En una consulta de psicoanálisis, pueden abordarse múltiples problemáticas. Cualquier cuestión que inquiete, detenga, o genere malestar en el sujeto es susceptible de abordarse a través del psicoanálisis.
Desde esta disciplina podemos tratar cuestiones como ansiedad, angustia, depresión, disfunciones sexuales, problemas relacionales, trastornos de alimentación, fobias, adicciones, temas de familia y pareja, conflictos laborales, crecimiento personal y profesional, acompañamiento en momentos puntuales del sujeto como pueden ser maternidad/paternidad, casamiento/divorcio, duelos, expatriación, traumas por accidente, plan de vida/jubilación, etc. Y por supuesto el acompañamiento cuando se ha declarado alguna enfermedad orgánica.
El espectro del psicoanálisis es tan amplio porque trata al sujeto en su conjunto, como un ente complejo donde psique y soma funcionan de manera conjunta y, además contempla otra complejidad que se da porque el sujeto es psíquico y social a la vez. Nadie es solo, sino que vivimos rodeados de otros y, a partir de eso podemos producir la vida que vivimos.
Con las herramientas teóricas que presenta esta materia, el analista prestará especial escucha al paciente atendiendo a la singularidad que éste propone. Cada tratamiento es único y particular y es así como el trabajo tiene un gradiente «artesanal» puesto que no hay recetas comunes. Es imposible asimilar dos tratamientos, no hay reglas comunes sino especificidades. Y esto se da puesto que cada sujeto requerirá de un camino propio para transformar el síntoma que trae en algo diferente.
El psicoanalista participa -con su formación y conocimiento- en el proceso del paciente, pero será éste el que ponga su interés y capacidad de trabajo en el desarrollo y movimiento. El desarrollo personal, el autoconocimiento y autotransformación que se da en el camino del psicoanálisis es propio del paciente, es producto de su ambición (su deseo por cambiar) y de su capacidad de trabajo. Mucha ambición, pero poca capacidad de trabajo, enferma…
Por tanto, muchas veces, cuando el paciente llega a consulta preguntando cuánto puede durar el tratamiento, la respuesta es ¿Cuánto está dispuesto usted a trabajar? Y trabajar es hablar de eso que le sucede, ponerse en el centro de la escena de su vida y tomar las riendas del cambio.
El espacio de la consulta será el «laboratorio» en el que encuentre las herramientas que le permitirán hacer esos movimientos, cambiar esas palabras, comprender qué pensamientos limitantes estaban activados «sin saberlo». Con la ayuda del analista, con su escucha diferencial y acompañamiento, el camino se puede transitar exitosamente.
Muchos pacientes llegan con un tema a tratar y a medida que este conflicto se va disipando, se va resolviendo, surgen nuevas cuestiones al hilo de ésta. Como decimos, la vida del ser humano es una interconexión de cuestiones donde existe interdependencia entre muchos aspectos -a priori- sin sentido. Por eso es interesante la terapia psicoanalítica, porque permite pensar y relacionar temas, hilvanar palabras que parecen inconexas… surge en el devenir de la terapia una flexibilidad que se verá en los resultados, en los progresos del paciente que será permeable a gestionar su realidad de un modo distinto.
El proceso terapéutico durará lo que el paciente tolere, lo que el paciente decida para su propio beneficio, para su mejor bienestar.
Por eso es importante ver cómo llega y como transita ese proceso, cuáles son las herramientas y, más que nada, cuál es el deseo verdadero de transformación.
La clave está en cada sujeto: en su voluntad de comenzar el tratamiento y de trabajar en él para vivir mejor.