Cuando somos padres de un hijo/a con discapacidad, no solo trazamos nuestro propio camino en la vida, sino que también modelamos en gran medida el camino de nuestros hijos. Aunque la vida es un viaje personal para cada individuo, la vida de nuestros hijos “más dependientes” recae en gran medida en nuestras manos.
Durante su infancia, intervenimos activamente en sus enseñanzas, guiándolos y mostrándoles el camino. Sin embargo, a medida que entran en la adolescencia, empiezan a buscar modelos en sus pares, a diferencia de la mayoría de las personas con discapacidad, que continúan viéndonos como sus referentes.
El dilema radica en que la vida de ellos comienza a depender de nuestras decisiones, miedos, creencias y pensamientos y nosotros somos los que guiamos el camino de ellos en base a todo esto. Es crucial observar la dirección que estamos tomando y a dónde estamos llevando a nuestros hijos en este viaje.
Que quiero decir con todo esto:
Que tenemos que observar nuestros pensamientos acerca de cómo quiero que sea su vida, que cosas quiero que haga o que intente, que cosas tengo miedo de que pruebe.
Porque cómo dije anteriormente, a nuestros hijos les enseñamos y marcamos el camino, pero luego vuelan solos. Pero los que dependen más de nosotros, no pueden volar solos.
Es ahí donde debemos observarnos.
¿Qué decisiones estoy tomando? Lo dejo tomar decisiones o las tomo yo por el/ella?
¿A quién estoy mirando? Quiero que se parezca a otro (que puede hacer otras cosas que a mi me gustaría que mi hijo/a hiciera? O también puede pasar que porque veo a otros que les cuesta mucho, que no pueden, que es mucho trabajo, que eso requiere mucho esfuerzo, que es muy difícil, entonces prefiero que no lo haga o que no lo intente?
Debemos observar todo esto y enfocarnos en el presente y en nuestro hijo. Aquello que pensamos y elijamos marcará el camino, definiendo cómo viviremos esa travesía. El enfoque siempre debe estar centrado en nuestro hijo, ya que su camino debe ser único y personal, no el de otra persona. Según su potencial y lo que pueda hacer. NO lo que yo pienso que puede o no puede.
En este recorrido, es esencial encontrar el equilibrio. Si no permitimos que nuestro hijo siga su propio camino, ya sea por miedo, desinterés o percepciones limitantes, nos frustraremos o nos perderemos la experiencia que le corresponde vivir.
El camino se experimenta y se vive a medida que avanzamos, cometemos errores, aprendemos y crecemos juntos. Se construye paso a paso, momento a momento, con el enfoque en las necesidades presentes y en el día a día.
Los obstáculos no son retrocesos, sino indicadores que nos orientan sobre nuestro progreso y nos muestran la dirección a seguir. Ningún camino es lineal; hoy tomamos una ruta y mañana, otra curva.
El desconocimiento del futuro es intrínseco a nuestro caminar. Lo importante es disfrutarlo, vivir el presente y no poner límites al horizonte. Porque no sabemos si los va a poder alanzar o si por el contrario los va a superar. Tenemos que ir paso a paso, disfrutando cada etapa en el camino y juntos.
Observar a tu hijo, no a otros, jugar, adaptarte, ser el apoyo necesario y proporcionar lo justo y necesario en su medida y nivel, son las claves para construir un camino único y significativo con tu hijo.»