Vivimos en un mundo cada vez más orientado a la pluriactividad mental. Muchas cosas para hacer en poco tiempo y con una lluvia de información constante. Sentarse a trabajar o estudiar y poder estar concentrado en una sola cosa parece una odisea; llamadas, correos, avisos, anuncios, WhatsApp, videollamadas… La velocidad de crecimiento de la tecnología, acompañada de una digitalización vertiginosa por la pandemia en la mayoría de las organizaciones y hogares, ha provocado el sedentarismo de muchas personas y profesionales. Prácticamente todo lo hacemos sentados delante del ordenador, móvil, tableta… Por no hablar de los periodos de confinamiento que, de tanto en tanto, nos tocan vivir. Este nuevo estilo de vida está dando como resultado estrés, ansiedad y problemas emocionales, independientemente del cargo o actividad profesional que desarrollemos. Sólo hace falta analizar los índices de suicidios en España en los últimos años.
Nuestro organismo se activa y se desactiva con la puesta en marcha del sistema cognitivo (pensamientos y emociones) y del sistema fisiológico (respuesta fisiológica de nuestro cuerpo ante un estímulo, por ejemplo, correr ante un peligro). Desde nuestros ancestros, un buen equilibrio entre ambos ha proporcionado respuestas eficaces y ha ayudado a adaptarnos a diferentes situaciones.
Teniendo en cuenta que nuestro cuerpo reacciona igual ante un estrés físico o cognitivo y no es capaz de diferenciarlo, es evidente que nuestro sistema de vida actual hace que nuestro cerebro esté activando numerosas respuestas cognitivas sin la puesta en marcha de respuestas fisiológicas. Es decir, estamos descompensados ya que hiper activamos pensamientos y emociones, pero no les damos una salida fisiológica. No liberamos nuestras emociones ni pensamientos con la acción. Estresamos nuestro sistema cognitivo y toda activación generada para la acción (caminar, contacto físico, hablar, movimiento ocular, llorar, riego sanguíneo, equilibrio y movimiento corporal…) queda estancada sin una respuesta fisiológica proporcionada.
Esta situación mantenida en el tiempo es la que puede provocar alteraciones físicas o/y mentales, como las contracturas, el decaimiento, la sensación de fatiga constante o la ansiedad. Sólo hace falta ver como los adolescentes están sufriendo con las restricciones de la pandemia. Necesitamos, por tanto, compensarnos de alguna manera y provocar cambios en nuestros hábitos diarios con el objetivo de equilibrar mente y cuerpo. Para conseguirlo debemos aprender y adaptar algunas estrategias como las que trabajo con numerosos directivos y deportistas:
- Conocer nuestro estado óptimo de activación y poner en marcha los descansos que necesitamos para cada propósito que tengamos. Es tan importante la actividad mental y física como el descanso que le proporcionamos. Esto nos ayudará a focalizar nuestra atención y concentrarnos en aquello que estamos haciendo en cada momento. Los deportistas conocen bien este proceso.
- Hacer ejercicio físico a diario. Incorporar el ejercicio regular a tu rutina nos permite equilibrar y dar salida a todos nuestros desequilibrios físicos y mentales. Desde reducir el riesgo de cardiopatías y accidentes cerebrovasculares o enfermedades crónicas, hasta mejorar nuestros niveles de estrés, colesterol o sobrepeso. No hay mejor herramienta para descargar tensiones y recargar energía.
- Aceptar y modelar nuestras emociones. Muchas personas quieren eliminar ciertas sensaciones o emociones de sus vidas y parece que esa no es la mejor solución. Todas nuestras emociones un tienen sentido. Comprenderlas y no luchar contra ellas, nos permite modelarlas a nuestras necesidades. Si queremos sentirnos mejor debemos dedicar tiempo a entenderlas ya que son las principales actrices de nuestras decisiones. Te invito a leer: «Entrenar tus emociones» si quieres saber más sobre cómo entrenarlas.
- Calidad de tiempo diario para nosotros mismos. Es la mejor inversión que podemos hacer y dependerá de las necesidades de cada persona. Para unos será leer, para otras será escuchar música, cocinar, formarse, caminar, meditar, hacer yoga… Establecer un tiempo para disfrutar de aquello que necesitamos es primordial para dar sentido a nuestras vidas y acabar siendo las personas que queremos ser.
La pandemia que estamos viviendo nos da la oportunidad de tomar conciencia de nuestra salud como la mayor riqueza que uno puede tener. Para protegerla y cuidarla es necesario una reflexión y una re- priorización de nuestro tiempo que, sin dejar de lado nuestra necesaria conectividad, nos permita adaptarlo a nuestras necesidades personales. Sin duda el gran reto para equilibrar nuestro nuevo bienestar.