Junio
Te ves rodeado de gente, a veces tan cerca de ti, que os vais rozando. Espalda con espalda. Estás escuchando su música, su conversación, o mirando la serie que está viendo. Las fotos de su pareja o de sus hijos.
Si tuviéramos una máquina del tiempo, y contarás a alguien de hace ¿100 años? Este grado de intimidad forzada, de privacidad rota, no lo creería. Podría incluso escandalizarle violentamente. Aunque quizás, sentiría algo parecido al consuelo: “Entonces, nunca te sentirás sola ¿verdad?”
Hace dos siglos no podía imaginarse que la soledad fuese algo diferente del aislamiento físico. Que tuviera más que ver con la incomprensión. Con sentirnos acorralados por las expectativas propias, y de los demás. Ahogados entre los deseos frustrados. Que fuera una emoción dolorosa.
Sin embargo, un buen día podemos tropezar con una botella en mitad de la arena, y empezar a cavar y encontrar varias más. Porque tal como los versos de una melodía dijeron hace tiempo: “parece que no estamos solos en esto de sentirnos solos, porque hay muchos náufragos buscando su casa”.
Ahora que quizás muchos y muchas vayáis a estar más cerca del mar, os invitamos a navegar sus aguas. A escribir vuestro propio mensaje para meterlo dentro de una botella y arrojarlo a las olas. ¿Quién sabe cuantas costas terminará por visitar?