Un libro que me gusta mucho es: “Cuentos para el desarrollo emocional desde la teoría del apego” de Rafa Guerrero y Olga Barroso.
Lo utilizo mucho para enseñar a mis alumnos de la universidad (UPNA) sobre el apego. Hay un capítulo en el que, a través del cuento de los tres cerditos, se explican los tipos de apego que existen.
Rafa Guerrero sostiene que chillar en casa tiene importantes consecuencias sobre la salud cerebral y emocional de los niños y niñas.
Cuando gritamos a un niño se activan las zonas inferiores de su cerebro que están relacionadas con la supervivencia (amígdala). Y esto tienen serios efectos: sienten miedo, les predisponemos a protegerse y a reaccionar buscando la revancha.
Cuando levantamos la voz se sienten injustamente tratados. No se sienten respetados.
Un niño que reciba gritos de manera constante verá su autoestima significativamente afectada.
Se dificultará el desarrollo de la corteza prefrontal (racional).
¿Qué pensarías tú como adulto si a ti en tu trabajo te gritan todo el rato?
¿Cómo te sentirías?
Si le preguntáramos a un adulto si le gustaría que su jefe/a le chillase contantemente y no le respetara, le diría de manera rotunda que no.
A los niños tampoco les gusta ni se sienten respetados cuando damos voces.
En ocasiones, gritamos y chantajeamos puntualmente a nuestros hijos. En estos casos debemos ser conscientes de ello y reparar el daño causado.
El problema es normalizar que esto suceda en casa.
“Como siempre se ha hecho así…” creemos que no tiene consecuencias.
Pero hay otro camino, otra forma de educar es posible. Aunque tenemos que ser conscientes de que un cambio, requiere de consciencia, consistencia, motivación, esfuerzo y paciencia.
Tal y como dice Leticia Garcés, No debemos educar desde el miedo, la culpa ni la vergüenza.
“Le castigo, y le da igual… ya no sé qué hacer con él…”
Las investigaciones en psicología han demostrado que el castigo actúa sobre el comportamiento inmediato, pero no modifica la conducta a largo plazo.
El castigo no es el método de elección que deberíamos utilizar. Los castigos no generan comprensión. Más bien, todo lo contrario, generan frustración y rabia por un límite puesto de forma injusta, desde un adulto que se considera fuerte y poderoso por encima del niño débil.
El castigo no cambia la conducta a largo plazo, no educa en los valores que deseamos, sino que los niños dejan de actuar por miedo a las represalias,
Os dejo aquí algunas consecuencias que tiene el castigo en los niños:
- Dificulta la comunicación
- Deteriora el autoconcepto y la autoestima
- Fomenta la agresividad
- Genera miedo a la autonomía e inseguridad.
- Crea ansiedad y miedo en los niños.
Si tienes dudas, acerca de como conseguir que tus hijos obedezcan llámame. Puedes acudir a mi despacho de psicología en la Avenida Zaragoza de Tudela. Te ayudaré a mejorar la relación con tus hijos/as.