Desde peques, se nos enseña que el valor de nuestro cuerpo reside en su apariencia, ajustada a estándares de belleza inalcanzables (y que son distintos según el género) y exigencias estéticas que privilegian la delgadez.
Por eso las personas que no cumplen con las expectativas del género ( la primera siendo SER BINARIX: es decir: ser hombre O ser mujer, sin grises ni cuestionamientos) o con las expectativas de su género (mujeres que no sean “femeninas” u hombres que no sean “machotes”) serán un blanco fácil para los trastornos de la conducta alimenticia. Esta combinación de expectativas y presiones sociales genera una relación conflictiva con nuestros cuerpos, pero sobre todo si somos mujeres, no binarixs o no cumplimos con la delgadez.
Cómo profesionales, pero también cómo personas, debemos empezar a ver estos problemas (TCA o mala relación con el cuerpo) cómo problemas sociales y que corresponden a un objetivo claro: que las personas no estemos satisfechas con lo que tenemos. Por eso cómo profesional siempre tengo en cuenta que el sexo con el que nazcas y el género con el que te identifiques (y si estos “coinciden” o no) será un tema importante de cara a tu proceso de terapia.