La toma de decisiones es una habilidad esencial que impacta directamente en la vida de todas las personas, y esto incluye a aquellos que tienen discapacidad intelectual.
A menudo, se piensa que la capacidad de tomar decisiones se limita a elecciones importantes en la vida, cómo seleccionar una carrera, un trabajo, elegir donde vivir, casarse, cómo ganar dinero o cómo invertirlo. Está percepción puede llevar a la creencia de que las personas con discapacidad no son capaces de tomar decisiones significativas, cómo esas o viajar solas por su cuenta, vivir solas, o cómo manejar su economía.
Sin embargo, es crucial entender que decidir no se trata solo de tomar estas grandes decisiones: también implica la capacidad de elegir cosas pequeñas en el día a día. Estas elecciones cotidianas son igualmente valiosas y representan el primer paso hacia el desarrollo de la autonomía.
Cada pequeña decisión cuenta, fomentar esta habilidad no solo promueve la autonomía, sino que también refuerza la autoestima y la autodeterminación, aspectos fundamentales para el desarrollo de cualquier individuo.
Desde una edad temprana, es vital enseñar a los niños a tomar decisiones simples. Esto puede iniciarse con opciones básicas, como elegir entre dos tipos de frutas o seleccionar su ropa para el día. Por ejemplo, en lugar de imponerles una vestimenta, los padres pueden ofrecerles dos opciones y permitirles decidir cuál prefieren. Este enfoque no solo les permite expresar sus preferencias, sino que también les enseña que sus decisiones son válidas.
Es fundamental que los padres se sientan cómodos con cualquiera de las elecciones que el niño haga; de esta manera, se refuerza la idea de que cada decisión cuenta.
El reconocimiento de estas decisiones es igualmente importante. Cuando un niño elige y se le valida esa elección, se siente empoderado. Este reconocimiento contribuye a desarrollar la confianza y la autoestima, lo cual es esencial para su crecimiento emocional y social. A medida que el niño avanza en su desarrollo, se pueden ampliar las opciones disponibles, fomentando así una mayor capacidad para tomar decisiones responsables.
Sin embargo, la dinámica de la toma de decisiones puede volverse más compleja durante la adolescencia. En esta etapa, todos los adolescentes, comienzan a buscar su independencia. Este deseo de autonomía puede llevar a conflictos con los padres, especialmente cuando las decisiones de los jóvenes no coinciden con las expectativas de los adultos. En el caso de las personas con síndrome de Down, existe una tendencia común entre las familias y los profesionales a restringir sus decisiones. Esto muchas veces sucede, no porque ellos no puedan decidir, sino porque a menudo se presume que sus elecciones no serán adecuadas.
Es fundamental cambiar esta perspectiva. Permitir que los jóvenes con discapacidad tomen decisiones, aunque no siempre coincidan con las preferencias de sus padres, es vital para su desarrollo. Esto les enseña a asumir la responsabilidad de las elecciones que realizan, lo que fomenta su autonomía y les ayuda a crecer cómo individuos.
Por ejemplo, un adolescente puede decidir vestirse con una camiseta de tirantes o usar bermudas en pleno invierno, lo que puede desesperar a los padres al ver que sale sin abrigo. Sin embargo, esta situación representa una valiosa oportunidad de aprendizaje. En lugar de simplemente prohibirles que elijan ciertos atuendos, los padres pueden aprovechar el momento para dialogar sobre la importancia de vestirse adecuadamente según la temperatura. Es fundamental que comprendan que hay momentos en que deben abrigarse y otros en los que no es necesario. Con paciencia, dedicación y tiempo, los jóvenes pueden aprender a relacionar la vestimenta con las condiciones climáticas, y aunque algunos lo entenderán antes que otros, este proceso es clave para su desarrollo.
Otro aspecto clave es la elección de alimentos. La alimentación es un área que puede ser complicada para muchos padres. A través de la educación sobre la alimentación saludable, los padres pueden enseñar a sus hijos a hacer elecciones más sanas. Por ejemplo, Matías, (mi hijo) está aprendiendo cuales son los alimentos más nutritivos, aunque a veces todavía prefiera la comida chatarra. Este equilibrio entre lo que les gusta y lo que es saludable es parte del proceso de enseñanza y requiere paciencia y constancia por parte de la familia.
Es importante recordar que no todas las personas alcanzarán el mismo nivel de toma de decisiones, y eso está bien. Lo que realmente importa es que cada individuo pueda tomar decisiones adecuadas a su capacidad y nivel de desarrollo. Esto puede ser tan simple como elegir en qué actividad quiere participar en su tiempo libre o decidir si quiere asistir a una salida. Con el tiempo, aquellos que están listos y son capaces podrán tomar decisiones más significativas, como elegir sobre sus terapias, actividades deportivas o incluso sobre su futuro laboral.
Matías, por ejemplo, ha aprendido a decidir sobre sus salidas de ocio. Si algo no le interesa, decide no ir a la actividad, si le gusta, nos comunica que ese sábado va a salir con sus amigos y va a regresar solo cuando termine la actividad.
Este tipo de autonomía no solo le da un sentido de control sobre su vida, sino que también le ayuda a construir habilidades de planificación y organización.
Además, ha demostrado independencia al decidir si quiere acompañarnos a cenar afuera con amigos nuestros o quedarse en casa solo, donde suele estar muy contento. Esta capacidad de elegir le ha proporcionado confianza en sí mismo y le ha permitido empezar a tomar decisiones sobre qué cocinar cuando nosotros salimos, lo cual es un gran paso hacia su autonomía.
Sin embargo, es importante tener en cuenta que esta habilidad no se desarrolla de la noche a la mañana. Requiere un compromiso continuo de los padres y la familia en su conjunto. La paciencia y la constancia son claves en este proceso. La enseñanza de la toma de decisiones es un viaje que se construye poco a poco. Cada pequeño paso cuenta, y cada elección, por más mínima que sea, es un paso hacia la autodeterminación.
En conclusión, la toma de decisiones es un aspecto vital del desarrollo de la autonomía en personas con síndrome de Down. Aunque no todos pueden tomar decisiones de gran impacto, cada elección cuenta y es significativa. Fomentar este proceso en un entorno de apoyo y amor es clave para ayudarles a crecer y a sentirse seguros en su capacidad de decidir. Cada paso que den hacia la autodeterminación es un triunfo, y como padres y educadores, debemos celebrar y reconocer esos logros. Al final, lo que importa es que cada individuo pueda tomar decisiones que reflejen su identidad y deseos, contribuyendo así a su bienestar general y felicidad.