Todos/as hemos sufrido pérdidas en algún momento de nuestra vida, unas mayores que otras. Proyectos, ilusiones, expectativas de un modo u otro que se derrumban y nos hacen sentir como si la vida nos hubiera cortado el paso, como si fuéramos en una dirección y de golpe se acabara la carretera. ¿Y ahora qué? Nos hundimos y dejamos que la tierra nos trague, nos engulla hasta el fondo, pero… ¿hasta cuándo? La vida es una suma de experiencias, y son estas las que nos permiten vivirla. Sin estas experiencias no habría la posibilidad de conocer su significado, nuestro significado y su gran poder de transformación.
Toda experiencia que deja huella, nos transforma, nos acerca a nosotros/as mismos/as desde un conocimiento interno que no seria posible desde otro lugar. A veces es difícil comprenderlo, y nos quedamos atrapados en la experiencia, en lo que fue o pudo ser, y no queremos salir de allí… pero de nuevo, ¿hasta cuándo? Eres libre de ubicarte desde donde quieras, desde el dolor que ya pasó pero que quieres seguir recordando y por tanto reviviendo o desde la alegría de lo vivido y el abrirte paso de nuevo a Ser, a conectar contigo, y reiniciar el gps para que te lleve a otros lugares, aún por conocer, pero desde un punto de vista diferente. Si dejas atrás sin temor, sin dolor, te abres de nuevo a vivir y experimentar, seguramente desde un lugar que nunca antes habías imaginado, porque ya no serás el mismo/a.
Y desde aquí crees que ya estás preparado/a, que ya has aprendido la lección, que tienes muy claro aquello que quieres y lo que no a partir de ahora. Te contaré un secreto: la vida sopla y todo eso desaparece y te ves inmerso en otra experiencia que te sorprende, que no tiene nada que ver con todo lo que hayas vivido, y como no te dejas llevar, como si te condujera al fin del mundo. La naturaleza humana es así, la vida siempre nos empuja a ir un poco más allá, y si lo aceptas las experiencias se suceden en ti, una y otra vez, conformando un tapiz en el cual, a medida que va tomando forma, descubres que sólo estás tú.
Esa valentía que te lleva a descubrirte es la que te permite experimentarte y vivir, en mayúsculas. Así que, de haber algún problema, no sería caerte sino ¡no levantarte de nuevo! Y aquí viene lo bueno: ¿cómo te levantas? A veces parece imposible… pero siempre hay un camino para cada persona, si lo quiere recorrer. Hay muchas técnicas y herramientas, empezando por no huir de lo vivido y aceptar su duelo y el tiempo que este necesita. Pasar etapas muy rápido sólo te da sensación de que ya está, pero no suele estar, así que cada cosa a su tiempo, dejándote sentir sin entrar en el drama propiamente dicho, pero viviendo con la intensidad que corresponda a tus emociones expresadas a través del cuerpo.
A menudo en estas situaciones nos quedamos atascados en la mente, en bucle o pensamientos recurrentes, y no podemos salir de ahí. Es importante ser conscientes de ello y romper con esa dinámica, porque cuanto más tiempo nos quedamos ahí más difícil nos será salir. La mente siempre quiere estar entretenida, y con un pensamiento repetitivo se siente en su salsa y se abona a ello, lo malo es que genera muchos más desequilibrios a nivel emocional y energético, que acaban somatizándose en el cuerpo. Así que es importante darse cuenta lo antes posible y distraer la mente con otras cosas. En mi experiencia hay una herramienta muy sencilla y excepcional para ello: los mantras. Cantar mantras, interiormente, musitándolos o en voz alta, a lo largo del día mantiene ocupada a la mente y la distrae de ese foco en el que se encontraba. Seguramente no nos apetezca, pero si lo vamos haciendo nos iremos sintiendo mejor, y todo será más fácil. Salir del atasco es empezar a fluir y circular, encontrar el camino.
En la misma línea, reconectar contigo a través de las cosas que te gustan, compartir espacio con personas afines que te hagan sentir bien, aunque no te apetezca, mover el cuerpo aunque no tengas ganas, meditar, bailar, hacer yoga, deporte, etc. Quedarte quieto y estancado sólo alimenta la profundidad de esa pérdida, es una fase del duelo, pero vale la pena pasarla lo más rápido posible, porque así facilita las demás. Nadie se va a levantar por ti si no lo haces tú, porque sólo tu puedes hacerlo. Lo único que puedes hacer es buscar muletas que te ayuden a realizar esa tarea, a veces más que difícil, porque los ánimos no van sobrados. Y como no, cuando ves que realmente llevas demasiado tiempo en un lugar que no te corresponde, buscar ayuda externa profesional suele ser una opción muy recomendable, antes que el pozo se haga cada vez más profundo.
Hay muchas maneras de vivir las experiencias que la vida nos ofrece y que nos comportan sufrimiento, y por el mismo modo hay tantas otras maneras de salir de ellas. Cuando te has acostumbrado a deconstruirte y reconstruirte dentro de un proceso de crecimiento personal suele ser más fácil, porque tu mirada sobre lo vivido sobrepasa la experiencia en sí, y la coloca en un lugar desde el cual el aprendizaje y el agradecimiento ocupan todo el espacio que necesitan, y la mirada es interior, hacia ti, no hacia lo externo. Pero justo por eso es difícil recomendar herramientas concretas porque cada persona, dependiendo de su punto de maduración o de consciencia y del impacto de la experiencia en sí necesitará o podrá utilizar diferentes medios para volver a levantarse.
Siempre hay un modo de alzar la vista de nuevo y volver a ver brillar el Sol como si nunca hubiera dejado de hacerlo. Nada es tan importante como tu vida, y tú decides cómo quieres vivirla. Eres responsable de esa elección, y esa elección es la que te lleva de la mano. Elige dejar de sufrir para poder volver a experimentar y vivir en mayúsculas. El mar nos trae una ola tras otra, déjalas pasar sin tristeza y con confianza, han encontrado su lugar, y quién sabe, quizás también encuentres el tuyo. En cualquier proceso, experiencia tras experiencia, todo está dispuesto para ser alcanzado, incluso la pérdida, en el momento exacto que lo precisa, no tienes que hacer nada más que acompañarlo, viviéndolo desde la naturalidad implícita a la transformación, evolución y consciencia que a cada uno le concierne. Sé feliz, porque incluso en la tristeza, hay aquella alegría que no puede ser socavada por nada ni por nadie, tu mirada hacia la vida sólo depende ti.