El autocuidado es una palabra que está en boca de mucha gente hoy en día y que, en mi opinión, se usa indiscriminadamente. Los medios lo usan para vender sus productos de skincare, para algunas personas es comerse un helado sin culpa de vez en cuando, para otras, se trata de salir a hacer deporte a diario y, para otras, quedarse en el sofá o leer un libro. Resulta irónico que para algunos comer sea cuidarse y para otros no hacer nada también lo sea, o que estar en movimiento sea autocuidado también.
Entonces, ¿qué es el autocuidado realmente? ¿puede haber tras la máscara del autocuidado resquicios por donde la salud mental se cuela o descuidos de nuestras relaciones sociales? En el artículo de hoy me gustaría reflexionar sobre esta palabra que, tanto en consulta como en mi entorno más allegado, he percibido que la usamos como evasión, huida o retirada de situaciones que en un momento determinado nos apetece y que una parte de nuestro Yo nos dice que deberíamos tirar de disciplina. Al mismo tiempo, quiero hablar del autocuidado y de cuando lo necesitamos y qué es realmente, más allá de darse un capricho alguna que otra vez.
¿Qué es el autocuidado?
Podemos definir el autocuidado como el compromiso que adquirimos con aquellas conductas que nos reporten bienestar. Cuáles son esas conductas para cada cual es lo que deberemos indagar y matizar. Según la enfermera Dorothea Elisabeth Orem, quien en 1969, dio a conocer este concepto, el autocuidado son esas acciones dirigidas por una persona hacia sí misma de manera que prevenga el estar mal y que garantice el estar bien. Es aquí donde tenemos que hacer una parada y reflexionar sobre esto, ya que prevenir el malestar no es lo mismo que aliviar el malestar. Por ejemplo, sabemos que tomarte un lexatin antes de irte a dormir, seguramente, garantice que esa noche duermas bien. Sin embargo, ¿podemos decir que esta es una conducta de autocuidado? ¿No merecería la pena indagar en por qué duermes mal y qué hábitos puedes cambiar de tu rutina para dormir mejor?
El autocuidado tiene que ver con el autoconocimiento: saber cómo funcionas o reaccionas ante lo que te ocurre te ayuda a prevenir ese malestar o garantizar el bienestar. Es decir, pregúntate qué es lo que tú necesitas. A partir de aquí, el autocuidado tiene más que ver con poner límites, saber pedir ayuda, hablarse bien a uno mismo, acoger el afecto positivo de las personas de tu alrededor, hacerles saber cuáles son tus necesidades, validártelas tú y conocer y permitirte llevar a cabo aquello que te genere emociones agradables.
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6 claves para llevar a cabo el autocuidado.
Permíteme no solo darte consejos que pueden ser útiles para ti y tu autocuidado, sino también darle una vuelta a qué es esto del autocuidado. Te invito a que reflexiones sobre cuáles de los siguientes puntos poner en práctica en tu día a día y a que te respondas con honestidad a las cuestiones que te planteo.
- Cuando estés mal, cuídate más.
Cuando estás mal, ¿qué sueles hacer? ¿tiendes a hacer cosas que te hacen sentir aún peor? ¿cómo te hablas cuando sientes tristeza, enfado o frustración? ¿te culpas, te enfadas o te criticas sin parar? En esos momentos en los que sentimos que se nos viene el mundo encima, que nuestras emociones están a flor de piel o vemos que se nos desbordan es cuando más necesitamos parar, detener nuestro diálogo interno, analizar cómo está siendo (criticón, juicioso, autodestructivo,…) y pensar en lo que podemos hacer para intentar sentirnos mejor. Aquí es cuando, quizás, comer algo dulce, quedarte en casa viendo una peli o salir a correr es una conducta de autocuidado al cien por cien.
- Si necesitas ayuda, pídela.
En una sociedad tan individualista como la nuestra y en la que la información o la tecnología están tan a nuestro alcance, la cultura del “tú puedes”, “si estás mal es porque quieres” nos ha bañado y nos lo hemos creído. Es cierto que, para salir de muchos de los bucles emocionales en los que nos metemos a veces, es una quien tiene que tirar y pasar el mal trago de salir de ahí. Pero eso no significa que lo tengas que hacer sola o que no merezca la pena pedir ayuda para desahogarte, hablar, apoyarte emocionalmente en alguien y dejarte aconsejar.
- Reconoce tus propias necesidades.
Todas las personas tenemos necesidades propias. Además de las básicas y obvias, las necesidades también pueden ser emocionales. Estas van a depender de la historia personal, de cómo una persona se relaciona y, sobre todo, como quiere relacionarse. Puede ser que, en tus relaciones necesites tiempo para ti o que necesites cariño que se exprese a través del contacto físico. Puede que tengas gente a tu alrededor que invalide o no respete esas necesidades y, por eso, es tan importante que tú las sepas reconocer.
- Acoge el cariño de los demás.
El cariño se puede dar a través de muchos gestos y aquí no solo hablo del contacto físico. El cariño puede venir en forma de ayuda, de escucha, de atención o de agradecimiento. A lo mejor, sientes que la gente de tu alrededor no te lo está brindando o, mejor dicho, no te lo brinda de la manera que tú esperas. Buscar el cariño y la aprobación fuera, en vez de dentro de ti, es una clara señal de que tu diálogo interno es tóxico y, como dentro de ti, no encuentras nada valioso exiges a los demás que te agradezcan, te reconozca y que respondan a tus necesidades inmediatamente: para que te demuestren que, efectivamente, mereces ese cariño.
- Valida y haz saber tus necesidades.
Una vez tengas reconocidas tus necesidades, el siguiente paso es que las hagas saber. Pretender que el resto de gente adivine qué es lo que necesitas te va a meter en ese bucle de resentimientos que no te va a permitir ver las pequeñas muestras de cariño que recibes en el día a día. Tus necesidades emocionales son válidas y la primera persona que las tiene que acoger y darles cabida eres tú.
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- Dedícate tiempo.
En general, el ritmo frenético de la vida y la sociedad actual nos lleva a poner el piloto automático para ir sobreviviendo a los días. Tener un momento que sea para ti en el día y cuidar y respetar ese momento. Puedes elegir disfrutarlo a solas o en compañía, que sea algo divertido o algo tranquilo, pero que sea algo que te guste. Aquí es donde más se ve el compromiso que le pones al autocuidado dedicando tiempo a actividades que te resulten agradables, rodeándote de relaciones que te resulten gratificantes o disfrutar de tu tiempo libre.
Autocuidado: que no te lo vendan.
Espero que te haya gustado esta nueva forma de ver el autocuidado, desde las necesidades emocionales y no tanto desde los hábitos sanos o el consumismo. No digo que esto último esté mal, ni mucho menos, pero no confundamos el mantener una rutina que a lo mejor no se adecúa a tus circunstancias o comprarte mil cremas para el cuidado de tu piel con un buen autocuidado. El autocuidado auténtico parte del autoconocimiento y de la autoescucha. Si te gusta comer ciertos alimentos o tener esta prenda o esta otra, adelante, pero que no te hagan creer que es algo que necesitas para estar bien. Aquí te doy un truco: si tienes que pagar para sentirte bien, no es autocuidado, es consumismo.
Asimismo, otra cosa en la que debemos prestar atención es cuando ponemos el autocuidado como excusa para evadirnos, por ejemplo, de compromisos sociales. Está bien si un día prefieres quedarte en casa a salir con tus amistades, pero si abusas de ello, puedes estar cayendo en la trampa que te pone la pereza y el no afrontamiento emocional, además de descuidar tus relaciones. Está ya demostrado que el autocuidado, entendido como el compromiso y el respeto con nuestras necesidades emocionales aumenta la autoestima, mejora el estado de ánimo, fomenta el agradecimiento y el optimismo e, incluso, aumenta la productividad y el rendimiento.
¿Buscas ayuda?
Si no conoces tus necesidades emocionales, o sí, pero no sabes cómo validarlas y poner el autocuidado en práctica, lo mejor que te puedo recomendar es que acudas a terapia psicológica. Sea de la corriente que sea, ir a terapia ya es una conducta de autocuidado. Si quieres más información te puedo atender si pinchas aquí. Te puedo atender tanto de manera presencial como online.
Referencias bibliográficas
González, A. (2020). Lo bueno de tener un mal día. Cómo cuidar de nuestras emociones para estar mejor. Planeta.
González, A., Mosquera, D., Knipe, J., Leeds, A., & Santed, M. A. (2009). Escala de autocuidado.
González, A. (2022). Las cicatrices no duele. Cómo sanar nuestras heridas y deshacer los nudos emocionales. Planeta.