La mayoría de deportistas y entrenadores con los que trabajo, creen que el factor psicológico determina entre el 60% y el 80% del rendimiento deportivo. Pero cuando les pregunto el tiempo que dedican a entrenarlo específicamente, el porcentaje es irrisorio respecto al entrenamiento físico, técnico y táctico. A pesar de las múltiples investigaciones que constatan la gran influencia del factor psicológico en el rendimiento deportivo (*véase Abdullah, Musa, Maliki, Kosni y Suppiah, 2016), todavía hoy existe la creencia popular de que es una cuestión de carácter y que eso de ser fuerte mentalmente “va con la persona”. El conocimiento, planificación y entrenamiento de las variables psicológicas, independientemente de la categoría, aparecen poco en las libretas de entrenadores y deportistas. Aunque es cierto que en el deporte de élite este tipo de entrenamiento ya es una realidad, todavía queda para integrarlo profesionalmente en la planificación deportiva.
Pasa algo parecido en las empresas respecto a las “soft skills”, dónde todos sabemos que tienen una gran influencia en la productividad pero que pocos las entrenan, evalúan y potencian lo suficiente.
Para conseguir un rendimiento óptimo en competición, dónde las variables psicológicas y estratégicas a iguales condiciones físicas marcan la diferencia, se tiene que crear un espacio para entrenar el aspecto psicológico. Claro está que es un trabajo interdisciplinar, tiene que estar coordinado y combinado con el entrenamiento físico y técnico-táctico, pero no se debe menospreciar ninguno de ellos si queremos lograr un alto rendimiento. Y como cualquier entrenamiento requiere tiempo, sacrificio y dedicación, no es “mágico”. Si un nadador quiere aumentar su resistencia no lo conseguirá en dos días, necesitará un método de trabajo constante con un plan de mejora continua, a través del cual irá obteniendo resultados hasta alcanzar el deseado.
En la infografía adjunta comparto el esquema de entrenamiento psicológico que tengo siempre presente al trabajar con deportistas, basado en un enfoque cognitivo- físico- conductual de mejora continua. Desde el autoconocimiento que determina como nos vemos y qué plantillas mentales utilizamos al realizar los movimientos técnicos, hasta cómo nos sentimos y qué pensamos al realizarlos. Utilizando diferentes técnicas en función de las necesidades del deportista e integrándolas en su entrenamiento del día a día, conseguimos dominar lo que pensamos, sentimos y hacemos, garantizando una preparación completa para la competición.
Integrar el entrenamiento psicológico en el físico-técnico-táctico no te hará ganar medallas pero te permitirá no perder los segundos que podrías haber ganado.
Habilidades como la concentración, la resilencia, la confianza, la activación o el domino de los focos atencionales en función de la situación… no se adquieren porqué sí, como hemos visto, necesitan un proceso de trabajo duro y constante. Rompamos con el estigma de pensar que no podemos ser mejores mentalmente. Quién quiere asimilar, mejorar y automatizar estas habilidades para la competición, necesita centrarse en el proceso y entrenarlas a través de una planificación acorde a sus objetivos, sólo así conseguimos llegar a nuestro máximo rendimiento.