¿Te has preguntado alguna vez sobre el sentido de la vida? ¿Te has sentido alguna vez desesperanzado, sin un sentido? ¿Qué le da sentido a tu vida?
Decía Viktor Frankl, «El sentido de la vida no se encuentra en el éxito o la felicidad, sino en el servicio y la entrega»
Y es que, a menudo hoy en día, consideramos el éxito material y/o profesional y la felicidad personal, la meta a alcanzar, el propósito que tiñe de sentido nuestra existencia y guía nuestros esfuerzos. Sin embargo, es sabido que todo este éxito y felicidad no es completo si no es compartido.
A menudo nos olvidamos de la importancia de trascender nuestro ego y encontrar el verdadero significado de una vida plena en lo relacional. Muy a menudo, nos centramos únicamente en satisfacer nuestras necesidades y deseos, nos enfocamos en lograr el objetivo o meta marcada. Y cuando lo alcanzamos, volvemos a sentir una sensación de vacío. Esta sensación sucede por múltiples causas:
1. No hemos estado presentes durante el camino,
2. Concebimos la felicidad como un estado permanente y que proviene de un factor externo,
3. Somos seres relacionales y por tanto, nuestra satisfacción y realización personal va necesariamente unida a la posibilidad de servir/ayudar al otro y generar un impacto positivo en el mundo.
La satisfacción inherente al propósito de ayudar al otro, de compartir nuestras alegrías y contribuir a las suyas es mucho más duradera e inquebrantable, que cualquier objetivo individual.
Lo demás es efímero y superficial.
Por pequeño que sea tu rango de acción, encuentra tu sitio (rol) y propósito en relaciones significativas y nutritivas (pueden ser con familiares, amigos, vecinos o completos desconocidos), se amable y bondadoso, coopera, sirve, ayuda, comparte. Sea lo que sea, por sencillo que sea… pueden ser palabras de aliento, tu presencia, disposición, entregando tu apoyo a una causa mayor, cuidando o compartiendo. Es ahí donde verdaderamente reside el sentido de la vida y la satisfacción plena.
Las personas necesitamos sentirnos vistas y reconocidas. Y el mundo necesita de mayor cooperación y empatía. Esto último es urgente.
Una vez hecho este largo preámbulo, me gustaría enfatizar dos cosas:
- El altruismo, la reciprocidad, el compartir, la unión y el amor sano e incondicional, es la principal fuente que nutre y da sentido a la vida.
- El SENTIDO DE LA VIDA, no es lineal, ni estático, ni inamovible. El sentido de la vida va a fluctuar, es cambiante y, a veces, es difícil de percibir (la vida a veces es realmente cruda).
Pero me gustaría recopilar los 7 principales factores que considero decisivos cuando tenemos esa sensación de SIN SENTIDO, cuando hemos perdido la esperanza por circunstancias realmente dolorosas (que las hay, y las habrá):
Coherencia: es más probable lograr estar conectado/a con nuestro sentido vital, cuando estamos familiarizados con el ejercicio introspectivo que implica el autoconocimiento, y logramos una coherencia entre aquello que sentimos, pensamos y obramos. Es decir, cuando hay coherencia y armonía entre aquello que hago, pienso y siento.
Flexibilidad cognitiva: muchas veces criticamos a esas personas que de repente cambian su forma de entender la vida, algún valor u opinión. Déjame decirte que esta característica es realmente un factor protector a la hora de adaptarnos y/o enfrentarnos a circunstancias adversas o cambios. Generalmente las personas hemos adquirido unos valores o creencias que funcionan como brújula, y esto es maravilloso, más aún cuando sabemos cuáles son. Lo importante es que hayan sido reflexionados y realmente elegidos, que los sintamos como propios y coherentes. Pero lo que es más importante aún, es saber que éstos van a cambiar a lo largo de la vida (que no son rígidos). Cuando eres joven quizás valores nucleares como la pasión, la aventura, el éxito o la curiosidad, pueden guiar tu camino, mientras que en una edad más adulta, pueden permanecer o ir cambiando y dando lugar a otros como pueden ser el bienestar o la estabilidad. Con esto quiero decir que lo que era importante ayer, quizás no te sirva hoy día, no encaje con tu nuevo proyecto de vida, no te nutra lo suficiente o incluso choque con un nuevo valor más afín. Permítete estos cambios, revisa tu brújula vital y los valores que guían tu camino, pues ellos a menudo tienen la clave en esa búsqueda de sentido vital. ¿Has hecho ya ese ejercicio de reconocer esos VALORES BRÚJULA?
Humildad: la humildad es una característica realmente poderosa porque nos mantiene abiertos y dispuestos a aprender, a nutrirnos de otrxs y a mantener viva la llama de la curiosidad.
Resiliencia: La resiliencia es esa capacidad del ser humano de sobreponerse ante la adversidad y salir fortalecido de ella. La resiliencia implica reestructurar nuestros recursos psicológicos para enfrentar una situación adversa y límite con el fin de superarla y encontrar un oportunidad de aprendizaje. La célebre frase de Viktor Frankl, y su propia trayectoria vital es un ejemplo de resiliencia: “La libertad es la capacidad de elegir nuestra propia actitud en cualquier circunstancia”. No es fácil, y a veces, no podremos hacerlo solos o solas, pero la actitud con la que enfrentemos un problema o circunstancia adversa, es fundamental para no perder el norte y nuestro sentido vital.
Presencia: lo mencionaba al inicio. A menudo cuando nos proponemos una meta que consideramos será la fuente de nuestra felicidad, nos esforzamos tanto, que perdemos la capacidad de disfrute. Otras veces permanecemos anhelando algo que esta por llegar. Nos aferramos a ese resultado esperado como la solución a nuestro malestar presente, obviando de esta manera que el verdadero presente esta delante de nuestros ojos. La realidad es que el pasado ya fue y, el futuro no existe, por lo tanto lo único que esta en nuestras manos es saborear cada instante con presencia y agradecimiento. Porque en los pequeños detalles cotidianos, OCURRE la vida misma. Presta atención.
Aceptación: “aún con sufrimiento puede existir (y existe) salud mental”. El sufrimiento forma parte de la vida y en ocasiones es inevitable. Entendiendo el malestar como algo transitorio, la aceptación nos permite desarrollar la capacidad de tolerar la incomodidad, emociones dolorosas, el dolor físico o situaciones que no se pueden cambiar, sin renunciar a movilizar nuestros recursos personales en el momento que consideremos más adecuado, para no quedarnos anclados en ese dolor. En la aceptación, al contrario que en la resignación, aún tenemos la libertad de elegir la actitud con la que enfrentamos la adversidad.
Fe: la espiritualidad ha sido siempre una dimensión fundamental en la vida del ser humano. A lo largo de la historia, ha tomado forma a través de las diferentes religiones y ha adoptado infinidad de prácticas y formas de expresión. Si lo pensamos, ser creyente, ateo o agnóstico es una creencia en sí y la forma en que cada ser humano experimenta esta vivencia interna es única y profundamente íntima. En muchas ocasiones, es la fuerza interna que moviliza y alienta, que reconforta, que esclarece nuestra esencia real y guía en el camino. Sin duda, la fe nos acompaña de una forma u otra y, es quizás, el ingrediente imprescindible en esa búsqueda de sentido vital.
Como siempre digo, si necesitas, te acompaño, te escucho,
te leo.
Con cariño,
Un comentario
Me ha encantado la publicación 🙂 Muchas gracias por inspirarnos y animarnos en la búsqueda de sentido en nuestra vida cotidiana.