Internet y el móvil son las nuevas plataformas virtuales para conocer gente y ligar, pero entrañan serios peligros para poder encontrar una pareja que funcione.
El primero de ellos es que las personas no se muestran tal como son, no puedes verlas, sentirlas, escucharlas, olerlas, ver como se mueven.. es decir, uno puede fantasear con como es alguien pero se pierde la ocasión de que sean los sentidos quienes muevan nuestras elecciones.
Además Internet y el móvil es el refugio de los tímidos, las personas que no tienen tiempo o las que ocultan algo, es decir, suelen haber personas enganchadas a este tipo de sistemas de relación debido a que no les comprometen en nada, pueden mentir, fingir, conectarse o desconectarse cuando quieran, son sistemas más «superficiales, rápidos y anónimos» lo que permite tener múltiples relaciones, pero todas ellas dijéramos de baja calidad, lo que a largo plazo suele resultar frustrante debido a las expectativas que se han depositado en las relaciones de este tipo y al tiempo invertido para poco o nada.
Por último en muchos casos las personas con dificultades para mantener relaciones estables, pueden debido a la facilidad con la que se pueden entablar ligues por internet, terminar enganchándose. El enganche es fácil, las personas con necesidades afectivas encuentran en estas plataformas una forma rápida de obtener validación o reconocimiento, sin embargo de nuevo, al tratarse de algo virtual, las sed de este tipo de atenciones es mayor y en muchos casos las personas pasan horas y horas delante del ordenador o de su móvil en una realidad virtual y fantaseada que no tiene nada que ver con la realidad social saludable y estimulante.
No es que queramos demonizar Internet o el móvil para ligar pero si advertirte de que si pasas mucho tiempo en este tipo de plataformas, no encuentras nunca nada que salga bien o te has decepcionado en reiteradas ocasiones, mejor sal a la calle, apúntate a clases de baile, de gimnasia o de pintura y conoce gente real a la que permitas conocer sin intermediarios.
Las nuevas tecnologías nos crean un espejismo relacional y nos hacen sentir acompañados, sin estarlo realmente. Esto a largo plazo origina graves problemas relacionales pues la persona puede llegar a sustituir o descompensar la realidad virtual por la realidad social y terminar «Virtualizando la Realidad».
El motivo básicamente es que es mucho más compleja una realidad social y una intimidad real entre personas (que mueven afectos, pensamientos, actos relacionales como conversar, tocarse, sentirse a través de la proximidad) que una realidad virtual donde uno puede esconderse, disfrazarse, huir o evitar y siempre está menos expuesto y más protegido de emociones dolorosas o intensas con las que a menudo no sabe manejarse.
Para poder sentir empatía, tener capacidad de introspección, disfrutar de la compañía y emocionarse con el otro, ha de ser un otro real, pues todo lo demás, las «personas virtuales o los perfiles virtuales» generan a largo plazo, relaciones planas, vacías, deshumanizadas, con escasez de emocionalidad y decepciones continuas.
Es por este motivo que la gente en las aplicaciones para ligar se emociona y fantasea en un principio, se pone nerviosa y defensiva en un segundo, y se decepciona finalmente de algo que sólo estaba en su fantasía y que no es posible conquistar en la realidad pq desde el principio, en nuestra opinión, ha faltado el atreverse y querer sentir emociones reales vividas con alguien real y escogido libremente.
Con lo de ligar, hace falta el arrojo y la valentía de querer sentir y para ello uno ha de darse el permiso para explorar e ir a por lo que desea, aceptándose a si mismo y sabiendo sostener la atracción, el rechazo y la frustración real, de la que siempre se aprende más que de la «virtual».
Un extremo patológico de la virtualización de la realidad son los Hikikomoris, es un término japonés para referirse a las personas que han decidido alejarse de la vida social por timidez, fobia social o ansiedad. Salir de esta reclusión es complejo y es un ejemplo catastrófico de lo que ocurre cuando no se afronta la vida relacional plena.