El enfado es hermoso, tremendamente hermoso
Ver a un niño o a una niña pequeña expresando libremente su enfado es como ver a la naturaleza sacudiendo los árboles en medio de la tempestad. Su enfado es pura expresión de vida abriéndose paso a través del constreñido mundo de los adultos.
El enfado del niño es visceral, corporal y poco tiene que ver con el enfado cansino del adulto que siempre está dando vueltas en la cabeza.
Cuándo un niño se enfada poco le importa lo que piensen los demás, simplemente deja que esa energía le atraviese de arriba abajo como un ciclón, y solo cuando ha podido sacudir todo su ser puede volver a estar disponible para el juego y la conexión.
¿Cómo construimos nuestros límites?
Cuando un niño expresa su enfado, de alguna manera está aprendiendo algo muy importante, está aprendiendo a construir los límites de su espacio personal. Pero para que eso suceda tiene que dejarse llevar por esa energía hasta convertirse en la furia de un volcán, solo así podrá encontrarse de nuevo con su propia naturaleza, la de ser sencillamente un niño.
Al experimentar su propio fuego, el niño está sentando las bases de su confianza, de su fuerza interior y de su individualidad, para poder convertirse con el tiempo en un adulto autónomo, amoroso e interdependiente.
Imagen: Randy Fath
El adulto que no pudo construir los límites de su espacio personal siendo un niño, no puede expresarse libremente ni crear relaciones de auténtica complicidad, porque nunca pudo sentir su fuerza ni forjarse a sí mismo más allá de los deseos de los demás.
Siempre tiene esa pegajosa sensación de ser como un títere colgado de unos delgados hilos que sustentan la fragilidad y la poca consistencia de su existencia.
El adulto que no pudo expresar su enfado siendo un niño, siente rabia y mucho resentimiento, porque al no poder expresar sus verdaderas necesidades se siente como un niño pequeño ante los demás.
A los ojos de la existencia nunca se transformó en un verdadero adulto, es más, sigue siendo un niño atrapado en un cuerpo de adulto por más años que por él pasen.
Necesita la constante aprobación de los demás y eso lo empequeñece a cada paso que da en la vida, y desesperado finalmente por la angustia que esto le provoca, acaba vomitando su ira y su resentimiento hacia los demás para no sentir el dolor de su propia inconsistencia.
Culpar y juzgar a los demás argumentando que nadie lo respeta es su manera particular de protegerse para no sentir su profunda herida de desvalorización.
Todo el fuego y toda la furia que no aprendió a transformar siendo un niño a través del enfado, la escupe ahora inconscientemente sin darse cuenta del daño que se está infligiendo así mismo y a los demás.
¿Qué significa la palabra emoción?
La palabra emoción significa «energía en movimiento», y cuando esta energía no puede moverse se queda atrapada en nuestro cuerpo sin poder volver al flujo natural de la vida…
“La energía ni se crea ni se destruye solo se transforma”
Antoine Lavoisier S. XVIII
Imagen: Kinson Leung
El enfado cumple una función muy importante en nuestro desarrollo porque es la emoción que nos despierta y nos sacude literalmente de la silla del conformismo.
Gracias a él, nos movilizamos para defender nuestro espacio personal, alejándonos de lo que no nos gusta y acercándonos a lo que sí, pero cuando lo reprimimos, cuando no lo podemos expresar, tarde o temprano acaba convirtiéndose en rabia y resentimiento.
El enfado adquiere toda su belleza cuando nace del contacto con la tierra a través de tus pies, y se expresa subiendo a través de todo tu cuerpo, no es mental, es una fuerza que crece firme y fuerte dentro de ti para que puedas expresar la totalidad de tu verdad.
Cuando te sientes mal, reactivo o inadecuado, es porque el enfado se ha quedado atrapado dando vueltas en tu cabeza, alimentando mil y una estrategias para seguir queriendo tener la razón.
Defender tu verdad y querer tener la razón son dos cosas muy diferentes. La verdad nace de tus entrañas, mientras que la razón nace de tu mente, de tus pensamientos.
Cuando el enfado se transforma en resentimiento
Si después de expresar tus necesidades, los demás no están de acuerdo contigo y te sientes atacado o agraviado por ello, quiere decir que aún no confías en ti mismo. Hay algo dentro de ti que todavía necesita la aprobación y el reconocimiento de los demás.
Cuando esto ocurre, nos quedamos enganchados a las situaciones de manera totalmente inconsciente, como si de un hierro candente se tratara, y aunque sentimos como esto nos quema y nos roe por dentro, no podemos soltarlo… Es cómo una droga…
“Es la droga resentimiento”
El resentimiento nos empuja a buscar culpables constantemente para no sentir nuestra propia fragilidad.
Al principio esto nos da una falsa sensación de fortaleza, porque nace de la ilusión de hacer a los demás más pequeños o más inadecuados que nosotros mismos.
- Qué se abra pensado esta…
- Con todo lo que he hecho por él y ahora mira como me lo paga…
- Nunca más voy a volver a confiar en ella…
- Es un egoísta, solo piensa en él…
Y así, una larga e interminable lista de “buenas razones”… para seguir alimentando nuestro propio sufrimiento.
Pero el hecho de enfadarte no significa que los demás tengan que darte siempre la razón, significa que tomas decisiones y te responsabilizas de ellas independientemente de si recibes o no la aprobación de los demás.
El movimiento del enfado
El movimiento del enfado tiene una primera fase ascendente, una segunda, donde mostramos nuestro fuego y un descenso donde volvemos a un estado regulado. Así es como lo vive el niño.
Pero si interrumpimos el movimiento del enfado impidiendo su descenso, una gran cantidad de energía se queda atrapada en nuestro cuerpo.
Esta energía acabará convirtiéndose inevitablemente en rabia y resentimiento.
El resentimiento es una de las formas de “auto maltrato” más dañinas e inconscientes y aunque nos duele y nos hace sufrir, ponemos todo nuestro empeño para que los demás vean lo tremendamente resentidos que nos sentimos… con la esperanza de que se den cuenta de lo equivocados que están.
Pero el resentimiento es tan denso y tan pesado que se queda pegado en lo más hondo de nuestro corazón, saboteando nuestra confianza y nuestra capacidad para compartir.
Desde un punto de vista fisiológico, el resentimiento es un veneno que llena nuestro cuerpo de estrés, un estrés que con el paso del tiempo se manifestará a través de síntomas físicos, emocionales o relacionales.
¿Qué sentido tiene seguir apretando el acelerador cuando lo que necesitamos es parar?
Cuando logramos completar el movimiento del enfado, el fuego se puede disolver , y su energía puede volver a transformarse en energía vital.
Ascenso de la energía vital
Cumbre del enfado
Descenso hacia la energía vital
Nada se crea ni nada se destruye, solo se transforma, pero con cada ciclo completo de este movimiento adquirimos aprendizajes de vida muy valiosos, aprendizajes con los que regamos nuestra confianza para que crezca firme e imperturbable.
Entonces, nuestro enfado se convierte en un saber estar con la vida, dejando atrás su forma de expresión más grosera, ruda y dañina.
El aprendizaje de estar vivos
Los niños son pura vida, pura conexión e intuición, y nunca deberían hacer absolutamente nada para contentar a los adultos.
El niño necesita sentir su fuerza y su fuego, y nuestro papel como adultos es acompañarlo para que pueda forjarse a sí mismo. Protegiéndolo y dejándolo ir al mismo tiempo para que sus frágiles alas puedan crecer fuertes y flexibles antes de emprender su primer vuelo.
La vida es una auténtica metamorfosis y para que esto ocurra necesitamos confiar en la vida acogiendo nuestros miedos más profundos.
¿Cómo si no podría el gusano encerrarse en su capullo dejando atrás todo lo conocido hasta el momento, para confiar en el milagro de la vida?
El gusano se encierra concienzudamente en el capullo que él mismo construye, con la confianza ciega y absoluta de que la vida no lo va a abandonar.
Semanas más tarde renace de nuevo transformado en otro ser, en otra expresión de vida absolutamente antagónica a la que se encerró en aquel pequeño y oscuro capullo.
Con sus nuevas alas, la mariposa está ya lista para conquistar nuevos territorios, nuevas experiencias y nuevos aprendizajes.
Imagen: Calvin Mano
Solo cuando un ser humano es consciente de su propia metamorfosis, puede reconocer el ser único e irrepetible que es, y es entonces cuando puede ofrecer algo realmente valioso y verdadero al mundo…
“Puede ofrecer su propia luz”
Un comentario
Muy interesantes las etapas del enfado y las repercusiones si el enfado queda atrapado antes de llegar a su etapa final. Gracias por este articulo.