¿Te has parado en algún momento a ser consciente de tu respiración, la que te mantiene vivo/a?
Hoy en día los conceptos de respiración consciente y meditación se han generalizado, y todo son elogios al respecto, pero ¿para qué sirven?, ¿qué utilidad tienen?, ¿son realmente necesarios? Te contaré un secreto: son un medio, una muleta en el camino, nada más.
Vivimos sujetos a los estímulos externos, no sólo en cuanto a los sentidos (visual, auditivo, etc.) sino también a la actitud de acción, de consumir un tiempo que se acaba. El ritmo rápido, incluso frenético según qué casos, nos lleva a vivir desde todo lo que sucede a nuestro alrededor, porque todo nos empuja a ello: la sociedad, el consumismo, nuestras aspiraciones, lo que piensan los demás de nosotros, lo que queremos tener y/o lograr, etc. Es un flujo constante de información hacia fuera, y la pregunta clave sería: ¿Dónde nos situamos ante todo ello?
De las primeras cosas que se descubren al respirar conscientemente es que el tiempo se dilata, se expande o se contrae con una facilidad sorprendente. ¿Dónde está ese tiempo lineal que todos/as conocemos, que marca el reloj de manera inexorable con sus manecillas? En este punto ya podemos observar que se pierden las referencias, y que lo que parecía estático en cuanto a su avance constante, deviene dinámico al contener ritmos nuevos, no previsibles.
Lo observado deja de tener el mismo significado, básicamente porque el observador ha cambiado su ubicación. Esta es la magia de la interiorización y el principio de todo proceso de transformación.
La meta, si es que hay algún objetivo a conseguir, podría ser alcanzar lo que podríamos denominar un cierto estado meditativo, y yendo un poco más allá, no diferenciar entre lo que está sucediendo en el exterior y lo que sucede en nuestro interior, este es el principio de la no dualidad. En este punto ya no hay herramienta, ya no hay muleta, es decir respiración consciente o meditación, ya que nuestro Ser se expresa desde su naturalidad, desde su esencia, viviendo en plena coherencia entre lo que se es interiormente y lo que se expresa y se percibe desde fuera.
Debido a la calma, serenidad y plenitud que transmite dicho estado, solemos caer en la tentación de identificarlo como algo pasivo, describiéndose muchas veces como la no acción. Nada más lejos de la realidad, pues un estado de comunión con la vida no puede ser por definición inerte, bien al contrario conlleva el dinamismo y el movimiento constante, pues la vida no se concibe de otra manera, siempre está en continuo cambio y lleva la alegría y el gozo por estandarte, no por lo que suceda exteriormente, sino por cómo es vivido y percibido.
Cuando cada engranaje de un mecanismo tiene sentido, la plenitud es la única palabra que le puede ser conferida.
Es un bonito camino para recorrer, quizás sea el tuyo y quizás no, pero cualquier paso que se pueda dar en esta dirección hará que las referencias cambien, que te percibas y te perciban de otra manera y que el ritmo de la vida se ajuste un poco más a tu ritmo interior. Que la alegría y el juego, como una actitud, te empuje constantemente en todo lo que hagas.
Aquí te dejo el link de la entrevista realizada sobre esta temática en el canal de YouTube de Eugènia Dinarès.