Seguro que, como a mí, te gusta sentir las emociones que llamamos positivas como la alegría, la euforia o el amor porque son nuestra fuente de placer y bienestar. En cambio, no nos gusta experimentar emociones negativas como el miedo, la tristeza o la ira, porque nos generan un malestar bastante incómodo.
Pero ¿sabemos qué son las emociones y para qué sirven?, vamos a aclarar algunas cosas al respecto y quizás podamos cambiar algo nuestra visión de las emociones que llamamos negativas.
Las emociones son herramientas que traemos en nuestro código genético que nos ayudan a sobrevivir y adaptarnos a nuestro entorno dando una respuesta rápida y poco elaborada, pero generalmente muy útil ante estímulos que valoramos como importantes o significativos.
Las emociones han evolucionado durante millones de años perfeccionándose poco a poco, hasta el punto de que no necesitamos provocarlas para poder utilizarlas, sencillamente brotan y nos motivan para dar una respuesta sin el procesamiento consciente de la información. Por ejemplo, si veo un león al doblar una esquina, no me hace falta pensar nada conscientemente, ante la simple visión del felino, se desatan en mí interior una serie de acontecimientos, surgirá la emoción del miedo y en décimas de segundo estaré corriendo en dirección contraria para ponerme a salvo. Es decir, la emoción del miedo probablemente me ha salvado la vida.
Lo malo viene justo después, una vez a salvo o incluso antes experimentaré una serie de sensaciones bastante desagradables, como la sensación del susto, angustia, cansancio, un nudo en el estómago, pensamientos repetitivos relacionados con el peligro, etc., todo esto son los restos de la emoción del miedo, sensaciones físicas, pensamientos y sentimientos asociados a la emoción, que además me servirán para aprender de la experiencia y estar prevenido para situaciones futuras.
Es curioso, pero resulta que todas estas emociones que llamamos negativas son las más útiles para salvarnos la vida, en cambio las emociones que llamamos positivas sólo pueden surgir cuando nuestra vida no corre peligro, cuando, aunque sea momentáneamente todo está controlado a nuestro alrededor. El miedo, la ira o el asco nos han estado ayudando a sobrevivir durante millones de años, por lo tanto, aunque no nos guste experimentar las sensaciones que tienen asociadas, debemos estar muy agradecidos a estas emociones por el trabajo que hacen y dejar de llamarlas negativas.
Todas las emociones son positivas si sirven a nuestros intereses, independientemente de cómo nos hagan sentir. Si yo tuviera que elegir una sola emoción para el resto de mi vida, es muy posible que eligiera el miedo, porque es la emoción que con más efectividad garantizará mi supervivencia.
Así que, ya lo sabes, no existen las emociones positivas o negativas, todas son fantásticas y cumplen una función concreta para nuestra supervivencia y adaptación al medio. Comprender y reconciliarte con tus emociones son los primeros pasos para aprender a gestionarlas de una manera más eficiente.