Tengo algunas cositas que contaros sobre las disfunciones sexuales. En mis años de estudiante siento que se me transmitió la idea de que el objetivo de la terapia era curar o reducir los síntomas de todas estas disfunciones sexuales y tratar que la persona o la pareja tuviera sexo de manera normal. Pero ¿qué es lo normal? ¿cuál es la frecuencia normal con la que una pareja debería tener sexo? ¿qué es normal que te excite? ¿qué es disfrutar lo normal? ¿alguien lo sabe?
Nos hacemos todas estas preguntas cuando, en realidad, tenemos muy normalizado el pensar en otra cosa para no llegar al orgasmo y aguantar más tiempo, tener relaciones sexuales cuando no nos apetece, tenemos normalizado el dolor en la penetración y hay quien se ha acostumbrado a no besar a su pareja por miedo a que llegue a más. Queremos ser “normales” cuando normalizamos el tener que rendir en el sexo. Cuando estamos en el rendimiento es muy fácil olvidarse del placer.
Las disfunciones sexuales son, tal y como yo las entiendo (con la experiencia profesional que tengo), una respuesta de tu cuerpo que consideras inadecuada a la hora de tener sexo. Siempre digo que las disfunciones sexuales son maneras de funcionar en nuestra vida que nos generan malestar por una mala gestión emocional que se acaban manifestando también en nuestras relaciones sexuales. Al fin y al cabo, las emociones se manifiestan en el cuerpo y aquellas emociones que no procesamos se acaban somatizando. La somatización es una reacción de nuestro cuerpo cuando las emociones no están siendo bien gestionadas. Con lo cual, las disfunciones sexuales son somatizaciones.
Aunque no queramos verlo, detrás de una disfunción sexual se esconden ciertos patrones de personalidad que están resultando dañinos para la persona o heridas emocionales que no han sido sanadas. Esas heridas emocionales pueden ser debidas a haber sufrido una mala experiencia en el sexo o al estilo de apego que tenemos. Además, esas heridas se reabren cada vez que insistimos en basar nuestra sexualidad en rendimiento/quedar bien/ “ser normal”. Por eso, es importante que, ante las dificultades sexuales que consultemos con una psicóloga (especializada en sexología, pero que sea psicóloga) y no con otros profesionales (como coaches, enfermeras o médicos) que no tienen formación ni experiencia en una disciplina tan compleja como la psicología.
También me parece importante decir que las disfunciones sexuales son un problema en la medida en que provocan una insatisfacción en la persona. O sea, que si, por ejemplo, una persona tiene bajo deseo y no tiene problema con ello, tiene sexo con la frecuencia en la que quiere tenerlo, no hay diagnóstico de deseo sexual hipoactivo que valga. A parte de que solo son etiquetas diagnósticas, el bajo deseo será una disfunción sexual en cuanto a la persona le genere algún malestar y, entonces, tendremos que indagar sus causas y a partir de ahí intervenir.
Por otro lado, cuando la gente me cuenta cómo vive su sexualidad y el sexo, me da pena cerciorarme de que si hubiera una educación sexual adecuada muchísima menos gente tendría disfunciones sexuales. Las causas de las disfunciones sexuales tienen mucho que ver con las expectativas que tenemos en cuanto al sexo. Perdemos de vista que el único objetivo de nuestra erótica es disfrutar y satisfacerse, no quedar bien ante alguien, mostrar una imagen que no somos o cumplir las expectativas de otra persona.
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Las disfunciones sexuales son algo que se pueden tratar en una terapia sexual. Si quieres más información, puedes contactarme aquí.