre real», no la madre interiorizada, «la idealizada» de la infancia.
Que en esa lealtad a mamá, no podía expresar ni rabia, ni enfado, ni mucho menos odio, y lo dirigiremos hacia nosotros mismos, pagándolo a veces con enfermedades corporales o hacia aquellos que son mas débiles, como pueden ser nuestros hijos. El cuerpo, sabe de qué carece, no puede olvidar las privaciones amorosas, el agujero esta ahí y espera ser llenado generalmente con las adicciones… son llenados de sustancia materna que no tuvimos en nuestra infancia.
Si nos negamos a aceptar que no nos quisieron siendo niños, nos ahorraremos mucho dolor, pero bloquearemos el camino de la verdad, de nuestra verdad, y que tal vez el precio que tengamos que pagar sea sufriendo graves enfermedades, muertes tempranos, suicidios, adicciones, trastornos alimentarios.
«Mi cuerpo es la fuente de mi verdad, no puedo amar a mis padres cuando mi cuerpo se niega a hacerlo por razones que sólo él conoce». Alice Miller.
Y aquí, tengo dos noticias, una buena y otra mala. La mala noticia, es que ese amor no va llegar, ya fue, y la buena noticia es que ahora, NO LO NECESITAMOS, sino seguiremos como niños en ese anhelo de que mamá nos ame, como no nos amo.