Era invierno, los días eran cortos, fríos y húmedos. Festejamos las lluvias que llenaban nuestros pozos de agua y hacía brillar el verde de nuestros cultivos.
La abuela había venido a visitarnos unos días antes. Había ocupado el cuarto de arriba trayendo consigo un par de bolsitos pequeños. Uno con unas pocas ropas extra y el otro con algunas plantas, semillas, talismanes y pequeñas artesanías que ella misma había creado para la niñez.
La lluvia seguía cayendo y comenzábamos a extrañar el sol, su calor y alegría. Cuando la melancolía se instaló en cada une de nosotres, la abuela dejó de contarnos historias de pájaros, ranas y flores. Esa tarde ella nos regaló esa sonrisa especialmente compasiva. Inmediatamente supimos que tipo de historia nos iba a contar.
-“Hay quienes dejan atrás la vergüenza y la culpa eligiendo creer que las razones que guían sus acciones son justificadas. Esas personas consideran que sus creencias y objetivos son más importantes que el dolor que otres sienten como consecuencia de sus acciones. Incluso hay quienes se regocijan por ser causantes de ese dolor. El orgullo se ha instalado en eses seres.
Hay quienes olvidan la tristeza de la culpa y la vergüenza evitando pensar en ellas. Construyen jaulas de sentimiento y juegan a que han desaparecido. Este es un mecanismo de autodefensa, para simplemente sobrevivir.
La humanidad es experta en construir jaulas. La psique humana ha desarrollado este mecanismo encerrando gran cantidad de memorias traumáticas con el fin de continuar accediendo a la alegría y recobrar la esperanza.
No se da cuenta que esas jaulas son en sí mismas las que generan el trauma. Esas emociones dolorosas no han desaparecido, no han podido ser transformadas, ni han servido de aprendizaje, porque están encapsuladas. Siguen vibrando dolor y al estar comprimidas en ese encierro se hacen más fuertes, envenenando la energía vital al punto de crear enfermedades físicas y desequilibrios psicológicos.
Como es claro, negar, evitar o justificar no son útiles para transformar el dolor en armonía y paz.
La única manera de transmutar la oscuridad fundamental y brillar plenamente la luz inherente a nuestro ser, es aceptando. Aceptar que la densidad que dimos y recibimos, fue exactamente lo que era necesario que sucediera. Aceptar esa realidad sin juicio, sin queja, sin verguënza y sin culpa.
Sólo así es posible activar la luz original en nosotres. Aceptando el brillo. Dejando atrás el orgullo, el miedo a no ser suficiente, la culpa de brillar más que otres, o la vergüenza de ser diferente.
Desde esa inmensa luz, a la que pertenecemos, cada reacción se convierte en creación de luz y cada cosa y ser que es tocade por la luz es en consecuencia e inevitablemente, más brillante.
Cada una de nuestras reacciones es determinante. La reacción a los estímulos externos es la llave del cambio del patrón dibujado en la red, en el gran manto de existencia.
Cada luz que comienza a brillar y se expande, cada manifestación tocada por esa luz que ahora refleja luz y aprende a brillar, es la evidencia de que estamos recorriendo el camino de regreso a casa.”
-Otra vez todes quedamos en silencio. Y ella, sonriente, agregó:
-“¡Buen viaje!”
/ Verónica Brands 01.04.2024