El ejercicio de la maternidad, no debe ser nunca una obligación, sino un deseo desde la libertad y la autonomía de cada mujer. No hay un instinto maternal, sino el deseo de hombres y mujeres por tener un hij@, como experiencia vital y enriquecedora.
No se debe plantear nunca la maternidad, como un arreglo a una situación conflictiva, de pareja o personal. Es preferible, arreglar antes las situaciones personales y de pareja y luego ejercer la maternidad desde el bienestar propio y relacional.
En ocasiones, durante los embarazos, pueden haber conflictos conscientes o inconscientes que nos lleven a tener problemas físicos o vivir la gestación de forma problemática. Ocasionalmente, si la mujer no ha podido tener una buena identificación con su madre como mujer, o su infancia ha sido difícil, pueden producirse regresiones (dependencia total hacía los demás, buscando obtener en este momento lo que no se tuvo en la infancia) o progresiones (exceso de autosuficiencia o autonomía, rechazo de ayudas o aislamiento, estar más fuera que dentro de una misma, exigencias con una misma).
La sociedad pretende que la madre y el padre y el proceso de gestación y de alumbramiento de un niño, sea algo ideal y cuando a menudo como padres primerizos, encontramos dificultades, nos sentimos avergonzados y culpables, cuando esto es lo más normal, tener dudas y miedos, que hay que resolver con información y entornos facilitadores, que nos sostengan y acepten con todas nuestras emociones.
El parto puede ser un momento de desestructuración emocional o de agradecimiento y alegría, debido a que la madre ha de dejar pasar a su hijo hacía el exterior y para ello ha de estar preparada y contar con apoyos, saber de antemano que pasa de ser una persona a ser dos, reconociéndose en sus vulnerabilidades y necesidades.
A veces a partir del nacimiento del bebé puede comenzar una guerra interna: Entre nuestra identidad y las partes que no conocemos de nosotras mismas. Entre nuestro mundo interno y nuestro mundo externo. Entre lo que creemos que nos debería suceder y lo que nos sucede en realidad. No todo es tan maravilloso y perfecto como nos habían anunciado o como creíamos que iba a ser.
Para no enfermarse, es muy importante abandonar esa lucha entre lo que es y lo que creemos que debería ser o nos dicen que tiene que ser. Es necesario pedir ayuda y acompañamiento, saber depender de los demás, familia y personas significativas y otros profesionales que pueden ayudar.
No es lo mismo el embarazo, que la crianza de un hijo y para ello tanto el hombre, como la mujer, tanto el padre biológico y la madre biológica, como los familiares y amigos, pueden dar apoyo y sostén y mantener vínculos de apego seguro con los bebés cercanos.
La mujer necesita reconocer al bebé y ser reconocida por él, pero también reconocerse fuera de ese vínculo a través de relaciones emocionales con otras personas significativas, con las que poder hablar y estar y apoyarse, así como continuar en la medida de lo posible realizándose a través de otras actividades personales gratificantes más allá de la crianza del niñ@.
Bibliografía:
Laura Gutman . La depresión posparto
Nancy Chodorow. El ejercicio de la maternidad.